Por Simón García
Hombre de ideas y compromisos,
el padre Luis Ugalde es inspirador del Frente Amplio y referencia clara para
explicar algunos cambios en la conducta de los partidos de la MUD. Alentó una
candidatura supra partido para las elecciones presidenciales del 20 de mayo,
pero no pudo convencer al empresario Lorenzo Mendoza. Fue pilar fundamental del
abstencionismo.
Al padre lo conocí a fines de
los 60, junto a otros admirables sacerdotes jesuitas que testimoniaban su
solidaridad con los más pobres, en un barrio de La Vega. Asistí, con Antonio
José Urbina, a varias reuniones con ellos. Caraquita Urbina era entonces el
Secretario General de la Juventud Comunista y asumió directamente una relación
que consideraba prioritaria. La actividad presagiaba el surgimiento del MAS.
En su último artículo de
prensa, el padre Ugalde se dedica, con su certera pedagogía, a opinar sobre la
ruta y los actores del cambio. Llama al debate sobre uno de los agujeros negros
de la oposición: definir hacia dónde ir y cómo.
El nudo que el ex rector de la
UCAB propone desatar debería comenzar por resolver, libre de pases de factura
inútiles, el papel que juega la abstención en la consolidación del régimen y
los márgenes de absorción que usa el poder para desnaturalizar el ejercicio del
voto.
Esclarecer estos aspectos es
prerrequisito para rescatar la eficacia de la resistencia a un poder que se
propone transitar del autoritarismo al totalitarismo.
La propuesta Ugalde merece ser
analizada abierta y críticamente para que opere como oportunidad de
aproximación entre las distintas expresiones de la oposición. Al iniciar
someramente su consideración es necesario establecer los contrastes con las
tesis expuestas en La enfermedad, el remedio y la ruta. Estas
diferencias se resumen en los tres siguientes aspectos:
La visión sobre la Gran Unidad
Nacional es restrictiva y no se corresponde con la contradicción principal que
existe entre el conjunto de la sociedad y la maraña de intereses ilegítimos que
ha confiscado ilegalmente al Estado.
Puede deducirse que se excluye a los
sectores opositores que, partiendo de la necesidad de combatir al poder
dominante tal y como es, plantean luchar en todos los tableros, incluido el
electoral. Tampoco entrarían los civiles y militares, que aun dentro del
chavismo, tienen desacuerdos con las políticas que generan la crisis y con
acentuar la imposición del modelo cubano.
La salida negociada supone un
acuerdo con factores implicados en el ejercicio inconstitucional del gobierno,
por lo que no debe descartar a priori ninguna modalidad que inicie una
transición hacia la democracia. La renuncia de Maduro es una, pero la ausencia
de presión interna y la debilidad de la oposición dejan en manos de actores
externos la forma más viable de esa posible negociación.
La renuncia de Maduro es un
buen deseo que hoy carece de las fuerzas y condiciones internas para forzarla.
Se incurre en el espejismo de proponer una política ofensiva a fuerzas de
cambio que hoy están en situación defensiva. La sustitución de la realidad por
los deseos es una de las fuentes de ilusorias y dañinas posicione extremistas.
Para decirlo sin eufemismos,
las derrotas de la oposición están empedradas por la sustitución fantasiosa de
la realidad y la reducción de la esperanza a soluciones Disney Word como la
invasión, el golpe de Estado, la insurrección popular o la inercia de la
abstención. Todas gravosas para la democracia y más costosas que movilizar,
organizar y construir una solución que combine cambios irrenunciables con la
mejor convivencia posible entre los dos proyectos que se han enfrentado en los
últimos veinte años. Esa es otra posible ruta.
17-06-18
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