Por Brian Fincheltub
Como si se tratara de un
fenómeno viral más de los muchos que recurrentemente se esparcen por las redes
sociales, en las últimas semanas hemos visto cómo en Venezuela mujeres que
padecen cáncer de mama en avanzado estado han decidido con sus senos al aire
denunciar cómo sus vidas se deterioran día a día esperando por tratamientos que
deberían, no solo por derecho constitucional sino por humanidad, ser
garantizados por el Estado venezolano.
Mujeres que lanzan un grito
desesperado en un país donde las cámaras de televisión no se darían abasto para
darle voz a quienes hoy viven prácticamente condenadas a muerte en medio de
esta tragedia humanitaria.
Hace unas horas un conocido de
la familia que padece cáncer de médula me decía “me están matando”. Iván no me
hablaba de las células malignas que se apoderaron de su organismo, me hablaba
de la indolencia del Estado que le niega la posibilidad de encontrar en su país
el tratamiento necesario para poder vivir. Frente a sus palabras no supe qué
responder, no es fácil decirle algo que pueda dar consuelo a un hombre con
ganas de vivir y de ver a su hijo crecer que ve su vida escapar lenta y
dolorosamente ¿Cuántas historias como estas no se repiten a diario? ¿Cuántos
sueños trucados y familias enlutadas debemos seguir presenciando?
Se cuentan por miles los
venezolanos que padeciendo enfermedades crónicas esperan la muerte en medio de
un estruendoso silencio oficial. La propia Organización Mundial de la Salud, en
su informe tras su visita a Venezuela, ha reconocido el nivel dramático de la
salud en nuestro país. Son los pacientes oncológicos quienes viven este drama,
pero también los de VIH, tuberculosis, malaria, los pacientes psiquiátricos,
entre los que encontramos por ejemplo a las personas depresivas, quienes sin
control han optado incluso por el suicidio.
Si no fuera por la
solidaridad, que dentro de la destrucción moral más atroz de nuestra historia
aún florece, esta tragedia sería peor. Veo todos los días llamados
desesperados, pero también la respuesta solidaria de un pueblo que se apoya en
medio de la desgracia. Una realidad que se aleja del deber ser porque lo normal
sería que el Estado garantizara el derecho a la vida y a la salud, pero que nos
acerca a esa imagen de país que debemos ser, la del venezolano que lucha y le
tiende la mano al otro en la necesidad. Las miserias de los malos hacen más
visibles las virtudes de los buenos. Jamás nos rindamos Venezuela.
Fincheltubbrian@gmail.com
23-06-18
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