Por Froilán Barrios
Cuando uno escribe en este mar
de incertidumbre que es Venezuela, se pretende orientar a la comunidad, enviar
sugerencias al liderazgo político nacional que se encuentra aquí y allende los
mares; en fin, compartir con los vecinos de página de opinión propuestas
orientadas a contribuir al diseño de salidas al impasse histórico que ahoga la
condición humana en estas tierras.
Estas intenciones confrontan
en numerosas oportunidades con el genio y la figura del caudillo político, cuyo
ego en la mayoría de los casos desafía la catedral catalana de la Sagrada
Familia, que no le permite, por ser sabedores exclusivos del trajinar
institucional, bajar del pedestal y comprender la andadura de miles de
venezolanos que se debaten a diario entre la vida y la muerte, sea en nuestra
geografía o en la diáspora.
Esa estatura de deidades del
Olimpo se pone hoy a prueba ante el laberinto en que nos encontramos en nuestro
país, ocasionado por una dictadura que se otorgó a sí misma un mandato
ilegítimo e inconstitucional hasta 2025, y una mayoría de la población, cercana
hoy a 90%, que la aborrece y desea desesperadamente su salida lo más
inmediatamente posible.
En tal sentido, ¿cómo debiera
ser un desenlace factible a la crisis? Es el reto que deberían asumir las tres
facciones opositoras más relevantes, Frente Amplio Venezuela Libre (MUD),
falconismo, Soy Venezuela, que gastan más energía en descalificarse entre sí
que en la elaboración de una estrategia conjunta para superar la tragedia
nacional.
De panitas, les recomendaría
mirarse en un espejito que no sea el de Dorian Grey, y preguntarse: ¿Puedo ser
presidente de este país a partir de la fuerza política que represento?, a
sabiendas de que de aquel latiguillo partidista de voz sutil “compañeros,
simpatizantes y amigos”, solo quedan amigos y de vaina, ya que hoy los partidos
políticos son las caricaturas de otrora, sin capacidad siquiera de cubrir un
padrón electoral. Otra pregunta: ¿Puedo mantenerme en el poder a partir de mi
carisma y liderazgo? Conociendo que esas leyendas de enmantillados o
predestinados a presidentes se quedaron como el Silbón y la Sayona en el siglo
pasado. Una más: ¿Puedo solo con un país desintegrado, saqueado, pervertido por
un régimen criminal que lo ha desmoralizado a punta de carnet de la patria,
bonos festivos contrarios a la cultura del trabajo?
Si las urgencias que sufrimos
no le permiten ver a la oposición la necesidad de reunirse y tener que
soportarse, aun cuando no escatiman esfuerzo alguno para tildarse de
colaboracionistas, abstencionistas, capituladores y templarios, vayamos a otras
latitudes donde divergencias mayores no fueron obstáculo para salir del tirano
Augusto Pinochet, cuando el Partido Socialista de Clodomiro Almeyda, el Partido
Demócrata Cristiano de Patricio Aylwin y el MAPU, entre otros, echaron a un
lado sus enfrentamientos y formaron la Concertación de Partidos por la
Democracia que cambió la historia de Chile (30/07/1988), mediante plebiscito
que marcó la caída del dictador y la reconquista de la democracia hasta hoy.
Por tanto, es la hora de las
grandes decisiones ante una población que exige más talante del liderazgo
opositor, que no sea el batiburrillo diario de centimetraje mediático, o la
galería de fotos en la OEA, la ONU, la UE y el Departamento de Estado,
relaciones que son necesarias, mas no determinantes a la hora de derrotar la
tiranía. Es el momento de propiciar la gran alianza nacional sin exclusiones,
que reúna a los factores partidistas citados, el sindicalismo libre y autónomo,
los jóvenes, las ONG, los empresarios y la Iglesia.
27-06-18
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