Por Emiro Rotundo Paúl
Las pensiones de jubilación en
Venezuela se perdieron. Se disolvieron como la sal en el agua. Toda una vida de
aportes al Instituto de los Seguros Sociales y a los planes privados de
jubilación de las empresas y de los institutos autónomos de la administración
pública, como las universidades nacionales, se fueron por los albañales de la
hiperinflación en los últimos dos años. La llamada “edad dorada” se ha
convertido en una edad negra y miserable.
La pensión de jubilado de un
profesor universitario titular, que hace algunas décadas antes era de
aproximadamente 3.000 dólares, con los que se podía vivir dignamente, ahorrar,
viajar de vez en cuando, comprar una botella de vino ocasionalmente, ir una o
dos veces mensuales a un restaurante, acudir al médico, hacerse exámenes de
laboratorio y comprar medicinas, hoy no alcanza ni siquiera para comprar un
kilo de carne, un kilo de café o un kilo de queso amarillo.
Los ahorros, que aseguraban
una cierta seguridad para los casos de emergencia, se van evaporado rápidamente
y la independencia económica de las personas de la tercera edad está siendo
reemplazada por una vergonzosa dependencia en relación con aquellos familiares
que pudieron escapar de la tragedia, viven en el exterior y tienen acceso a
divisas fuertes como dólares, euros y libras esterlinas.
Esta visión de nuestra triste
realidad actual no pasó nunca por nuestras mentes cuando sacrificábamos nuestros
mejores años juveniles en las universidades e institutos tecnológicos
formándonos para afrontar la vida de una manera digna y segura en un país
respetable, democrático y moderno y no en la porquería en la que la han
convertido a Venezuela Maduro, Diosdado, los hermanos Rodríguez y la cúpula
podrida de las fuerzas armadas.
Lo que nos ha caído encima es
una maldición no devenida por razones de fuerza mayor, una guerra, una
catástrofe natural o un agotamiento de nuestros recursos naturales, sino por el
advenimiento en hora infortunada de una pandilla de militares y civiles
incapacitados para conducir eficientemente el país, que mediante el secuestro
de las armas de la República, la malversación de la inmensa renta petrolera de
la que han dispuesto, la desvergonzada manipulación de las masas incultas e
ingenuas y la corrupción generalizada, han secuestrado el poder, violando la
Constitución y las leyes, para destruir el país en nombre de una “revolución”
calcada en la desgracia cubana y reproducida con agravantes en nuestra
desafortunada nación.
28-06-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico