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sábado, 16 de junio de 2018

Pulgar hacia abajo por @cgomezavila



Por Carolina Gómez-Ávila


Igual que hoy, hace 20 años la población desconocía y, por ende, no valoraba la razón de ser del sistema representativo que nos legaron los padres de la patria al fundar la República. Creo que por eso no me extraña que “el tránsito de la democracia representativa a una democracia participativa y protagónica”, que indica en su exposición de motivos nuestra Carta Magna, terminara malogrando lo uno y lo otro.

Lo democrático se degradó a tumultuario y el control de los tumultos no lo tienen los ciudadanos. Allí se imponen quienes más gritan y amenazan, pequeños grupos organizados y con intereses propios que son seguidos por incautos a quienes la ocasión les resulta buena para dar rienda suelta a sus resentimientos.

De esto nadie habla porque es tan evidente, que se entiende que cualquiera que esté dando pinitos en el ejercicio de su ciudadanía podría reconocerlo y prevenirlo si quisiera. Algunos han aprendido a identificarlo si el entorno es familiar, otros sólo desde lejos.

Unos y otros presencian el uso de calumnias de toda índole a partir de pruebas que nunca son tales para acabar con la reputación de este o aquel político a fin de defenestrarlo de una ocupación puntual, en nombre de la voluntad popular

La voluntad de una porción, a decir verdad. Porque la mayoría observa desde el graderío; alguno sonríe, otro se indigna, el de más allá siente pena ajena pero todos usan su pulgar como en el “Pollice Verso” o “Pulgar hacia abajo” de Jean-Léon Gérôme sobre estas líneas, para decidir si le perdonan la vida.
No hablaré de solidaridad ni de practicar valores piadosos con el que yace. No hablaré de la probidad de desconocidos. Tampoco de las facciones que lo promueven. Hablaré de cómo el destino de todos se juega en cada pulgar. Hablaré de cómo tachamos nombres en la lista de los dignos de nuestro apoyo. Hablaré de los recursos diezmados por venganzas estériles. Hablaré de cómo canalizan su ira y su miedo acabando, uno a uno, con sus posibles aliados. Hablaré de cómo la impotencia enloquece y se convierte en autodestrucción.

Porque tras cada pulgar hacia abajo hay alguien incompetente para acabar con la tiranía. Alguien que no soporta el dolor y que no admite su ineptitud, alguien a quien la irracionalidad le hace agredir a quienes lo representan, acusándolos de no lograr lo que él tampoco.


Ninguno de nosotros podrá sin ellos, ninguno de ellos podrá sin nosotros. Y ninguno que valga la pena volverá a intentarlo si seguimos bajando el pulgar desde la grada. Si creemos que los políticos son como esclavos a quienes ordenamos tareas imposibles de cumplir y, cuando tienen previsible fracaso, en venganza organizamos este circo deplorable en el cual los matamos tanto como a nosotros.

16-06-18




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