Por Johanna Pérez Daza
En los últimos años festejar
algo en Venezuela es, cuando menos, una osadía emocional distanciada de falsas
culpas, punzantes remordimientos y mordaces acusaciones. No obstante, los
días especiales permiten hacer una revisión sobre aquello que se celebra. Por
eso, el día del periodista plantea algunas discusiones sobre los motivos para
festejar —o no— este día en conmemoración de aquel 27 de junio de 1818,
fecha en la se editara el primer número del Correo del Orinoco por iniciativa
de El Libertador, Simón Bolívar, quien intuía la fuerza de la prensa y su
impacto en los procesos políticos.
Miedos y tentaciones
El ejercicio periodístico se
ha caracterizado históricamente por actos cargados de valentía y compromiso
social en el más puro sentido de las palabras; de gestos nobles y audaces, que
han adjetivado y complementado al periodismo informativo y devenido en otras
modalidades: (ciudadano, de soluciones, comunitario, narrativo, de
investigación, de datos, gonzo, de inmersión… ) conformando una larga
lista, tan variada como las ganas de muchos profesionales de transformarse de
Clark Kent en Superman, a pesar de la no menos extensa lista de miedos y
temores justificados: a presiones editoriales y políticas que mutilan y
cercenan; a amenazas y riesgos a los que se exponen alcanzando, incluso, a su
grupo familiar; a las trampas leguleyas que buscan imponer el control, la
censura y la autocensura; a las sanciones morales que magnifican cualquier
error y eclipsan todo esfuerzo; a sumar las terribles estadísticas (de
asesinados, agredidos, encarcelados, o cuando menos, desempleados).
En la otra acera, la tentación
de la portada y el rating de periodistas estrellas, empeñados en ser la parte
llamativa de la noticia, en aparecer en ella, en fundirse con la política o con
el espectáculo, en diluir su esencia de “testigo incómodo” y mutar a celebridad
complaciente, sacrificando su credibilidad por el espejismo de la
popularidad, frecuentemente ingrata y pasajera.
El periodismo y los
periodistas
“El mejor oficio del mundo”,
así calificó Gabriel García Márquez al periodismo, en su discurso ante la
Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, en 1996. En 2014 el
periodismo se ubicó como “la segunda peor profesión del mundo”, según el
ranking de las mejores y peores ocupaciones que cada año publica la web de
empleo CareerCast. Para 2018 se colocaría como la tercera peor profesión. De
las palabras de El Gabo hasta acá ¿Qué cambió?
Oficio, profesión, vocación,
retos y oportunidades se mezclan en las discusiones actuales sobre el
periodismo, su presente y devenir. Unos decretan su muerte, mientras otros
exaltan su reinvención. En este contexto, convergen necesidades que
ameritan retomar las reflexiones en torno a la ética y la estética, la forma y
el fondo, la teoría y la praxis, el ser y el deber ser del periodismo.
Ante múltiples amenazas, el
periodista debe asumir nuevas responsabilidades sin descuidar viejas obligaciones
y deudas deontológicas acumuladas, reforzando los principios fundacionales de
la profesión, el valor de la verdad, la honestidad y el compromiso con las
audiencias, sin desatender retos como mayor formación y especialización,
la defensa de la democracia y las libertades, y hasta la implementación de
modelos de negocio y emprendimiento que con novedosos enfoques profundicen en
la añeja búsqueda de financiamientos que no condicionen la independencia y
vocación del periodismo.
Los periodistas no son ajenos
a la realidad, se mueven en medio de ella, respirando su aire y sintiendo su
ritmo presuroso, atravesando un doble fuego: el del trabajador y el
de ciudadano que habita este país fracturado, tan bello como inseguro,
abrumador e inestable. Al periodista también le toca sobrevivir
Motivos y Compromisos
Escudriñamos razones para
creer que el día vale la pena, que no es ofensa preguntarnos si realmente éste
es ¿el mejor oficio del mundo?
A pesar de las dificultades
sigue habiendo más y mejores periodistas que medios y miedos; muchos
siguen soñando con transformaciones que surgen de “patear la calle” y del
contacto con la gente; de correr en la misma dirección de la noticia aunque
haya peligro y riesgo; de la reflexión profunda y no del “tubazo”apremiante;
empeñados en la verificación, contrastes y diversidad de fuentes, del rigor
necesario a pesar de estar “encochinados”, en fin, del aliento vital que
impulsa el buen ejercicio periodístico, osado, sensible, comprometido, más
consciente de su subjetividad y de la inalcanzable objetividad, entendida como
“utopía irrenunciable”.
Los periodistas se adaptan a
los cambios, aprovechando la tecnología —no compitiendo con ella—
seguros de que no se puede remplazar la intuición y el olfato, el latir del
corazón y la voz interior que hace valorar las fuentes y respetar a las
audiencias, apostando por su construcción activa, creativa y crítica.
Con los años se ha fortalecido
la profesionalización, las escuelas de comunicación social y los estudios de
cuarto nivel, así como la búsqueda de un periodismo de calidad, capaz de
superar la espiral del silencio y la aguja hipodérmica dispuesta a inocular
pasividad, resignación y consumismo mediático, un periodismo que
entiende que los medios también son mediaciones, y los periodistas
profesionales pero —ante todo— ciudadanos, que hoy recuerdan que el poder
de la prensa visionado por Bolívar, efectivamente, se puede usar para librar
batallas ideológicas, así como para rescatar los valores democráticos,
informar, investigar, dudar y comprobar, incluyendo temas convenientemente
omitidos de la agenda gubernamental, para agitar las ideas, comunicar las tan
necesarias buenas noticias y ser la voz
profética que clama, anuncia y denuncia en medio del desierto que hoy
nos toca vivir.
Colegas, es oportuno insistir
y creer en nuestra profesión, mantenernos en pie, soñar, aportar y
construir. Si grande es el compromiso, mayor será la
satisfacción ¡Feliz día del periodista!
Ininco UCV
28-06-18
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