FLORANTONIA SINGER y ALONSO MOLEIRO 24 de junio de 2018
La grave crisis económica ha golpeado el
transporte público y han empezado a proliferar las “perreras”, vehículos de
todo tipo que operan en condiciones de riesgo
Petare,
un populoso barrio al este de Caracas, es el hervidero de siempre un
lunes a las 5 de la tarde. Filas de personas se cruzan como enredaderas a la
espera de tomar un transporte que los lleve a casa. “Llegó el camión de
cochino”, dice con sorna una mujer que aplaca la espera sentada sobre la acera.
“Yo no me montó ahí, ahí roban a la gente, ahí uno se asfixia, eso es
horrible”, dice mientras una multitud se amonta tras las puertas traseras de un
camión 350 para hacer mudanzas.
Cada
quien entrega un fajo de billetes para pagar una tarifa de 15
mil bolívares (7 veces más que la autorizada por el gobierno), un
monto casi simbólico en un país hiperinflacionario pero costoso para quienes a
diario deben hacer una cola en los bancos para les entreguen apenas 10 mil
bolívares en efectivo.
Una
mujer recibe el dinero y hace entrar a los pasajeros al cajón oscuro y cerrado
del camión. Otros dos anuncian el destino a gritos en busca de más viajeros.
Darío Rivero, de 45 años, es el conductor y dueño del vehículo. En el enjambre
de crisis que padecen los venezolanos, él encontró su oportunidad. “Empecé la
semana pasada como una forma de conseguir efectivo. El camión tiene los cauchos
lisos y así no puedo hacer viajes fuera de Caracas. Y la gente necesita este
servicio porque ya no hay transporte”, dice el hombre. En 10 minutos el camión
es un amasijo gente que se sale por una de las puertas que dejan abierta para
que entre aire y se cuelguen más pasajeros. “Me golpean duro la caja para
pararme”, indica Rivero antes de hacer su quinto viaje del día.
Perreras
mortales
La
escena no es una particularidad de Petare. Se repite en toda la capital y en
ciudades de Venezuela, donde la profunda crisis económica ha dado al traste con
el parque automotor del transporte público y lo mantiene, en su mayoría, varado
por falta de repuestos. El país se está quedando sin buses y esa escasez
también ha cobrado víctimas. Camionetas pick up, camiones cava, vehículos
militares, autobuses escolares, y hasta los buses turísticos de paseo,
conocidos como “trencitos”, han pasado a sustituir al transporte formal,
severamente disminuido por la crisis. A esta nueva categoría se le ha empezado
a llamar “perreras” y en ellas viajan ahora los venezolanos.
La
semana pasada en La Yaguara un hombre cayó de uno de estos vehículos informales
y murió. No es un caso aislado. Los reportes del Comité de Usuarios del
Transporte Público dan cuenta de 26 muertes en todo el país lo que va de año
por viajar en unidades que no son aptas para el transporte de pasajeros.
Caracas
era una ciudad con 15.000 autobuses. Pero para finales del pasado, los gremios
del sector denunciaban que solo 4.000 estaban rodando. Actualmente 90% está
fuera de servicio. Aunque el transporte es un servicio público y de carácter
social, en Venezuela está en manos de cooperativas privadas, que son reguladas
por el Estado en su funcionamiento y tarifas, que han quedado completamente
desfasadas por la hiperinflación.
Pedro
Jiménez, presidente del Bloque del Suroeste que agrupa a líneas de transporte
de ese sector de la capital, advierte que la situación ha empeorado y se
agravará. “Es que ya no se trata de que no hay repuestos básicos como cauchos o
aceites, sino que no tenemos dinero para reparar la caja o un motor de un
carro”, dice el hombre de 64 años de edad, que a los 21 comenzó a manejar un
autobús y con eso levantó a su familia.
El
importe que paga un usuario por el uso de un autobús urbano está cercano a los
2 mil bolívares. Una batería cuesta 22 millones y un neumático se tasa en 300
millones de bolívares. Son muchos los transportistas que han decidido emigrar a
Chile, Ecuador o Colombia; cambiar de oficio, o dedicarse a trabajar “en
negro”, ofreciendo sus servicios por cuenta propia en zonas populares
extraurbanas a usuarios varados, a un precio mucho mayor del oficial.
La
escasez que ha generado el recorte de divisas para el sector privado por el
control de cambio ha encarecido el precio de los repuestos y de casi todos los
rubros, que se importan con dólares del mercado paralelo en cantidades que no
logran satisfacer la demanda. Solo el gobierno importa a tasa preferencial pero
también es insuficiente, pues también enfrenta una sequía de divisas producto
de la abrupta caída de la producción petrolera. “De que me sirve que el
gobierno me venda a precio preferencial 14 cauchos, si la línea en la que
trabajo hay 280 buses”, se queja Jiménez.
La
crisis del transporte obliga a muchos a irse a pie. Reina Hernández, una
pensionista de 61 años de edad es una de las que ha aprendido a moverse
caminando en una ciudad montañosa, de pocas aceras y donde las autopistas
cortan el paso en muchos sectores. “No me puedo quedar más de una hora
esperando un autobús. Me voy con zapatos deportivos y me llevo las sandalias en
la cartera si tengo que ir a una cita formal”. Para una diligencia cotidiana
puede recorrer entre 10 kilómetros o más a pie.
Cementerio
de autobuses
En La
Yaguara, en el oeste de la ciudad, funciona desde diciembre una línea de
“perreras” instalada por la propia alcaldía del municipio Libertador, a cargo
de la chavista Erika Farías. En vehículos para trasladar cuadrillas de obreros
se apretujan 60 personas, algunas sentadas y otras de pie. El servicio funciona
bajo la supervisión de personal del Metro de Caracas, que en el pasado fue un
modelo de transporte ejemplo para Latinoamérica, donde el presidente Nicolás
Maduro tuvo uno de sus primeros empleos como chofer de Metrobús, y que ahora
está sumido en el caos por la crisis económica, la falta de mantenimiento y la
corrupción.
“Trabajamos
solo en las horas pico, pero no son suficientes. Empezamos con 30 vehículos y
ya quedan 6 porque están varados por frenos u otros repuestos. Pero confiamos
en que esto va a ser temporal porque el gobierno va a traer autobuses”, dice el
supervisor de la tarde, mientras despacha uno tras otros los camiones con gente
y la fila de personas no desparece.
El
gobierno de Maduro pasó mucho tiempo negando la existencia de una crisis de
transporte. Hace unos años, para intentar paliar el problema, creó la “Misión
Transporte”. Esta semana anunció la aprobación de unos recursos para plan para
recuperar el transporte en Miranda, el estado que abarca la capital y sus
suburbios. La medida se queda corta frente a los centenares de buses que ha
comprado el Estado a través del convenio con China, el mismo que permitió que
hace tres años se instalara una fábrica de vehículos de la marca Yutong, que la
propaganda oficial vendió como las más grande de Latinoamérica, pero que no
podido paliar el déficit de unidades pues la mayoría ya está fuera de servicio.
Las
ensambladoras venezolanas de autobuses y fabricantes de autopartes, han tenido
que cerrar líneas de producción a causa de la depresión económica, mientras los
cementerios de buses rojos comprados a los chinos se multiplican en las
principales ciudades del país.
El
polémico gobernador de Carabobo, Rafael Lacava, también presentó un plan para
solventar la crisis en la región. En tiempo récord, compró decenas de autobuses
escolares de segunda mano, amarillos y con asientos de tamaño infantil, que al
ser inhabilitados en Estados Unidos por haber cumplido su tiempo de uso han
tenido una segunda vida en países pobres de Centroamérica y ahora en Venezuela.
Los autobuses llegaron y fueron exhibidos por el gobernador, pero todavía no se
han puesto en funcionamiento ni el funcionario explicó cómo los adquirió ni a
qué precio.
Los
transportistas desde el año pasado advierten que el sector está en emergencia.
“Este problema se va a agravar aún más con el paso de los días y sólo se
resolverá cuando cambie la situación política del país. El modelo económico de
Maduro es el que nos ha metido en este problema”, advierte Hugo Ocando,
presidente de otra central de choferes del oeste de Caracas.
Ante
la inflación y la escasez de repuestos es imposible a los dueños de las
unidades de transporte mantenerlas y reactivar las que tienen paradas. Pero el
gremio critica que el gobierno ha sido más ineficiente en la gestión. “Nosotros
aún tenemos autobuses de los años 60 y 70 rodando y el gobierno que las
unidades más viejas que tienen son del 2012 ya no sirven”, agrega el
transportista.
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