James Martin SJ 23 de junio de 2018
Desde
que se publicó Construyendo un Puente, un libro sobre el ministerio a Católicos
lesbianas, homosexuales, bisexuales y transgénero, me han preguntado — en
Parroquias Católicas, centros de retiro, institutos, universidades y
conferencias — algunas preguntas que se repiten una y otra vez. Las más comunes
son: “¿Qué le podemos decir a las personas homosexuales que creen que Dios los
odia?” “¿Cómo podemos ayudar a los jóvenes que se sienten tentados a suicidarse
debido a su orientación sexual?” Y “¿Qué le podemos decir a los Católicos
homosexuales y lesbianas que siente que su propia Iglesia lo ha rechazado?”
Otra
pregunta común es sobre la enseñanza oficial de la Iglesia sobre la
homosexualidad, la actividad homosexual y los matrimonios entre personas del
mismo sexo. Usualmente estas preguntas las hacen no los Católicos que
desconocen las enseñanzas de la Iglesia (ya que la mayoría de los Católicos
conocen las enseñanzas); sino más bien son hechas por Católicos que quieren
entender las bases de las enseñanzas de la Iglesia sobre estos temas.
Construyendo
un Puente intencionalmente se aleja de los problemas de la moral sexual, ya que
esperaba fomentar el diálogo centrándose en las áreas de posible coincidencia;
y la jerarquía eclesiástica y la mayoría de los Católicos lesbianas,
homosexuales, bisexuales y transgénero permaneces alejados en estos temas.
También tiene poco sentido comenzar una conversación con temas sobre los cuales
los dos lados están los más alejados. En general, el libro trata sobre el
diálogo y la oración, en lugar de teología moral. (Como sacerdote Católico,
tampoco nunca he desafiado esas enseñanzas, ni lo haré.)
Pero
para que ocurra un encuentro significativo entre la jerarquía eclesiástica y
cualquier comunidad, es útil que ambos grupos entiendan al otro tanto como sea
posible. Como lo mencioné en el libro, los buenos puentes llevan a las personas
en ambas direcciones.
Entonces
es importante preguntar: ¿Cuál es la enseñanza oficial de la Iglesia sobre
estos temas? Como un aparte, dado que el Catecismo de la Iglesia Católica, un
compendio de la enseñanza de la Iglesia sobre varios temas, no se dirige a
personas bisexuales o transgénero sino más bien a “personas homosexuales,” Me
referiré aquí a las personas homosexuales y lesbianas para ser más preciso.
La
enseñanza de la Iglesia en el más básico nivel está contenido en los
Evangelios, y más básicamente, en la revelación del amor del Padre en
Jesucristo. Así que la más fundamental de todas las enseñanzas de la Iglesia
sobre las personas homosexuales y lesbianas es esta: Dios las ama. Son hijos
amados de Dios, creados por Dios y necesitados del cuidado amoroso y
misericordia de Dios — como todos nosotros.
Además,
en su ministerio público Jesús continuamente se acercó a aquellos que se
sentían ignorados, excluidos o marginados, lo que muchos Católicos homosexuales
y lesbiana hacen. De hecho, los Católicos homosexuales, lesbianas, bisexuales y
transgénero son probablemente el grupo más marginado de la Iglesia en la
actualidad, por lo que creo que Cristo los ama con un amor especial.
Cuando
se trata de homosexuales y lesbianas, entonces los valores del Evangelio de
amor, misericordia y compasión son los pilares de toda enseñanza de la Iglesia.
Para
ese fin, es importante afirmar que, a los ojos de la Iglesia, el simple hecho
de ser homosexual o lesbiana no es un pecado — a diferencia de una creencia
generalizada, incluso entre los Católicos educados. Esta puede ser una de las
enseñanzas de la Iglesia más pobremente entendida. Regularmente me hacen
preguntas como, “¿No es pecado ser homosexual?” Pero esta no es enseñanza de la
Iglesia. En ninguna parte del Catecismo dice que simplemente ser homosexual es
un pecado. Como cualquier psicólogo o psiquiatra de buena reputación estará de
acuerdo, las personas no eligen nacer con una orientación sexual particular.
Pero
cuando la mayoría de la gente hace preguntas sobre la “enseñanza de la Iglesia”
no se refieren a esta pregunta, sino a las restricciones a la actividad
homosexual o del mismo sexo, así como también a la prohibición de matrimonio
entre personas del mismo sexo. Los actos homosexuales son, de acuerdo con el
Catecismo, “intrínsecamente desordenados” y “contrario a la ley natural.” (La
mayor parte de la atención del Catecismo a la homosexualidad está contenida en
Nos. 2357-59.) En consecuencia, la orientación homosexual (y por extensión,
cualquier orientación diferente a la heterosexualidad) se considera como
“objetivamente desordenada.”
¿De
dónde viene esta enseñanza, y qué significa? Si bien esta enseñanza tiene
algunas raíces bíblicas (Gén 19:1-29; Rom 1:24-27; 1 Cor 6:10; 1 Tm 1:10), tal
vez podamos entenderla mejor a partir de la dependencia tradicional de la
Iglesia de la Ley natural, que en sí misma estaba muy influenciada en las
escrituras de Santo Tomás de Aquino (quien se basó en Aristóteles).
La Ley
Natural se basa en la idea de que la voluntad y el plan divino de Dios para el
mundo y para la humanidad no sólo se revelan en el mundo natural, sino que son,
quizás más importantes, evidentes para la mente humana. Durante mis estudios de
filosofía, la hermana Católica que nos enseñó filosofía medieval nos dijo,
“Aquino quiere que veamos que el mundo tiene sentido.” Uno puede entender el plan
de Dios, dice Aquino, no solamente observando la naturaleza sino también usando
nuestra razón.
Podemos
comenzar con la idea Tomista de que el mundo “tiene sentido.” Desde ese punto
de partida, Aquino diría que está claro que todo está “ordenado” hacia algo. Su
telos aristotélico, o punto final, debería ser obvio tanto a nuestros ojos como
a nuestra razón. Por ejemplo, una bellota es obviamente “ordenada” para
convertirse en un roble. Un niño es “ordenado” para convertirse en un adulto.
De la misma manera, cada acto es juzgado según si está orientado adecuadamente
hacia su fin apropiado. En términos de sexualidad, todo sexo es “ordenado”
hacia lo que se llaman los fines “afectivos” (amor) y “generativos” (tener
hijos), dentro del contexto de un matrimonio.
En
consecuencia, de acuerdo con la interpretación tradicional de la Ley natural,
los actos homosexuales no están ordenados hacia esos fines específicos y por lo
que son considerados “desordenados.” Por lo tanto, “bajo ninguna circunstancia
pueden ser aprobados,” como lo señala el Catecismo. Consecuente con eso, la
orientación homosexual en sí misma es vista como un “desorden objetivo” ya que
puede llevar a actos “desordenados”.
Aquí
debemos aclarar que la frase “desorden objetivo” no se refiere a la persona
misma sino a su orientación. El término no es tampoco una descripción
psicológica, sino que proviene de la perspectiva de la filosofía y teología.
Además, no resta valor a la dignidad inherente de ningún ser humano, ya que
Dios crea a todos los seres humano iguales y buenos.
Esto
lleva a la enseñanza oficial de la Iglesia sobre la castidad para las “personas
homosexuales.” Ya que la actividad homosexual no está aprobada, la persona no
debe participar en ningún tipo de actividad sexual: “las personas homosexuales
están llamadas a la castidad.” Aquí el Catecismo quiere decir la castidad del
celibato, ya que cada persona es llamada a la expresión casta del amor —
incluso las parejas casadas. (En términos generales, la castidad, en la
enseñanza Católica, es el uso correcto de nuestra sexualidad).
El
Catecismo de la Iglesia Católica también afirma que los homosexuales y las
lesbianas puede y deben acercarse a la “perfección Cristiana” a través de la
castidad, con apoyos tales como “las virtudes del autodominio que les enseñan
la libertad interior, a veces con el apoyo de la amistad desinteresada, la
oración y la Gracia sacramental.” En otras palabras, los homosexuales y las
lesbianas, afirma el Catecismo, pueden vivir vidas santas.
De más
está decir que todas estas consideraciones descartan el matrimonio entre
personas del mismo sexo. De hecho, la enseñanza oficial de la Iglesia descarta
cualquier tipo de actividad sexual fuera del matrimonio de un hombre y una
mujer — por lo tanto, las prohibiciones de la Iglesia sobre actividades como el
sexo prematrimonial, el adulterio y la masturbación.
Pero
hay más en la enseñanza de la Iglesia sobres este tema en el Catecismo, Quizás
consciente del lenguaje filosófico y teológico especializado, la Iglesia enseña
que “todas las señales de discriminación injusta” en contra de los homosexuales
y lesbianas (de nuevo, aquí “personas homosexuales”) debe ser evitada, y los
homosexuales y lesbianas deben ser tratados con las virtudes del “respeto,
compasión y sensibilidad.” En mi experiencia, esta es la sección de la
enseñanza del Catecismo sobre la homosexualidad que es la menos conocida por la
mayoría de los Católicos.
Más
allá del Catecismo, en su reciente Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia,” el
Papa Francisco hizo tres puntos relacionados con este tema de la
homosexualidad. Primero, el Papa reiteró la oposición de la Iglesia a equiparar
el matrimonio de personas del mismo sexo con el matrimonio tradicional entre un
hombre y una mujer. Segundo, el repitió la prohibición en contra de la
“discriminación injusta.”
El
tercer punto que el Papa Francisco hace es representativo de su enfoque de la
práctica pastoral y la guía moral. El Papa Francisco observa que nosotros
debemos reconocer el bien en el trabajo en cada persona, incluso en situaciones
que no alcanzan lo que la Iglesia propone como la plenitud de vivir el
Evangelio. Él dice que Jesús espera de nosotros que entremos en la realidad de
las vidas de las personas; “acompañándolos” lo más que podamos, ayudándolos a
formar sus conciencias, el árbitro final de la toma de decisiones morales, y
alentándolos a llevar vidas fieles y santas.
Parte
de ese acompañamiento es el diálogo. Esa es una razón por la cual es importante
que las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales y transgénero entiendan la
enseñanza de la Iglesia en su totalidad — los Evangelios, la tradición de la
Ley Natural y sus raíces en el razonamiento Tomista y Aristotélico, el
Catecismo, “Amoris Laetitia” y otros documentos — en su deseo de convertirse en
buenos Católicos.
Como
se menciona en Construyendo un Puente, es importante que la Iglesia
institucional comprenda las experiencias vividas por los Católicos lesbianas,
homosexuales, bisexuales y transgénero. Es también importante que este grupo de
Católicos entienda lo que la Iglesia cree y enseña.
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