Luis Manuel Esculpi 19 de junio de 2018
@lmesculpi
Hay
quienes tienen la expectativa que el gobierno pueda generar cambios en el
sentido de producir un viraje en su política económica, también una relativa
apertura en su accionar político. Si se trata de optar por la metodología de
considerar todos los escenarios posibles para analizar la pretensión del
gobierno de conservar el poder, pese a la gravísima situación que confronta,
esa sería una opción a considerar, suponiendo que en la cúpula gobernante
exista la convicción de con esa fórmula, pudieran lograr el objetivo que hoy
por hoy constituye su razón de ser.
Pienso
que ese es el escenario menos probable, considerando que para poder afrontar la
magnitud de la crisis económica será inevitable acudir a los organismos
multilaterales, disposición inconcebible para quienes tienen el control de la
conducción política del régimen, siguen siendo militantes de esa izquierda
dogmática y trasnochada cuya pensamiento decimonónico le impide adaptarse a la
visión moderna y democrática.
Se
trata de la misma izquierda que Teodoro Petkoff bautizó como “borbónica”, por
aquello de que “ni olvida, ni aprende”.
Si
pasamos revista ligeramente a los recientes cambios en el gabinete, confirmamos
nuestra renuencia a asumir como viable un viraje significativo en las políticas
que el gobierno viene adelantando, esos enroques rutinarios, que alguien
asemejó al carrusel infantil que mientras gira los niños se trasladan de un
caballito a otro, no generan la menor expectativa de variación en su política.
El
colocar a Tarek El Aissami al frente del área económica es una muestra evidente
de la inexistencia de una voluntad de apertura, el ex Vicepresidente proviene
de un grupo ultraizquierdista de la Universidad de los Andes, no ha demostrado
ni en su pensamiento, ni en su acción que ha evolucionado, por el contrario
pareciera anclado en las vetusta predica como dirigente estudiantil.
El rol
que ahora cumplirán los hermanos Rodríguez, herederos de la vieja Liga
Socialista, donde también militó Maduro y el Ministro del trabajo recién
designado Eduardo Piñate, al lado de Elias Jaua y Blanca Eekhout -junto a
otros- de la antigua Bandera Roja, corroboran el predominio de la vieja
izquierda en el grupo dominante. Aunque, en rigor sus adláteres, no se orientan
por ninguna ideología, en ellos priva el oportunismo, la búsqueda de prebendas
y las prácticas corruptas.
Nicolás
ha venido progresivamente consolidándose en ese grupo, haciendo algunas
concesiones a sus adversarios internos, pero disminuyéndoles su poder e influencia.
La antigua promesa de reducir la burocracia quedo en el olvido, ya no se
constituyen “estados mayores” para supuestamente atender los temas críticos,
sino se crean ministerios; el ministerio para la energía eléctrica y el de
ecosocialismo y agua, no son precisamente ejemplos de eficiencia para atender
los problemas en sus respectivas áreas.
El
carrusel y los enroques confirman el agotamiento del gobierno y su incapacidad
para renovar las expectativas y la confianza en sus posibilidades de iniciar un
proceso distinto al emprendido hasta ahora, no le resulta nada fácil abrirse
más allá de sus círculos más próximos, de sus “anillos de confianza”, tienen el
sol a sus espaldas, por eso para sostenerse apelan a los más fieles.
Con
tal conformación el viraje imprescindible luce inviable, sino se produce el
cambio político, la situación continuará agravándose inexorablemente, la crisis
que confrontamos no es coyuntural, tiene características esencialmente
estructurales, superarla plantea exigencias de una magnitud para la cual este
gobierno está incapacitado e imposibilitado, su rigidez e inflexibilidad no se
lo permite, los responsables de esta tragedia no son los llamados a superarla.
El cambio político democrático y constitucional sigue siendo una necesidad
impostergable.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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