Por Marco Negrón
Múltiples evidencias
demuestran que hoy por hoy las ciudades, particularmente las metropolitanas,
son los motores que mueven y dirigen los grandes cambios del siglo, sea en el
campo del crecimiento económico y de la innovación tecnológica que en el del
desarrollo cultural y la expansión de la democracia. Por ello, frente a la
rémora e incluso regresión que hoy se abate sobre muchos estados nacionales,
crece la certeza en cuanto a la enorme responsabilidad que a ellas les
corresponde para mantener a las sociedades en la senda del progreso y elevar el
nivel de vida de los ciudadanos. Es muy claro que está en curso una
transición hacia un cambio civilizatorio cuyo perfil todavía cuesta percibir,
pero en el cual los estados nacionales tienden a perder importancia y tal vez a
desaparecer asumiendo el protagonismo las grandes aglomeraciones urbanas. Lo
que además comporta una mayor participación de la gente en los procesos de toma
de decisiones.
Esto, por supuesto, impone
desafíos inéditos a los gobernantes locales: si en el pasado se les entendió
como suerte de conserjes de un gran condominio, hoy, al menos en el caso de
esas ciudades metropolitanas, la realidad les exige actuar cada vez más como
estadistas. Como advirtiera Enrique Peñalosa, quien además de ser el actual
alcalde de Bogotá ocupó el cargo también en los cruciales años finales del
siglo pasado, quien gobierna una ciudad en desarrollo debe tener un pie en el
presente y el otro al menos cincuenta años más adelante. Cincuenta años
que, al ritmo que avanzan hoy el conocimiento y las sociedades, equivalen a
siglos de un pasado no muy lejano.
En nombre del autodenominado
Socialismo del siglo XXI la responsabilidad de encarar esos desafíos parece
haberla asumido Freddy Bernal, alcalde del municipio más poblado e importante
de Venezuela entre 2000 y 2008 y posteriormente ministro para la Agricultura
Urbana: remachando una anterior propuesta suya que recomendaba a los habitantes
de las ciudades la cría doméstica de conejos lanza ahora una nueva “apuesta al
futuro” (la expresión es suya), la cría de cabras en las viviendas urbanas como
solución a la grave crisis alimentaria que atraviesa el país.Una crisis que les
ha costado reconocer a esos ínclitos salvadores de la patria y que siguen sin
aceptar que es consecuencia directa de los abusos y desatinos de sus propias
actuaciones.
En un país en el cual la
ingesta de carne vacuna pasó de 23 kilos per cápita en 2012 a 4 kilos en 2017
hacer chistes con esa propuesta -opción sin duda tentadora- resulta
inadmisible: en rigor ella sólo puede causar indignación por el irrespeto a los
ciudadanos que comporta. Pero también tiene que provocar pánico por el futuro que
nos espera a los venezolanos si no se logra desalojar del poder a la brevedad
posible a estos estadistas obscenos más que inverosímiles que, en un extraño
juego de palabras de indudable matriz orwelliana, llaman futuro a lo que no es
sino el más remoto pasado aparentando ver el porvenir cuando miran por el
retrovisor
26-06-18
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