Por Gregorio Salazar
Si por lo que se difunde a
través de los medios audiovisuales juzgáramos, se diría que el gobierno de
Maduro busca adentrarse en un nuevo estado de confort político. Sólo en ese
terreno, que en lo económico la nueva señal de derrumbe ha sido el bajonazo de
$ 500 millones de las reservas internacionales, ahora ubicadas en $ 8.836
millones, su nivel más bajo en 24 años, mientras que el default ya es una
realidad.
En lo político los movimientos
indican que actúa como si se sintiera afianzado, sin estorbos internos a la
vista, una vez que ha logrado arrinconar a la oposición, una parte de ella
derrotada electoralmente, la otra desmovilizada y ambas distanciadas. El
pueblo opositor, aturdido y desconcertado, no responde a los llamados de calle.
Maduro también ha podido desmontar las conspiraciones militares de las últimas
semanas. Conspiraciones, dicho sea de paso, que se vienen entretejiendo cada
vez con mayor frecuencia.
Ante ese panorama y teniendo
asegurado en teoría un nuevo mandato hasta el 2025, Maduro se ha permitido
acometer la liberación de presos políticos. La iniciativa de una amnistía que
partió de la oposición representada en la Asamblea Nacional y fue bloqueada a
troche y moche en los primeros meses del 2016 ahora ha sido asumida y
administrada por Maduro reelecto, si bien mantiene en prisión al más
emblemático de esos detenidos, Leopoldo López.
Mediáticamente, insistimos, el
régimen busca ganar terreno y orienta su mensaje propagandístico hacia la total
apropiación de conceptos como la paz, el diálogo y la vocación electoral y
democrática. Demócratas son ellos, que supuestamente creen en esas herramientas
las convocan y las ejercen. La oposición, se pregona, sólo cree en el atajo de
la violencia y ahora la busca desesperadamente por la vía de una intervención
extranjera. Mensaje insistente y repetitivo que las más de las veces queda sin
respuesta, por omisión de la oposición, pero también por el hegemónico
copamiento mediático.
En verdad, el gobierno se dice
pacifista, pero si la población se lanzó a la calle durante varios meses del
2017 fue porque la cúpula roja cerró arbitrariamente la salida revocatoria de
Maduro en 2016 y luego rompió el hilo constitucional al pretender sustituir la
AN con el TSJ en 2017. De esas protestas salió la mayoría de los detenidos que
ahora fueron dejados en libertad condicional, previa presentación obligada ante
las cabezas de la constituyente espuria.
Se hace lenguas del diálogo,
pero enseguida sataniza a los otros actores (luciferes que moran en un
infierno, dice), con lo cual potencia el rechazo de los opositores más
radicales hacia los partidos que participan de esas de conversaciones.
En la mesa hace lo imposible
para que no fructifique. Y en el campo electoral es harto conocido dentro y
fuera de Venezuela el sometimiento del Consejo Nacional Electoral a los
dictados del régimen y el ventajismo apabullante con el cual se sirve de todos
los recursos económicos e institucionales del Estado. Actuación evidentemente
delictual a la que nadie ha podido poner coto hasta ahora.
En ese plan de
“normalización”, ahora “renueva” su gabinete, especie de convidados ocasionales
donde nadie calienta asiento y adonde para llegar no se necesita saber de nada
ni ser expertos en algo, sino simplemente venir a accionar como incondicionales
operadores políticos. Historia conocida: un elenco que saldrá de allí sin
resolver ningún problema igual que lo hicieron sus antecesores.
En esta nueva etapa, como en
la anterior la “revolución” se empeña en levantar su casa sobre un tremedal. En
los tiempos de bonanza petrolera la velocidad con la que crecía ese castillo de
naipes era mayor que la velocidad de hundimiento. Hoy los términos se han
invertido y la precaria estructura que asoma sobre el pantano se hunde con
mayor rapidez que la popa fracturada en la última hora de Titanic. En un
país arrasado por el fracaso económico donde ha perdido sentido trabajar,
invertir, estudiar y la vida toda se ha hecho imposible el hundimiento final
será inevitable.
17-06-18
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