Por Antonio Ecarri Bolívar
Aquí no hay ninguna
conspiración militar, que se sepa, por ahora, sino una indignación generalizada
en toda Venezuela por los niveles de hiperinflación que están matando de hambre
a la población en general; y los integrantes de la Fuerza Armada, excepción
hecha de los altos mandos consentidos por el régimen, no pueden ser la
excepción. Y la razón es muy sencilla: sus mujeres hacen mercado y regresan a
sus casas con las bolsas del mercado casi vacías y los bolsillos exhaustos, así
reciban pírricos aumentos que naufragan en la inflación.
Las bolas que se corren, en
los medios alternativos y redes sociales, dan cuenta de ese malestar en los cuarteles,
porque existe indignación cuando se ve tan poca gente usufructuando las mieles
del poder y una inmensa mayoría pasando las peores penurias, incluyendo esa
execrable y miserable humillación que significa hurgar en la basura para poder
comer. Policías y soldados también han sido vistos en esa deleznable
circunstancia, para poder calmar su básica necesidad de sustento. Tampoco ellos
podían ser la excepción.
Sin embargo, lo que más
indigna a sectores civiles y militares es ver a una minoría que se cree dueña y
señora de Venezuela y que ha constituido una nueva clase social
capitalista, gracias a la paradoja de haber estatizado empresas que han
fracasado, pero hecho ricos a sus detentadores.
Enrique Krauze, el analista e
historiador mexicano, en su enjundioso trabajo El poder y el
delirio (Caracas 2008), dice que esa tendencia nos viene del viejo
“patrimonialismo” español. Oigámosle: “En la vieja España no se veía mal la
venta de puestos públicos en beneficio de la Corona. Tras la Independencia, los
caudillos repartían tierras y se quedaban con las haciendas. En su esencia
patrimonialista, la nueva corrupción no es, pues, muy distinta a la antigua
disposición «legítima» de bienes públicos como propiedad privada. Pero la
corrupción es también un fenómeno moderno, presente en todas las sociedades,
aunque más frecuente en las estatistas, proclive a la opacidad de los asuntos
públicos: nada ayuda más al surgimiento y consolidación de una nueva clase
«capitalista» que las oportunidades de una economía en proceso de estatización.
Ahí se da, en la Venezuela actual, la verdadera acumulación primaria del
capital. Vienen de regreso los privilegios y fueros de la casta militar, la
vuelta al mercantilismo y a la monoproducción. Ayer el oro y la plata, hoy el
petróleo. Ya vendrá el desengaño”.
Y el desengaño llegó, porque
quienes conquistaron los privilegios y fueros de la casta militar hoy son
minoría. Es que además de este grupo, existen otros tres sectores que están
sustentando al régimen, pero muy problematizados: los herederos de la vieja
izquierda, que aún creen, de manera absurda y demodé, en las posibilidades del
socialismo radical, pero que no los han dejado medrar en el poder (cada vez
menos gente se agrupa allí); en segundo lugar, los logreros que alcanzaron el
objetivo de enriquecerse y hoy ven cómo languidecen sus “ahorros y
pertenencias”, porque la hiperinflación se los comen; y por último, los que
creían que les había llegado el turno en la piñata, pero se han dado cuenta de
que la botija está vacía. Todos frustrados, menos los primeros ya
mencionados.
Quienes detentan el poder se
encuentran con otra paradoja: el primer grupo, quienes se lucraron
groseramente, no quieren perder nada, ni sus privilegios ni su dinero con un
comunismo trasnochado que pretenda expropiarles lo conseguido. El General
Hambre, entonces, está representado por todos aquellos que se sienten excluidos
del botín. ¿Cómo frenar a ese señor general en jefe del descontento? Cambiando
la política económica, no con paños calientes y aumentos de sueldo epilépticos,
sino en un giro de 180 grados que pueda devolver la confianza y la seguridad
económica perdidas.
Lo lamentable es que la
rectificación no se ve por ninguna parte. No hay peor ciego que el que detenta
el poder, porque solo oye a los alabarderos y no a quienes alertamos lo que
está por pasar. A lo mejor, al General Hambre sí lo oirán cuando, ojalá que no,
sea demasiado tarde.
29-06-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico