Por Marcelino Bisbal
Un elemento sustancial para el
ejercicio de la democracia lo constituye la vertebración de la opinión pública.
Los medios de comunicación, la prensa libre e independiente, forman parte de la
institucionalidad de los regímenes representativos. Frente a la pretensión
onírica de que los periodistas estamos fuera de palacio, la prensa moderna se
incluye en el entramado y sostenimiento del sistema democrático, actuando como
un contrapoder necesario y una tribuna de debate capaz de defendernos del
griterío y la demagogia.
Juan Luis Cebrián
I - Lo subversivo y lo
indeseable
El título de este breve
ensayo-crónica lo hemos tomado de un magnífico libro del premio Nobel de
Literatura (2003) el surafricano John Maxwell Coetzee (Esperando a los bárbaros, Desgracia, Elizabeth
Costello, Verano entre otros): Contra la censura. Ensayos sobre
la pasión de silenciar (Editorial Debate, España, 2007). No se trata de un
libro unitario, o de un tratado teórico sobre la censura, sino más bien de una
recopilación de trabajos que analizan el tema desde una perspectiva liberal como
el propio autor se define. El libro nos ofrece un abanico de ejemplos que van
desde los análisis de las distintas formas de la censura del apartheid
surafricano, pasando por la imposición censora del gobierno estalinista, así
como nos va presentando diversas prácticas del censor en temáticas tan
disímiles como el feminismo y la pornografía, la literatura y la poesía
particularmente… y como nos dice el propio Coetzee: “Los temas que se tratan en
el libro son en su mayoría producciones de escritores que han respondido a la
atención del censor, porque este consideró que esos trabajos intelectuales
esbozaban ideas subversivas, o porque eran representaciones moralmente
repugnantes o porque esas producciones eran indeseables políticamente”
El Nobel surafricano deja muy
claro su concepto de censura expresado, a lo largo de todo el texto, en estas
ideas que funcionan como “ideas fuerza”: –La censura es un fenómeno que
pertenece a la vida pública; –El oficio del censor no es una ocupación que
atraiga a mentes inteligentes y sutiles; –El gusto y el gesto punitivo de la
censura tiene su origen en la reacción de ofenderse; –Las prohibiciones
establecidas por monopolios o cuasimonopolios pueden ser en la práctica tan
completas como las aplicadas por organismos de censores respaldados por la
fuerza de la ley; –En teoría debería existir una gran diferencia entre las
censuras ejercidas para supervisar los medios de comunicación y la censura que
vigila las artes. En la práctica, sin embargo, los censores que controlan los límites
de la política y de la estética son los mismos. Al no trazar ninguna línea
definida por motivos políticos y la debida a razones morales, imita al censor
cuando surge la pista de lo indeseable, la categoría bajo la cual equipara de
manera forzada e incluso caprichosa lo subversivo (lo prácticamente indeseable)
y lo repugnante (lo moralmente indeseable).
II - El acoso mediático como
forma de censura
Partimos de ese libro, como
preámbulo, para pensar el caso venezolano y las distintas prácticas censoras que
ha establecido el poder instaurado desde hace ya casi veinte años. En nuestro
contexto la censura por lo políticamente indeseable, desde la visión del
régimen, ha tenido varios momentos. Hagamos, de manera rápida y sucinta, un
perfil de esos momentos en donde la censura se ha hecho patente.
Primer momento: el lenguaje y
el tono declarativo
Primeros años del proceso
político chavista, hoy convertido en régimen
autoritario-totalitario-militarista y dictatorial. Los medios y los periodistas
vistos como enemigos de la revolución y como actores políticos a los que hay
que combatir. Las declaraciones del difunto presidente Hugo Chávez son de lo
más elocuentes de aquello que se expresara en ese entonces: “La batalla se
libra en los medios”.
En esta primera oleada o
momento habría que recordar lo que escribiera el escritor venezolano Juan
Carlos Chirinos en el preámbulo de la última edición de la “novela policíaca”
de Jorge Edwards Persona non grata: “Porque el tirano, que tanto habla,
teme siempre la palabra que lo señala”.
Segundo momento: la alteración
del régimen comunicativo
Otro régimen comunicativo se
impone como resultado del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el paro
nacional de ese mismo año e inicios de 2003. Los medios y un grupo de
periodistas se muestran como actores políticos privilegiados. Aparece el
término de hegemonía comunicacional. El gobierno inicia el diseño y
conformación de una estructura de medios sin precedentes en el país ni en
América Latina, gubernamentalizada y puesta al servicio de la revolución
bolivariana y del desarrollo e implantación del socialismo del siglo XXI. El
escenario de los llamados medios comunitarios o alternativos irrumpe con
fuerza, pero de inmediato ellos son colonizados y desnaturalizados en sus
funciones desde el aparato gubernamental. Así, la investigadora Raisa
Urribarrí, al ver la reconfiguración que estaba sufriendo este sector de
medios, acuña el término de gob unitarios.
En aquel momento desde
Miraflores se nos dice, intentando justificar esa alteración del régimen
comunicativo, que “lo que es innegable es que está habiendo una revolución en
los medios de este país. La democratización de la información es necesaria. Es
una guerra”.
Tercer momento: nuevo marco
legislativo y criminalización de la expresión
Se empieza a conformar un
nuevo marco jurídico que impone significativas restricciones a la libertad de
expresión y a la libertad de comunicar. En primer lugar, se aprueba la Ley
de responsabilidad social en radio y televisión que luego será reformada
en 2010 para contemplar a los llamados medios electrónicos, es decir Internet;
vendrá luego la reforma del Código Orgánico Procesal Penal en donde aparecen
las figuras de la difamación y la injuria, además en 2012 se vuelve a proponer
una nueva reforma que elimina la inviolabilidad de las comunicaciones
personales. En los últimos meses del año 2010 se aprueban y se reforman un
conjunto de leyes que cambian el contexto político del país y que centralizan,
todavía más, las decisiones públicas. En aquel entonces, y lo hemos vivido a lo
largo de todos estos años, se dijo que era la ruptura definitiva del estado de
derecho en Venezuela.
No solamente la reforma que se
le hizo a la Ley de responsabilidad social en radio y televisión, tampoco
la reforma a la Ley orgánica de telecomunicaciones dieron como
resultado un nuevo panorama comunicativo en el país, sino que en ese mismo 2010
se aprobaron también cinco leyes que dan sustento al denominado Estado comunal
y que tienen un efecto grave sobre las comunicaciones libres, abiertas y
plurales. También en ese año 2010 Conatel (Comisión Nacional de
Telecomunicaciones) pierde su carácter técnico, pues pasa a ser dirigido por la
Vicepresidencia de la República y asume funciones políticas y censoras.
Se inician procesos
judiciales-administrativos a medios y periodistas. Cierre de Radio Caracas
Televisión y de otros medios de radio y televisión. Se hacen cada vez más
frecuentes las cadenas nacionales de radio y televisión. Se va imponiendo poco
a poco la censura y comienza a aparecer la autocensura por intimidación, miedo
a la seguridad personal y por amenazas de cierre y expropiación a instalaciones
mediáticas.
Así, comienza a hacerse
patente aquello que expresara un grupo de intelectuales brasileños, en 1934, en
apoyo al gobierno dictatorial de Getulio Vargas: “Los medios de comunicación no
deben pensarse como simples medios de diversión sino como armas políticas
sometidas al control de la razón del Estado”.
Cuarto momento: la
comunicación y el periodismo en tiempos difíciles
Con el marco jurídico que va
apareciendo, con las reformas que se le hacen a algunas leyes del sector de las
comunicaciones y de la información se va limitando cada vez más la libertad de
comunicar y la libertad de pensamiento y de expresión. Si la libertad de
expresión y de prensa es consustancial a la democracia, como sistema político,
esta va en franco deterioro para convertirse en un designio meramente formal y
dar paso así a la creación de un Estado socialista que han bautizado con el
remoquete de socialismo del siglo XXI y que como nos apunta Pedro Nikken: “Es
la verdadera cara del estalinismo del siglo XX”.
El cerco que ya se había
impuesto a los medios de comunicación, a sus profesionales, a los anunciantes
con la Ley de responsabilidad social en radio y televisión (conocida
como Ley Resorte), con la reforma que se hizo y que abarca el ámbito de los
medios electrónicos (léase Internet) y la reforma a la Ley orgánica de telecomunicaciones…
se cierra aún más el círculo a una verdadera libertad de comunicar y se cercena
dramáticamente la disidencia y la crítica.
Empezamos a ver cómo algunos
medios cambian de propiedad y así van desapareciendo voces críticas. Se retiran
de la parrilla de programación televisiva medios internacionales. Sigue
creciendo la censura política, la autocensura y el gobierno traspasa la
frontera de la democracia hacia una clara dictadura militar. Surgen algunos
organismos que tienen que ver con la llamada “seguridad del Estado”: primero
fue el Centro de Estudio Situacional de la nación (Cespa), el cual tenía que
ver con ámbitos de la información y las comunicaciones en el país; en 2013 se
deroga este organismo y da paso al Centro Estratégico de Seguridad y Protección
de la Patria (Cesppa) y que tiene la función de solicitar, organizar, integrar
y evaluar "las informaciones de interés para el nivel estratégico de la
nación”.
Vemos cómo las comunicaciones
se han vuelto centrales en la vida del proceso político instaurado desde 1999.
De esta manera se constata, en la acción gubernamental hacia los medios y sus
periodistas, aquello que escribiera el investigador Antonio Pasquali cuando
afirmó: “El chavista es el primer gobierno del país que comprende la importancia
capital de las comunicaciones para modelar sociedades, y es una lástima que
haya aplicado esa comprensión a la causa equivocada”.
Quinto momento: otros lugares
para el periodismo o el control mediático por las divisas
Sigue creciendo el número de
medios gubernamentales, mas no de servicio público. Comienza la operación de
ahogar a los principales diarios del país a través del control de las divisas
requeridas para la obtención del papel y de otros insumos para la impresión. El
objetivo es silenciar las voces críticas al gobierno. Muchos diarios salen de
circulación y otros suprimen su edición impresa para buscar refugio en el
espacio digital. Desde ese momento profesionales destacados del periodismo
venezolano descubren la web y empiezan a surgir experiencias interesantes de
información, análisis e investigación periodística en el espacio digital. Pero
esta migración forzada no se dio de manera natural, sino que fue un paso
obligado por la emergencia que impuso el contexto y el acoso gubernamental. De
la misma forma, muchos de los grandes diarios con tradición periodística
pasaron del formato impreso y se transformaron en diarios o semanarios
digitales. Otros circulan con un número reducido de páginas y con escasa publicidad
debido a presiones gubernamentales, pero también se ajustan al soporte de la
web para hacerse presentes.
Continúa el cierre de medios
sin garantías legales, así como la criminalización a periodistas y dueños de
importantes medios de comunicación. Desde el poder se hace caso omiso a los
comunicados y llamados urgentes de la Relatoría Especial para la Libertad de
Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), al igual
que de los comunicados e informes de organizaciones nacionales defensoras de la
libertad de expresión y del derecho a la información.
Releyendo un texto producido
por el investigador Jesús María Aguirre y quien esto escribe, en el año 2015,
intentábamos explicar cómo habíamos llegado a estos otros lugares en el
periodismo de estos tiempos y expresábamos que “probablemente nunca haya habido
en la historia republicana de Venezuela una variabilidad tan grande en el campo
de las comunicaciones, sea por las transformaciones tecnológicas de la era de
la información, que nos somete a un reciclamiento permanente, sea por las
acometidas de una revolución proteica, con una deriva y rumbos cada vez más
inciertos”.
Sexto y último momento: la
pasión y la necesidad de silenciar
El poder se ha percatado de
que hay un flujo informativo crítico que escapa de su control, de sus políticas
censoras. Ese flujo responde a lo que circula por el escenario de lo digital y
muy particularmente por las redes sociales. Es lo que alguien denominó el
tsunami digital que ha logrado preocupar al gobierno. Este espacio ha abierto
nuevas maneras de informarnos, de escenarios de libertad y de pluralidad en las
opiniones…
Se empieza a hablar, de manera
cada vez más frecuente y explícita, de la necesidad de regular las redes
sociales y de poner filtros de navegación para controlar esa información que
circula por la red. En tal sentido, se creó el Viceministerio de Redes Sociales
cuya función es “supervisar las tendencias en las redes”. Desde el gobierno se
empieza a hablar de una “guerra electrónica” y así, en la medida que Internet
se va expandiendo y crecen los llamados medios digitales, la censura digital va
en ascenso con maneras y técnicas cada vez más sofisticadas.
Sobre este tema de la libertad
de expresión e información en la red, el último informe sobre Libertad en
la red (2017) de FreedomHouse, organización que se orienta a la defensa de
los derechos humanos, la libertad y la democracia a escala global, señala que
el país se convirtió en “No libre” y los elementos que según ella influyeron en
esa calificación son: el deterioro del acceso y la calidad de los servicios de
telecomunicaciones; los bloqueos selectivos de sitios web; las detenciones
arbitrarias de reporteros y activistas; así como los mayores niveles de
violencia física y técnica registrada contra periodistas, medios digitales y
sitios web de organizaciones ciudadanas.
Se nos viene a la memoria la
imagen y el nombre de G. Orwell y su Big Brother, que tiene que ver con la
vigilancia y el espionaje –cibervigilancia– que empieza a darse hacia los internautas
y su ciberactividad. Fernando Savater señaló, en uno de sus textos
periodísticos, que “siempre que se discute sobre los excesos de vigilancia del
gobierno sobre los ciudadanos sale a relucir el Gran Hermano descrito por
George Orwell en su famosa distopía 1984. Pero suele pasarse por alto que
el control agobiante y obsesivo del Gran Hermano de Orwell se ejercía para
impedir libertades democráticas de asociación, expresión y creencias, es decir,
no para la seguridad de los ciudadanos sino para garantizar la del poder
establecido sin oposición a su dictadura”.
III - ¿Cómo leemos esta
realidad?
El asedio del poder
gubernamental hacia los medios y sus periodistas va a continuar en la medida
que la realidad del país se deteriore más y más, tal como está ocurriendo. La
censura, el cierre de medios, la aparición de medidas administrativas y
judiciales contra los medios irá en ascenso…
La presencia de una política
comunicacional de control va a ser un denominador común, tal como nos lo han
venido señalando, a lo largo de todos estos años, los informes casi diarios,
semanales, mensuales y anuales que nos ofrecen organizaciones nacionales no
gubernamentales como Espacio Público, el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS),
Expresión Libre, Provea, Medianálisis… o los resúmenes que cada cierto tiempo
publica la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, o los que presentan otras ONG
internacionales.
Todos esos diagnósticos nos
refieren como las comunicaciones –en su sentido más general– y la política han
cambiado en la Venezuela de estos últimos veinte años. Ha habido desde el poder
toda una política de reingeniería de la democracia como sistema político y de
la acción de los medios en la construcción de la agenda pública.
Si la realidad del presente en
el campo de las comunicaciones es como la hemos descrito ya nos podemos
imaginar cómo es hoy el ejercicio del periodismo en el aquí y ahora. Si el
deber ser del periodismo es que este contribuya a la elaboración de marcos y
pautas de referencia y hacer que la ciudadanía adquiera las representaciones
necesarias para reconocerse como integrante de un país y, en definitiva, de un
conglomerado social y que reconozca que el poder político o cualquiera otra
forma de poder tiene que estar subordinado a los intereses de vida del
ciudadano y no el ciudadano y su vida a los intereses del poder… Difícil tarea
esta que se le otorga al campo periodístico y mucho más difícil cuando estamos
en presencia de un poder político que intenta, por diferentes vías y mecanismos
nada juiciosas y mucho menos éticas y morales, conculcar nuestras expresiones y
opiniones, y hasta nuestro propio ejercicio de ciudadanía, e incluso de
ciudadanía mediática.
Bajo esa perspectiva es que
afirmamos que los periodistas tienen una tarea bien importante, pero difícil y
compleja a la vez. Cuando este gobierno dictatorial se ha venido convirtiendo
poco a poco en una maquinaria coactiva; muy poco preocupado por el desarrollo
de las mayorías más allá de que ellas le otorguen la “buena pro” para
perpetuarse en el poder; interesado en la formulación de planes que lo
legitimen en cuanto poder político por encima del resto de la sociedad; cuando
no reconoce a las fuerzas políticas de la oposición como legítimas y presentes;
cuando ve a los comunicadores-periodistas y los pocos medios que todavía no
están bajo su control como un opositor peligroso… es cuando sigue teniendo
validez aquello que el español Ortega y Gasset afirmara en relación con los
periodistas y la prensa en la España de 1930:
“No existe en la vida pública
más poder espiritual que la prensa. La vida pública, que es verdaderamente
histórica, necesita siempre ser regida, quiérase o no. Ella, por sí misma es
anónima y ciega, sin dirección autónoma. Ahora bien, a estas fechas han
desaparecido los antiguos poderes espirituales (…) En tal situación, la vida
pública se ha entregado a la única fuerza espiritual que por oficio se ocupa de
la actualidad: la prensa”.
27-06-18
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