Por Marino J. González R.
Se acaban las palabras para describir la
situación de las familias venezolanas. A pocas semanas del fin de año, la coyuntura
no puede ser más crítica. El mes de noviembre culmina con la mayor tasa de
inflación mensual en la historia del país. A pesar de que no existen cifras
oficiales desde finales de 2015, las estimaciones de la Asamblea Nacional y de
especialistas dentro y fuera del país, no dejan dudas. Venezuela se encuentra
en el inicio de una hiperinflación. La primera en casi 30 años en América
Latina. La segunda del siglo XXI en el mundo, y la primera de un país de la
OPEP sin guerra civil.
El inicio de la hiperinflación se produce luego
de cuatro años de caída en la actividad económica, hasta el punto de que se ha
registrado una reducción de un tercio del PIB del país, constituyendo una de
las mayores debacles en países no sometidos a procesos bélicos. En tales condiciones,
la principal afectación son las condiciones de vida de los ciudadanos. Los
resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2016, realizada
por investigadores de la UCV, UCAB, USB, Fundación Bengoa, entre otras
instituciones, indicaban que el 51% de los hogares se encontraba en situación
de pobreza extrema (sin los ingresos para comprar los alimentos requeridos en
el día). Todo indica que a finales de 2017 esta proporción debe ser mayor.
La exigencia de atender con la debida celeridad
esta situación, caracterizada por la escasez de medicamentos y alimentos,
sumado al aumento indetenible de los precios, ya es compartida por toda la
sociedad. Incluso en el ámbito internacional, organizaciones de Naciones Unidas
y gobiernos, han señalado insistentemente la necesidad de implementar opciones
que logren reducir a la brevedad esta penuria que afecta a millones de
venezolanos. A pesar de ello, las gestiones han sido infructuosas, más bien se
percibe una gran indiferencia por parte del Gobierno. La negociación que se
encuentra en curso en estas semanas tiene entre sus puntos de mayor relevancia
llegar a acuerdos sobre esta materia.
Lamentablemente las perspectivas para asumir la
gravedad del este drama por parte de las instituciones responsables no son
alentadoras. Con lo cual el problema de fondo, cual es la solución a la grave
crisis económica, agudizada por la hiperinflación, mucho menos aparece en la
agenda gubernamental. La solución estructural es un programa de estabilización
que introduzca cambios profundos a todo el descalabro económico y social que se
ha producido en el país. Esperemos que se puedan generar los acuerdos políticos
y sociales que faciliten pasar de la emergencia a la estabilización en el menor
tiempo posible. La situación realmente apremia.
06-12-17
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