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lunes, 25 de junio de 2018

Tecnología versus cachos por @ClaudioNazoa



Por Claudio Nazoa


¿Recuerdan los telefonotes celulares de los años ochenta que llamaban ladrillos? A todo el mundo le parecía que esos incómodos y pesados bichos (3,5 kilos), con batería para ¡20 minutos de conversación!, eran increíbles y prácticos. Lo más parecido que conocíamos eran los teléfonos reloj de Dick Tracy y el zapatófono del Superagente 86.

Hoy nos reímos de algo que ocurrió relativamente hace poco. En veinte años, ¿de qué se reirán nuestros nietos? La vida es corta y la tecnología va muy rápido.

Creo, y eso anótenlo, que los celulares serán tan pequeños, que habrá que inyectarlos.

—Ayer me puse un Movilnet en la nalga.

—Y yo, un Movistar en la vena.

—Mi primo compró un Apple Supositorio Plus dorado con repique interno.

Hace aaañoossss, antes de montar cacho, uno llamaba a su esposa desde un teléfono público.

—Mi amor, hoy voy a llegar tarde. Tengo una reunión… Si consigo un teléfono te llamo y si no, no te preocupes ni te cuaimatices, tú sabes que estoy trabajando… Chao, yo también te quiero…

También tengo en mi memoria a las muchachas escapadas con sus novios, llamando a sus padres desde los teléfonos públicos de la isla de Margarita, frente a la antigua tienda La Media Naranja.

—¡Mamá…! ¿Me oyes? Sí, ando con unas amigas… No, tú no las conoces… No te he llamado porque en el hotel no hay teléfono…

Con los teléfonos inteligentes las cosas cambiaron. ¡Día y noche somos vigilados, localizados y controlados! No hay excusas para no aparecer.

Hoy las cuaimas no comen cuento. ¡No creen nada! Hay que atender el celular donde uno esté, con quién esté y como se esté, si no seremos sospechosos.
Igual ocurre con los hombres inseguros, celópatas, quienes sufren el síndrome de Otelo y controlan las llamadas de su mujer. Hace poco recibí la llamada de uno de ellos, quien furibundo me dijo:

—¡Aló! ¿Quién eres tú? ¡Dime tu nombre ya!


Seguramente era un necio que encontró mi número en el celular de su mujer.

—¿Y por qué voy a decirte mi nombre? ¡Dame el tuyo! Tú fuiste quien llamó.

A lo que el imbécil respondió:

—¡Tu número aparece en el celular de mi mujer!

No pude evitar hacer una maldad.

—Claro, ella tiene mi número y tú los cachos montaditos también ¡cabeza e’ñema!

Ya nadie se come el cuento de: “Casi no me queda batería” o “me quedé sin saldo” o “estoy en un sitio donde no hay señal”.

Ahora los matrimonios duran más, no porque la gente se quiera sino porque los celulares nos la pusieron difícil.

25-06-18




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