Por Piero Trepiccione
Hemos visto
como Maduro ha ordenado
la excarcelación por beneficios procesales a una lista
importante de presos políticos. Aunque lo ha hecho con todo un ritualismo
simbólico alrededor de la Asamblea Nacional Constituyente y haciendo
movimientos tácticos para seguir siendo el centro de la noticia, ha dejado muy
claro que él es quien está al mando. Esto obviamente, tiene sus repercusiones
políticas. Maduro le está diciendo a la comunidad que él sigue al mando y que
no existen posibilidades de fisuras internas que puedan comprometer su mandato.
En paralelo, ha remozado
su gabinete ejecutivo y ha colocado al frente nada más y nada menos
que a la hasta esta semana presidente de la ANC, Delcy Rodríguez,
mostrando que este ente supuestamente “plenipotenciario” y
“supraconstitucional” también está bajo su control (algo que en Venezuela es
demasiado evidente). Todas estas señales están siendo enviadas a
diferentes destinatarios para provocar reacciones y, en consecuencia,
decisiones políticas. Pero, el problema fundamental es que estas señales
parecieran ser de humo y no reunir un contenido medianamente adecuado como para
ser interpretadas con seriedad diplomática.
Maduro con el reajuste a
su gabinete prácticamente está ratificando sus políticas
públicas y económicas llevadas a cabo en los últimos 18 años. Es
decir, su modelo. Su mismo esquema de intervención estatal hasta los
tuétanos y el control férreo de la economía del país. Las más de
setecientas empresas públicas seguirán en manos
del Estado y por ende, quebradas y con limitada producción. Los
“dakazos” y sus réplicas parecidas seguirán siendo las protagonistas del
formato. Independientemente, que el propio Maduro repita hasta el cansancio
aquella célebre frase de Einstein que señalaba que “las mismas
fórmulas producen los mismos resultados”. Maduro sigue apegado a un
esquema ideológico que definitivamente no funciona en la economía,
pero insiste. Él piensa que es su manera de preservar el poder a toda
costa y no abrir compuertas por donde se puedan colar cambios esenciales en el
país.
Por lo tanto,
la comunidad internacional, los factores políticos opositores y
la amplia mayoría de los venezolanos no se comen el cuento y lo
interpretan más como “señales de humo” o su equivalente “más de lo mismo”.
Maduro se está quedando sin credibilidad para
una negociación seria que permita abrir las válvulas de escape
institucionales, la reaparición del crédito financiero
internacional y la asistencia humanitaria global. Y esto es
verdaderamente delicado para la marca política “revolución bolivariana” cuyo
destino político pudiera estar comprometido en caso de no poder convivir con
factores opositores en esquemas democráticos.
El humo se desvanece pronto y
deja en evidencia la incapacidad y el absurdo deseo de aferrarse al poder aun a
cuesta de perjudicar notablemente la cotidianidad de los venezolanos. Creo
que amplios sectores del Gobierno están estudiando otras posibilidades de
actuación política y económica. Las próximas semanas serán cruciales. Los
indicadores sociales ya están en ocho puntos porcentuales en una escala de
diez. Si Maduro no lee correctamente el estadio situacional del país, va a
correr el riesgo de ser una víctima propiciatoria tal como lo indica la
categoría de análisis de la antropología política. O lo que es lo mismo, pero
en criollo, “el chivo expiatorio”.
17-06-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico