Luis Manuel Esculpi 26 de junio de 2018
Así se
titulaba una antigua serie de televisión cuyos protagonistas era una pareja que
vestía elegantemente y hacía gala de un fino humor. Él un agente británico que
usaba sombreo y paragua permanente, junto a la dama que vestía botas de cuero y
lo acompañaba principalmente Diana Ross resolvían las complicadas tramas de los
crímenes que investigaban.
La
popular serie se trasmitía en la mayoría de los países de América y Europa,
incluso se hicieron tiras cómicas e hizo famosos a las marcas de los lujosos
carros de carrera que exhibían.
Más
recientemente, el año pasado, un conocido canal de TV europea y en algunos
países latinoamericanos, los jóvenes han podido conocer varios de los capítulos
de la otrora famosa serie televisiva.
Mientras
veía el programa de José Vicente con Delcy Rodríguez, vino a mi memoria por
razones absolutamente distintas a las aducidas por la entrevistada, quizás
inconscientemente porque escribo el domingo por la noche, hora en que se
trasmitía la serie y porque la sorprendente declaración de la Vicepresidenta,
me podía servir para titular mi artículo semanal.
En el
programa dominical ante su condescendiente entrevistador comentando el terrible
asesinato de su padre reiteró en varias oportunidades, nuestra venganza
personal es estar en revolución, ante una pregunta respondió que habían sido
educados en el amor y que una “revolución humana”, no podía basarse en el odio.
Más allá de la evidente contradicción de hablar de venganza personal y de
fundamentarla en el amor, la vicepresidenta una de las veces que aludió a la
venganza, quizás para suavizar la afirmación se refirió al poema de Tomas
Borges, el líder de la revolución Sandinista titulado también Mi venganza
personal.
Pareciera
ser cierta, ya que sus adversarios en el FSLN la reconocían como verdadera, la
anécdota según la cual ese poema se inspiró en la visita a unos presos
capturados después de la caída de Somoza, donde se encontró con uno de sus
torturadores a quien le dijo: “Vos me torturaste, mi venganza personal será
perdonarte”. Falta saber si ese personaje que prácticamente se retiró de la
política activa con el cargo de embajador, hoy de estar vivo, respaldaría la
salvaje represión desatada por Daniel Ortega o la rechazaría como la mayoría de
quienes dirigieron la lucha contra Somoza.
Lo
cierto es que la tragedia que hoy sufrimos los venezolanos no tienen nada que
ver con los versos del citado poema que comienza así: ” Mi venganza personal
será el derecho / de tus hijos a la escuela y a las flores / mi venganza
personal será entregarte/ este canto florecido y sin temores”.
O esta
otra estrofa: (3) ” Mi venganza personal será decirte buenos días, sin mendigos
en la calle /cuando en vez de encarcelarte te proponga / que sacudas la
tristeza de los ojos”
La
“venganza” en Venezuela se manifiesta con el empobrecimiento generalizado,
familias enteras hurgando en la basura para alimentarse, compatriotas que huyen
del país buscando mejores condiciones de vida en otros lares, crece
exponencialmente la deserción escolar, la mirada entristecida caracteriza a los
venezolanos de este tiempo, el régimen viola constantemente los derechos
humanos, existen varios centenares de presos políticos y las denuncias de
torturas aumentan día a día
Los
que se asumen como modernos vengadores no poseen ni la elegancia, ni el
refinado humor de los personajes de la serie de TV, tampoco el talante que al
menos en la palabra empleó el dirigente nicaragüense exhibe en su poema, mucho
menos el gesto magnánimo que relata la anécdota de su encuentro con los
prisioneros. La cúpula gobernante está muy distante de reproducir en la palabra
y en los hechos el comportamiento que predican. Suele ocurrir a menudo con
aquellas revoluciones donde se levantan unas banderas para llegar al poder,
luego de alcanzado las arrían sin el menor rubor, empleando las prácticas
nefastas que antes denunciaron
Luis Manuel Esculpi
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