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miércoles, 20 de junio de 2018

Diáspora venezolana: problemas de hoy y soluciones de mañana por @TomasPaez



Por Tomás Páez


En el ADN del “socialismo del siglo XXI”, el de toda la vida, se encuentra su extraordinaria capacidad corrosiva y destructiva de todo aquello que encuentre a su paso: tejido social, institucional y económico y en particular se ensaña y arrasa con el sistema de libertades y con la democracia liberal. Allí donde se ha instalado demuestra que es una máquina que produce miseria y éxodo humano. Lo hace con mucho encono a sus ciudadanos y al país al que devastan. En la medida en que el modelo agudiza el empobrecimiento de todos, en esa misma medidas catapulta el flujo migratorio que crecerá con un ritmo trepidante, indetenible.

El modelo venezolano, además de las características generales, posee rasgos propios. Por ejemplo, el régimen sustituyó el término “vendepatria” por el de “regalapatria”, única forma de explicar que Venezuela le garantice a la dictadura cubana el suministro religioso del petróleo mientras que en el país campean a sus anchas el hambre, la desnutrición y la crisis humanitaria.

La reciente decisión de la OEA lo expresa muy claramente al desconocer a un régimen que se autoproclamó en medio de una burda farsa electoral, y manifiesta su preocupación porque en Venezuela la democracia en una ficción. En la exposición de motivos de la organización, los países plasman su angustia por el severo retroceso de Venezuela en todos los ámbitos y su aflicción por la honda crisis humanitaria que ya ha cobrado la vida de los venezolanos.

Esa descomposición del país que se recoge en la citada declaración, engloba la respuesta a por qué el flujo migratorio se ha intensificado en los 2 últimos años, periodo en el que alcanzó la cifra de 1.800.000 venezolanos. Buscan en los países vecinos y fronterizos las medicinas, los alimentos y las divisas que su país les niega. Este número se suma a 1.600.000 que había emigrado entre 1999-2015.

El contexto en el que se produce este indetenible fenómeno migratorio, una hiperinflación que aumenta minuto a minuto, en medio de una aguda escasez de todo, incluidas las vacunas convencionales, y en medio de un empobrecimiento generalizado de toda la sociedad, le imprime a este características particulares y convierte la diáspora venezolana en un asunto prioritario para todo el subcontinente.


A los países de la región que han sentido el impacto de ese inmenso desplazamiento no les es ajena la gravedad de la situación que el régimen venezolano está creando a los venezolanos, y la conciencia de la crisis los lleva a ratificar su disposición de seguir apoyando el éxodo venezolano. Han hecho estudios pormenorizados de la diáspora con el objeto de facilitar su integración en el país de acogida. Este compromiso de los países vecinos hace que resulte más indignante aún la actitud del régimen venezolano que expresa odio hacia sus ciudadanos, ni siquiera es capaz de conmoverse frente a la trágica situación del país, de la cual son absolutos responsables. El profundo encono y resentimiento que alberga el gobierno lo resume una frase dicha por algunos de sus voceros: “Este país (Venezuela) me debe mucho”, nadie sabe a cuenta de qué.

Es realmente encomiable la voluntad y resolución con la que los países vecinos atienden un flujo migratorio de tan extraordinarias dimensiones. Pese a su determinación se enfrentan a las dificultades y a sus restricciones económicas, lo que hace difícil que puedan encarar este fenómeno migratorio de manera aislada. Es un desafío que no se soluciona con ocurrencias. La gestión de esta complejidad requiere el concurso de países, y organismos internacionales y además con relativa urgencia.

En tal sentido, son oportunas las disposiciones de la conferencia global sobre financiación del desarrollo que incluye un mandato dirigido a proteger a los refugiados e inmigrantes con el objeto de disminuir la presión y contribuir a que se respeten los derechos humanos y las libertades fundamentales, que se evite la explotación y la discriminación y se permita el acceso a los servicios básicos fundamentales. La decisión facilita la convocatoria de la ayuda internacional tanto en los efectos que produce la diáspora como en la necesidad de atacar las causas y revertir las condiciones que estimulan el éxodo de los venezolanos allí donde se origina.

Los impactos de la diáspora en los países de destino son tan diversos como plurales las características de quienes migran; sin embargo, comparten ciertos rasgos comunes. Los migrantes son parte de una sociedad absolutamente empobrecida y con muy escasos recursos para movilizarse. Muchos no han sido vacunados porque Venezuela carece de vacunas lo que constituye un riesgo epidemiológico para la región.

La diáspora está compuesta por emprendedores que invierten, crean riqueza y empleo y por personas con experiencia profesional y formación que contribuye al desarrollo de las empresas en todos los sectores de la actividad económica. Su capacidad les permite hacer aportes en los ámbitos de la investigación, la innovación, el desarrollo tecnológico y la formación de capital humano en los países de acogida o como empleado o trabajador por cuenta propia. Además, la diáspora está fraguando una nueva geografía de Venezuela cuyo análisis y explicación hace que resulte insuficiente el viejo enfoque de nación, y ello repercute en el ámbito de la política.

Quienes emigran aportan y adquieren nuevas competencias y habilidades, acceden a nuevas tecnologías y establecen nuevas relaciones y nuevas redes que serán de mucha utilidad para el migrante mismo y para los países de acogida y de origen. El masivo éxodo venezolano, por los efectos que genera, es un gran desafío para los países de la región que sienten su impacto, crea los problemas de hoy y las soluciones de mañana.

El hecho de que produce impactos y al mismo tiempo abre nuevas oportunidades que benefician a todos los agentes que participan del proceso: migrante y países de acogida y de origen, requiere otra mirada del fenómeno migratorio. Es necesaria una nueva perspectiva para diseñar estrategias y políticas públicas dirigidas a atender los efectos del flujo migratorio que, como hemos dicho, requiere la participación de países y organismos internacionales (OIT, ONU, CAF, BID, Cáritas, etc.) y al mismo tiempo considerar las oportunidades que abren los migrantes, sus organizaciones y redes, su know-how para el beneficio de todos. En el diseño y ejecución de la estrategia es necesario incluir a otros atores como: universidades, gremios empresariales, centros de investigación, gobiernos locales y regionales, ONG, etc.

La nueva geografía venezolana favorece la integración entre países, estimula la conexión y la puesta en marcha de proyectos conjuntos, alianzas estratégicas, joint ventures e impulsa la integración regional. Los migrantes y sus organizaciones se convierten en conectores de recursos (humanos, tecnológicos, financieros, comerciales) para contribuir al desarrollo de todos los involucrados.

Para reconstruir el país serán necesarios muchas inversiones, muchos proyectos y mucho esfuerzo, pues el deslave y el retroceso que se ha producido en estos 19 años han sido brutales. Los daños que la dictadura ha ocasionado son inconmensurables y recuperar el tiempo perdido demanda la activa participación de los organismos multilaterales, de nuevas tecnologías, recuperar el tejido social y la calidad de la interacción humana, la confianza y las libertades.

Lo ha malogrado todo: individuo, familia, interacción social, infraestructura, instituciones, economía, servicios, ambiente y que el lector agregue lo que con seguridad falta. Lo poco que ha podido quedar en pie se lo debemos al muro de contención que han erigido los defensores de la libertad y la democracia, cada vez más perseguidos, acorralados y limitados en su accionar.

La recuperación de la democracia y el inicio del proceso de reconstrucción del país se transforman en una convocatoria a la inversión privada nacional e internacional, a la movilización de recursos y proyectos en la región y el mundo. En ese terreno las redes de la diáspora se suman a las que existen en el país. La agenda de trabajo es muy amplia: la seguridad social convertida en letra muerta, la modernización del sistema judicial, la recuperación de la cultura del trabajo y la mejora en el ámbito de las relaciones laborales, la creación de infraestructura, la recuperación de la educación y la salud y los servicios elementales de agua, transporte, electricidad y gas.

Todos estos son temas de interés para gobiernos, instituciones y empresas del subcontinente y el mundo, y allí la diáspora tiene reservado un importante papel, que ya está desempeñando. La honda crisis venezolana, cuando recuperemos la democracia y se inicie el proceso de reconstrucción, se convertirá en una gran oportunidad para el desarrollo regional, y la diáspora, en uno de los puentes de oro para facilitar ese proceso: convierte los problemas de hoy en soluciones de mañana.

19-06-18




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