Por S:D:B: Alejandro Moreno
Cuando se escribe la palabra
pueblo y, sobre todo, cuando se pretende que ella tenga un contenido concreto,
que evoque, si no toda la humanidad de una nación, por lo menos un sector
representativo de ella, que no sea un puro sonido de la voz, un simple dibujo
de letras o un impreciso complejo de confusas y vagas imágenes, lo mejor que se
puede hacer es referirse a las prácticas de vida que con ella se quiere
significar. Creo que ha sido Ortega el que ha pensado la cultura precisamente
como el modo propio y particular que tiene un pueblo de habérselas con el
mundo. Y habérselas es un verbo castellano difícilmente traducible a otros
idiomas porque dice en un solo vocablo todo el complejo integrado de lo que
constituye cómo un grupo humano piensa, siente y práctica, esto es hace y se
hace, la realidad toda en la que concretamente vive y se vive.
Así, pueblo es una manera
total de hacer humanidad, mundo, vida y sociedad. Por eso cuando pretendemos
referirnos en serio al pueblo venezolano, no nos queda otro camino que
in-vivirlo, esto es, vivir por dentro su vida. Ello implica despojarse. El que
nació y vivió, se formó, en otro pueblo, el que tuvo que habérselas desde el
nacimiento con otra realidad, encuentra difícil ese despojo y por eso suele
recurrir al juicio desde fuera, a la observación fácilmente prejuiciada por el
mundo del que procede y, con mucha frecuencia, al otro lo convierte en ficción
tanto si lo sobrestima como si lo desvaloriza.
Esto también le puede
suceder, y de hecho le sucede, a quien, habiendo desde siempre pertenecido a
nuestro propio pueblo, de él, de su propio sentido, se ha alejado a
consecuencia de gran variedad de causas tales como: una educación sobrevenida,
asunción de valores externos y hasta disgusto de lo propio percibido como humillante.
Por esto, muchas veces
encontramos en nuestro país una distorsión en la percepción de nuestra realidad
humana que nos lleva a pensar en una ruptura tajante y peligrosa entre
venezolanos: los que se identifican con una forma de vida para ellos superior,
la moderna, y los que practican la propia forma de vida del pueblo, esa en la
que, como me dijo una vez un ilustre profesor, “está recontracondensado lo que
habría que negar”.
¿Llegará el día en que
lograremos que estos dos sectores dejen de negarse el uno al otro y confluyan
en una profunda estima sintiéndose, percibiéndose y viviéndose de verdad como
un solo y mismo pueblo?
Solo estimándonos,
valorizándonos y amándonos sin distinciones, podremos formar juntos la unión
que nos liberará.
ciporama@gmail.com
19-06-18
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