Hermann Tertsch 26 de junio de
2018
@hermanntertsch
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Sus cómplices españoles ayudaron a sembrar
terror
Nicolás
Maduro, Diosdado Cabello, Tarek El Aissami y
otros cabecillas de las bandas criminales que componen la cúpula del
régimen socialista bolivariano de Venezuela están desde ayer un poco más cerca
de un banquillo de la Corte Penal Internacional de La Haya (CPI). La cúpula de
la dictadura fue acusada en Ginebra de graves crímenes por el Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad
al Hussein. Este pidió a la CPI que «se implique» en la investigación de
gravísimos casos de violencia de las fuerzas de seguridad del Estado que se
cometen con «impunidad generalizada» contra la población. El informe relata
diversas prácticas criminales habituales por parte de policía, grupos
parapoliciales y militares y documenta ejecuciones sumarias, asesinato de
reclusos, torturas y tratos crueles e inhumanos, detenciones arbitrarias y
prácticas para aterrorizar a la población civil.
Lentamente
se acumulan los cargos por los que es de esperar que algún día habrán de
responder Maduro y sus cómplices por haber sojuzgado, destruido y saqueado
Venezuela en una labor de devastación prácticamente sin parangón en la
historia. Estas denuncias son también un mensaje a unas Fuerzas Armadas
cómplices, algunos de cuyos mandos podrían evitar compartir la suerte de Maduro
si colaboran para acabar con la pesadilla del socialismo chavista. Ni el régimen cubano fue tan devastador en
tan poco tiempo. En tres lustros ha llevado al país más rico de
Iberoamérica, con las mayores reservas de petróleo del mundo, a niveles de
miseria de Haití. Para ello ha contado con una especial colaboración de
políticos comunistas españoles. Es de desear que cuando caiga el régimen y
Maduro y sus sicarios se sienten en el banquillo en La Haya les acompañen sus
cómplices españoles que, a cambio de paquetes de dólares, ayudaron a sembrar terror,
hambre y muerte en aquel querido país hermano.
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