Simón García 29 de junio de 2018
@garciasim
Falcón
no dividió a la MUD. Ella se fragmentó porque se quebró el consenso, al menos
sobre uno de sus componentes, estratégico definido como pacífico, democrático,
constitucional y electoral. Antes Vente y ABP se habían separado para promover
la destitución de Maduro. A la MUD la dividió una disyuntiva: votar o no votar.
La realidad es que hoy no expresa a toda la oposición.
Pasó
el 20 de mayo y el régimen continúa consolidando un escenario crítico para el
país y desfavorable para toda la oposición. Allí destacan:
1. Acentuación de la destrucción de la economía
y aumento de las calamidades sociales de una población inerme.
2. Manifiesta incapacidad del régimen para
prestar servicios como agua, electricidad, aseo, transporte o seguridad.
3. Derrumbe programado del sector universitario
y de la salud, desatendiendo salario y HCM de su personal, equipos, dotación de
insumos y asignación de recursos indispensables para cumplir sus misiones.
4. Desbordamiento de la hiperinflación y
pulverización del derecho a comer.
5. Aparición de protestas de sectores
organizados para defender sus condiciones de vida, proteger los derechos de sus
usuarios y exigir soluciones gubernamentales.
6. Profundización de la hegemonía
gubernamental, mayor control sobre la sociedad y represión selectiva contra
disidentes y opositores.
7. Oposición en modo pausa, que suscita
descontento en su base social de sustentación, que ignora los efectos negativos
de la división y carece de un plan para encontrarse con el país descontento.
No hay
que ignorar los indicios de un malestar de la ciudadanía de a pie con partidos
y dirigentes opositores. Sigue mermando la identificación de la población con
la oposición. Aumentan los que no se sienten representados por ninguno de los
dos grandes polos en pugna. Irrumpe una onda que alienta generar acciones
opositoras al margen de partidos, diputados y dirigentes del cambio. Una
reacción de desafiliación emocional con el liderazgo conocido despunta,
incluso, en la base militante de los partidos.
Otra
tendencia que está tomando cuerpo es la percepción de que no hay nada que
hacer. Se insinúa un preocupante desarme espiritual de una oposición que se
protegerá en sus casas, adaptará su desesperanza a sus vidas privadas o irá a
engrosar la diáspora. Nadie sabe que puede ocurrir, como no se sabía el 22 de
enero del 58, pero el clima de incertidumbre esta tendiendo la alfombra hacia
los seis años.
Frente
a estas perspectivas, poco claras, la pregunta que da vueltas en nuestras
reservas democráticas es ¿qué hacer? La ausencia de respuestas indiscutibles
presiona a la disposición para reflexionar y hacer valer el análisis crítico de
las conductas asumidas por la oposición y acometer rectificaciones, pagando los
costos de los cambios de opinión, que seguramente habría que hacer.
Un
punto de partida es reencontrar la unidad renovándola. Explorar hasta donde
puede llegar una estrategia común y los límites para diferencias que no afecten
un objetivo principal: abrir cambios vía una transición negociada o desarrollar
un enfrentamiento frontal que conduzca al derrocamiento de Maduro.
Dos
opciones con margen de conciliación muy estrecho y que determinan el contenido
de la Unidad. O se corta la soga de la unidad ilusoria en el cuello de la
oposición o se salta del taburete.
Simón
García
@garciasim
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