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lunes, 18 de junio de 2018

La ruta del padre Ugalde por @garciasim



Por Simón García


Hombre de ideas y compromisos, el padre Luis Ugalde es inspirador del Frente Amplio y referencia clara para explicar algunos cambios en la conducta de los partidos de la MUD. Alentó una candidatura supra partido para las elecciones presidenciales del 20 de mayo, pero no pudo convencer al empresario Lorenzo Mendoza. Fue pilar fundamental del abstencionismo.

Al padre lo conocí a fines de los 60, junto a otros admirables sacerdotes jesuitas que testimoniaban su solidaridad con los más pobres, en un barrio de La Vega. Asistí, con Antonio José Urbina, a varias reuniones con ellos. Caraquita Urbina era entonces el Secretario General de la Juventud Comunista y asumió directamente una relación que consideraba prioritaria. La actividad presagiaba el surgimiento del MAS.

En su último artículo de prensa, el padre Ugalde se dedica, con su certera pedagogía, a opinar sobre la ruta y los actores del cambio. Llama al debate sobre uno de los agujeros negros de la oposición: definir hacia dónde ir y cómo.

El nudo que el ex rector de la UCAB propone desatar debería comenzar por resolver, libre de pases de factura inútiles, el papel que juega la abstención en la consolidación del régimen y los márgenes de absorción que usa el poder para desnaturalizar el ejercicio del voto.

Esclarecer estos aspectos es prerrequisito para rescatar la eficacia de la resistencia a un poder que se propone transitar del autoritarismo al totalitarismo.

La propuesta Ugalde merece ser analizada abierta y críticamente para que opere como oportunidad de aproximación entre las distintas expresiones de la oposición. Al iniciar someramente su consideración es necesario establecer los contrastes con las tesis expuestas en La enfermedad, el remedio y la ruta. Estas diferencias se resumen en los tres siguientes aspectos:

La visión sobre la Gran Unidad Nacional es restrictiva y no se corresponde con la contradicción principal que existe entre el conjunto de la sociedad y la maraña de intereses ilegítimos que ha confiscado ilegalmente al Estado. 


Puede deducirse que se excluye a los sectores opositores que, partiendo de la necesidad de combatir al poder dominante tal y como es, plantean luchar en todos los tableros, incluido el electoral. Tampoco entrarían los civiles y militares, que aun dentro del chavismo, tienen desacuerdos con las políticas que generan la crisis y con acentuar la imposición del modelo cubano.

La salida negociada supone un acuerdo con factores implicados en el ejercicio inconstitucional del gobierno, por lo que no debe descartar a priori ninguna modalidad que inicie una transición hacia la democracia. La renuncia de Maduro es una, pero la ausencia de presión interna y la debilidad de la oposición dejan en manos de actores externos la forma más viable de esa posible negociación.

La renuncia de Maduro es un buen deseo que hoy carece de las fuerzas y condiciones internas para forzarla. Se incurre en el espejismo de proponer una política ofensiva a fuerzas de cambio que hoy están en situación defensiva. La sustitución de la realidad por los deseos es una de las fuentes de ilusorias y dañinas posicione extremistas.

Para decirlo sin eufemismos, las derrotas de la oposición están empedradas por la sustitución fantasiosa de la realidad y la reducción de la esperanza a soluciones Disney Word como la invasión, el golpe de Estado, la insurrección popular o la inercia de la abstención. Todas gravosas para la democracia y más costosas que movilizar, organizar y construir una solución que combine cambios irrenunciables con la mejor convivencia posible entre los dos proyectos que se han enfrentado en los últimos veinte años. Esa es otra posible ruta.

17-06-18




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