Juan Guerrero 21 de junio de 2018
@camilodeasis
Estemos
claros. El chavizmo no es una ideología. A lo sumo es un tipo de pensamiento de
la marginalidad, impuesto como política de Estado. Y esa imposición fue
planificada y sistemáticamente aplicada, convirtiéndola en una perversa
obscenidad política.
Quien
posea medianamente formación académica sabe que entre las bandas
delincuenciales no existe formación teórica ni menos política. Lo que existen
son acuerdos entre pandilleros para delinquir. No nos vamos a caer a engaños.
El
chavizmo no es solo Hugo Chávez, su familia y amigos. El chavizmo es,
fundamentalmente, un deterioro ético y moral que quebró consciencias, fracturó
principios y valores, y acercó a las fuentes del erario nacional, tanto a
personajes de cuello blanco como a choros, drogadictos y adictos a cuanto
resentimiento y mal existen.
En
Venezuela el asalto al poder del Estado ha sido un hecho que tiene sus
antecedentes y también sus mentores, asesores y financistas. No nos caigamos a
engaños. Todavía están frescas las voces e imágenes de aquellos llamados
“profetas o viudas del desastre” quienes en su desespero acercaron la república
al abismo de estos oscuros tiempos. Van desde Núñez Tenorio, Ernesto Mayz
Vallenilla, Arturo Uslar Pietri, Ramón Escobar Salóm, hasta José Vicente
Rangel, Guillermo García Ponce, William Izarra, Luis Britto García, Carlos
Escarrá, Muller Rojas, Alí Rodríguez Araque, Luis Miquelena, entre un largo etcétera
de cursilería y bobalicones, (-sin olvidar los tarifados asesores extranjeros,
con Lucas Estrella y su Oráculo del guerrero, además de los brujos, santeros y
paleros), así como los medios de comunicación de radio, televisión y prensa,
quienes fabricaron a este frankenstein que ha sido Chávez y el chavizmo.
Especie de ideología de la marginalidad, salida de un izquierdismo líquido
(-usando los principios del profesor Zygmunt Bauman) putrefacto y desquiciado.
Por
eso, cuando se intente reflexionar y relatar la historia política de la
Venezuela de fines de siglo XX y principios del XXI, habrá que ser objetivo y
honesto para colocar en su justo sitio a estos y otros personajes. Muchos de
ellos todavía vivos y quienes disfrutan de los beneficios del actual régimen de
Estado.
No
olvidemos nunca que Chávez y el chavizmo son una construcción de las malas
políticas de los gobiernos, en la mal llamada IV república. El chavizmo
pertenece, como pensamiento arribista y de facilismo e izquierdismo Disney, al
compadrazgo político de la tradición adeco-copeyana. Mientras el madurismo sí
es hechura nueva, del siglo XXI, en su versión política degenerada y perversa
del chavizmo.
Porque
no se puede contar la historia de este terrible drama venezolano que padecemos,
con documentales y libros sesgados, sin base histórica y con medias verdades,
como el llamado “Chavismo: la peste del siglo XXI”, por ejemplo. O de medios de
comunicación, y hasta banqueros, quienes pretenden ahora que se les obvie su
participación en la implantación de esta perversidad de régimen totalitario que
nos está devorando a todos.
El
soporte ideológico del chavizmo y del madurismo no son ni Marx, ni Engels ni
Lenin ni Mao. Ni tampoco el Che ni Fidel Castro. La verdad, la realidad está
indicando que esta es una pantalla para esconder, usando la ilusión de las
bellas palabras edulcorantes de los siempre acomodados izquierdistas
venezolanos (-la izquierda Disney), la podredumbre de la marginalidad del
delito de pandillas organizadas, en bandas y megabandas de asesinos y
delincuentes, quienes ordenan desde las cárceles, partidos políticos, cuarteles
y centros estratégicos como Miraflores o Fuerte Tiuna, usando una descomunal
propaganda de Estado, donde se difunde un bien orquestado plan de la patria,
como disfraz izquierdista para adecentar la perversidad y obscenidad de lo que
en realidad significa esto llamado chavizmo.
Porque
el deterioro del Estado no es un hecho fortuito. Todo. Absolutamente todo ha
sido diseñado hace años, con otros nombres y otros actores. Lo que se ejecuta
es un libreto. Los actores pueden muy bien ser sustituidos. Incluso el actual
presidente, ministro de la defensa o cualquier otro gobernador, diputado o
concejal. Estamos frente a un “sistema de régimen” totalitario que es más
complejo y perverso que una tradicional dictadura.
La
aberración de autoridad de Estado que se vive es algo inédito en el mundo. No
hay comparación con otras experiencias vividas en sociedades que han sido
sometidas a vejámenes, humillaciones y violaciones sistemáticas de sus derechos
humanos básicos. Venezuela es un caso único.
Me
atrevo a señalar que el uso del pensamiento marginal hecho Estado sería algo
novedoso. Otra señal lo comporta la participación de bandas de delincuentes al
frente de la administración del Estado y sus instituciones. Además de la
práctica del delito y su depravación, de manera cuasi formal, como virtud para
el ascenso en la administración del Estado.
Por
ello indicamos que el deterioro generalizado de la república y su sociedad,
como política de Estado, son una planificación que a lo largo de los años está
siendo exitoso. Su mejor logro han sido los cientos de miles de muertos,
prisioneros, torturados, desaparecidos y los millones de venezolanos que han
emigrado.
Venezuela
hoy no es un país. Es un descomunal y gigantesco campo de concentración
sometido a un diario y permanente deterioro. Tanto material, físico como
psicológico y espiritual. De sobrevivir, vamos a padecer por varias
generaciones de un daño permanente e irreversible, tanto en nuestros organismos
físico-mentales, como en nuestro medio ambiente absolutamente contaminado.
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