Por Henrique Capriles
Quiero pedirte algo que puede
parecerte inusual, en especial porque no suelo utilizar esta columna para
solicitudes como ésta: si conoces a alguien, dentro o fuera de nuestras
fronteras, que todavía apoya el desastre social, económico y político que sigue
hundiendo en la pobreza a las familias venezolanas, hazle conocer estos datos
que voy a mencionar a continuación.
Es importante que lo hagas,
porque no conozco ningún manual de obediencia política, ni ideología ni partido
alguno que sea capaz de justificar la crueldad que revelan las cifras de la
hiperinflación que padecemos en Venezuela y sus consecuencias en la vida diaria
de nuestros barrios, pueblos y ciudades. Al menos no si pretende considerarse
democrática.
Comienza por explicarle a esa
persona, que hoy en día Venezuela tiene la única economía que vive en
hiperinflación. Es como padecer una enfermedad que había desaparecido, gracias
a la evolución de las políticas públicas y al avance de la justicia social,
pero que en Venezuela ha sido revivida por quienes tienen el único fin de
beneficiarse económicamente mientras mueren inocentes, a punta de hambre,
miseria y violencia de Estado.
Y si esa persona que aún
defiende el régimen del desastre te pidiera cifras, dile que sólo en el mes de
mayo nuestra inflación fue de 110,1%. Con eso la inflación acumulada en lo que
va del año 2018 es de 1.995,2%. Es posible que, con el fin de justificarlo,
quieran echar mano de la inflación interanual. Pues bien: si lo comparas con el
2017, ya la inflación va por 24.571%. Y para evitar alguna confusión
algebraica, ponlo en letras para que le quede claro: veinticuatro mil
quinientos setenta y un por ciento de inflación interanual.
Ésa es la cifra: un promedio
de 2,5% de inflación diaria. Puedes decirle que es lo mismo que vivir cada día
la inflación que vive Chile durante todo un año. Nuestros precios aumentan en
un solo día lo que le toma a Chile todo un año, 365 días, así de mal estamos.
Al revisar los promedios, en
esta primera mitad del año la inflación ha sido de 78% por mes. Y, como durante
los segundos semestres suele aumentar, el más optimista de los escenarios
calcula ese promedio en 89% de inflación mensual, haciendo que la interanual
sea de 206.724%.
Sin embargo, hay analistas que
se atreven a augurar hasta 121% mensual: 1.390.526% interanual. Es decir: en
Venezuela existe la posibilidad de registrar un millón trescientos noventa mil
quinientos veintiséis por ciento de inflación en 2018.
¿Quién podría justificar
cifras como éstas con desgastadas mentiras gobierneras como “la guerra
económica”? ¿Quién va a comprarles tanto embuste, tanta mentira?
Ni siquiera en sus países
aliados, que tanto le alcahuetean la retórica, podrán conseguir apoyo en las
excusas. Su propia historia los desmentiría. Pongo un ejemplo: Bolivia tuvo la
inflación interanual más alta que se había registrado en la historia económica
de América Latina en 1985. Hoy ya Venezuela superó ese vergonzoso récord, pero
es necesario recordar que a Bolivia le tomó año y medio en alcanzar ese
registro, mientras que al gobierno de Nicolás Maduro le tomó apenas ocho meses
dar el salto hiperinflacionario.
Y cuando te escurran con el
asunto de que eso es la macroeconomía, pero que han protegido el sueldo de los
trabajadores con el torpe argumento de la catajarra de aumentos del salario
mínimo (algo que sólo demuestra que a la gente no le alcanza la plata), diles
que hoy se necesitan dos salarios mínimos para comprar apenas un kilo de carne
y un cartón de huevos.
¿A cuánto van a tener que
aumentar el salario mínimo ahora, cuando hay especialistas que calculan que a
finales de este año la canasta básica familiar puede estar costando quinientos
millones de bolívares? ¿Cómo van a ocultar que hasta la industria petrolera,
donde tienen un control absoluto y no pueden echarle la culpa ni al imperio ni
a cualquiera de sus fantasmas, ha bajado sus niveles de producción a niveles
históricos?
Esos mismos trabajadores saben
que en abril necesitaban cien salarios mínimos para poder comprar apenas los
productos de primera necesidad, pero en mayo ya necesitaban más de doscientos.
Imagínense que si se mantuviera ese promedio, lo que los especialistas llaman
un escenario base 106% de inflación promedio mensual, en 2018 las cosas habrían
subido 580.891% de precio.
Y cualquiera sabe que no hay
clase obrera ni militancia que aguante esa pela. En el gobierno deben saber que
el hambre que generaron en la gente terminará de comerse el poquito de capital
político que les quedaba en algunas regiones. El problema es que eso los hará
afianzarse más en el miedo, en el terror, en la violencia.
Extorsionan con el hambre.
Manipulan con crueldad a la gente. No les queda otra.
Allá afuera siguen convenciendo
a países de la OEA con negocios y petróleo barato. Y, mientras eso pasa, en
Venezuela cada cuatro semanas se duplica el gasto familiar.
Seguro más de uno te hará una
pregunta tramposa, con la finalidad de poner los errores de un solo lado de la
cancha y te preguntarán: “¿Cómo es que el régimen de Maduro ha sobrevivido
políticamente a todo esto, si la gente la está pasando tan mal?”
La respuesta a esa pregunta es
todavía más cruel: con la única intención de mantener el control de cambio y
seguirle dando dólares baratos a la élite política y a sus cómplices, el
gobierno decidió endeudarse.
¡Tanto criticar al Fondo
Monetario Internacional, tanto hablar del neoliberalismo salvaje, y se están
comportando como el más cruel de los totalitarismos! En Miraflores ponen sus
negocios y los de sus cómplices por encima del Pueblo. Han generado un déficit
fiscal que nos mantiene secuestrados por una inflación monstruosa que ellos no
piensan detener, porque ésa es la única garantía de que quienes los mantienen
en el Poder puedan seguir llenándose los bolsillos.
Con todos estos argumentos,
siempre vendrá la patada de ahogado típica de quienes defienden la crueldad de
las decisiones que siguen hundiendo a Venezuela en la miseria: “¿Y entonces qué
es lo que propone la oposición?” Si llegas a ese punto de la conversación,
entonces hazte escuchar y dile a esa persona que aquí existe gente preparada
que saben cómo levantar a Venezuela sin improvisación ni demagogia.
Dile que sabemos que es
urgente reducir el déficit fiscal y que eso obligará a disminuir un falso
subsidio de los servicios públicos, pero que también hemos pensado planes de
apoyo social que compensará el impacto que eso genere, por culpa de un manejo
irresponsable de las políticas públicas durante casi dos décadas.
Dile que sabemos cómo
devolverle la credibilidad a la política monetaria nacional, cómo estabilizar
el control de cambio y cómo unificarlo, pero que para eso se necesita un cambio
de visión y por tanto de gobierno. Un cambio inevitable que llegará tarde o temprano,
para devolverle la independencia al Banco Central de Venezuela, que dejará de
ser una maquinita de imprimir plata para alcahuetear desmanes del gobierno y se
convertirá en lo que siempre ha debido ser: el custodio del valor de nuestra
moneda.
Dile que es urgente sincerar
el control de cambio, unificándolo y asumiendo la estrategia más eficaz para
salir de este espejismo económico, infernal y distorsionado, donde una élite
pretende seguirse forrando de billete a costa del hambre ajena.
Dile que un país petrolero no
tiene por qué depender de una única fuente de ingresos, extorsionando a otras
naciones, sino más bien diversificar su economía y convertir su principal
riqueza en una fuente de tranquilidad económica. Y para eso hace falta una
reforma sustancial que ya hemos entendido, pensado y planificado.
Por último, dile a esa
persona, que el gobierno que defiende perdió una oportunidad de oro para hacer
de Venezuela un país grande y con un pueblo dichoso. Dile que durante dos
décadas convirtieron a una de las economías más prometedoras del planeta en un
caso de estudio donde la hiperinflación ha resucitado, como consecuencia de la
ineficacia de su modelo. Dile que decidieron matar a la gente de hambre con tal
de no perder el Poder, pero que incluso así las fuerzas democráticas y sus
defensores conseguiremos la manera de hacerle entender a cada persona que el
madurismo ha terminado de cavar la fosa política de un modelo que fracasó.
Dile que tú formas parte de
esta fuerza del cambio. Dile que Venezuela será libre y que, más pronto que
tarde, esa persona que hoy intenta defender lo indefendible será testigo de
esta transformación.
Necesitamos ser muchos
explicando que en Venezuela el pueblo no merece seguir viviendo el infierno que
el hambre, la extorsión y el Poder ejercido desde la violencia pretenden
imponer. Vayamos uno a uno, persona por persona, si es necesario. El desastre
que han generado es tan grande que ni siquiera ese gran aparato comunicacional
que han construido podrá ocultarlo.
Es la hora de ser millones
diciendo lo mismo: que Venezuela demanda un cambio de gobierno, que quienes
están en el gobierno se sostienen por el frágil y vergonzoso poder del miedo y
el hambre, que somos más y estamos listos para ser gobierno.
¡Que Dios bendiga a Venezuela
y a cada persona que se sume a nuestra lucha por la Democracia!
24-06-18
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