Claudio Briceño Monzón 27 de junio de 2018
@CabmClaudio
Desde
Puntofijo, lugar geográfico de Venezuela
en el punto más elevado de la vieja carretera de San Felipe a Nirgua, y desde
donde se contempla la belleza del valle de Yaracuy, comienza a emerger la idea
y el sueño de un nuevo país, con su privilegiada posición geográfica en una
contrastada América Latina, donde se inicia el cambio que rompe con los
perecederos esquemas y mitos geohistoricos de una Venezuela atrasada: rural, rompiendo
con el alegoría de la necesidad de los caudillos y gendarmes que desde finales
del siglo XIX, gobernaron la vida social y política de la Venezuela profunda,
esa que va del este al oeste de Ciudad Sucre a San Martín de Turumbán, de norte
a sur de El Vínculo a Santa Lucia, y a lo inverso del Salto Húa a Isla de Aves,
hasta la Isla de Anacoco y El Tocuco, ese país que queremos y adoramos sobre
todas las cosas.
El 31
de octubre de 1958 tres partidos: Acción Democrática, COPEI y Unión Republicana
Democrática, y nueve distinguidos políticos venezolanos, tres en representación
de cada partido político: Jóvito Villalba, Manuel López Rivas, Ignacio Luis
Arcaya (por URD); Rafael Caldera, Lorenzo Fernández, Pedro Del Corral (por el
Partido Social Cristiano COPEI); Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, y Gonzalo
Barrios (por AD). Firmaron en la urbanización los Chorros de Caracas, en la
modesta casa de Rafael Caldera, homónima al nombre del Pacto, que tenía como
objetivo central la responsabilidad de orientar los principios democráticos y
consolidar un acurdo de unidad y cooperación sobre un conjunto de miramientos
en cinco punto que sintetizamos a continuación:
1.- El reconocimiento de amplios sectores
independientes y el respaldo de las Fuerzas Armadas a la afirmación de la
República.
2.- Garantizar el proceso electoral y evitar la
ruptura del frente unitario.
3.- El compromiso de los tres partidos
signatarios, para defender la constitucionalidad y el derecho a gobernar
conforme al resultado electoral.
4.- La unidad como instrumento de lucha contra
la tiranía.
5.- Celebrar elecciones que se traduzcan en el
fortalecimiento de la democracia, que se garantice la tolerancia política y se
respete la suma de todos los votos por los distintos colores políticos, como
una afirmación de la voluntad popular a favor de la constitución y vigorización
del Estado de derecho.
En un
momento de transición democrática los principales partidos políticos, del país,
demostraron tener la capacidad de convencer a la entonces opinión pública venezolana,
de ser el instrumento indicado para resolver los problemas políticos y
consolidar el sentir democrático.
Antes
de la firma del pacto a inicios del mes de octubre de 1958, la opinión pública
del país se puede percibir en las noticias y artículos publicados en la prensa
de ese momento, de los cuales traemos a consideración los publicados en el
diario El Nacional, entre ellos es relevante uno escrito por Pedro Díaz Seijas,
el 3 de octubre de 1958 titulado Volver al Punto de Partida, el cual expresaba: “…el acuerdo de las fuerzas políticas
democráticas, para contrarrestar las intentonas reaccionarias, tiene que buscar
otros asideros, que no sean los mismos sobre los que empezó a apoyarse la ya
descartada unidad de los grandes partidos. La batalla de amagos, la
incertidumbre de los comandos políticos, empiezan a desvanecerse. Así se aclara
el panorama. Bien o mal, una decisión conduce a una meta. Se empieza a pisar
tierra firme. Ahora queda el camino libre a las fuerzas políticas organizadas,
para resolver lo que mejor convenga a su destino histórico. Indudablemente que
así se vuelve al punto de partida. Se regresa a la candidatura de partido. Lo
que no quiso plantearse claramente desde el principio, cobra ahora vigencia
extraordinaria. Bien se sabe porque nuestros máximos dirigentes políticos,
quisieron buscar fórmulas extra partido para solucionar la difícil situación de
facto, por la que atraviesa el país, después de la caída de la dictadura.”[1]
Hace
60 años, existía una afinidad un vínculo común entre la mayor parte de los
partidos políticos, que era la de consolidar y defender la democracia. La
colectividad venezolana tenía sus ojos fijos no solo en los candidatos
presidenciales, sino también en el pacto unitario, en el programa de gobierno,
en las previas condiciones con que se debía regir la unidad política del país.
Puntofijo
nos debe enseñar en el tiempo y en el espacio venezolano, que las coaliciones
exitosas muestran la capacidad para el cambio y la adaptación a nuevas
realidades por parte de los partidos. Pero las situaciones excepcionales y los
cambios sociales no generan necesariamente las virtudes políticas que las
circunstancias requieren. Es por ello que los partidos políticos muchas veces
colapsan, huérfanos de liderazgos con suficiente capacidad estratégica y
generosidad política. Los sistemas de partidos son favorables a severas
sanciones electorales por parte de sus seguidores que en muchos casos los
condenan a la extinción o a la irrelevancia política.
La
oposición debe entender que las luchas antidictatoriales y las exigencias por
mejoras democráticas debe ser la esencia catalizadora para consolidar una
alianza contra el gobierno. Para lograr una real coalición política, es
necesario alcanzar una maduración política. Es inevitable alcanzar una
concertación inteligente estratégica en la que priven acuerdos políticos
sólidos. Los partidos políticos deben explorar la forma de adaptarse a los
cambios necesarios del país, la crisis actual no genera necesariamente las
virtudes políticas que las circunstancias requieren, por lo que debemos ser muy
creativos y lograr la unidad ineludible para el cambio. En este momento por no
existir una estructura partidaria claramente hegemónica, la oposición al
gobierno se debe robustecer y constituir a partir de una coalición para buscar
en los diferentes partidos políticos un liderazgo estable y coherente en un
proyecto de país que vaya más allá de lograr derrotar políticamente al chavismo
madurista.
Hoy a
sesenta años de este pacto democrático
que quiso satanizar el chavismo y cierta parte de la izquierda venezolana, la
actual oposición al régimen del presidente Nicolás Maduro, debería buscar la forma de construir un
verdadero frente democráticos, olvidándose los partidos políticos de sus
intereses particulares, y sin distinción de colores políticos, económicos
sociales unirse con el único fin de lograr un cambio sustancial en el país.
Dicha coalición se constituiría en el muro de contención contra toda posición
autoritaria y hegemónica de corte dictatorial. Aunque actualmente nos parezca
una utopía, los gobiernos tiránicos se combaten con la unidad política. Debemos
retomar las ideas de venezolanos como Pedro Díaz Seijas: “La división traerá el
debilitamiento de las defensas de la democracia.” La unidad política es la
salvación de la vida política venezolana, un punto de partida, que no es otra
cosa que lograr consolidar un frente amplio, donde cada organización política y
la sociedad civil organizada, canalicen sus aspiraciones con la finalidad de
lograr cimentar las bases para un necesario cambio de gobierno. Una formula
plural que logre que en las futuras elecciones, recobremos nuevamente la
democracia venezolana y se enrumbe nuevamente al país hacia una vida
institucional duradera y firme.
[1]Pedro,
Díaz Seijas. “Volver al Punto de Partida.”El Nacional, Caracas 3 de octubre de
1958, p.A4
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