Por Ángel Oropeza
Los gobiernos democráticos
existen para resolver los problemas de la gente. Los que no lo son, como el
caso del nuestro, solo están allí para buscarles excusas a los problemas y para
enseñarnos que las penurias siguen porque hay unos malucos que son los
verdaderos culpables. No plantean su batalla en el terreno de las soluciones,
sino en la esfera de las percepciones, eso que llamaba Chávez “la batalla por
la mente del ser humano; si no ganamos esa batalla, no ganaremos ninguna” (Aló,
presidente, n.° 327).
El último de los intentos del
madurismo de escapar de su responsabilidad y esconderse tras cualquier
argumento que le sirva de excusa está actualmente en marcha. Se trata de
convencer a los venezolanos de que la pavorosa crisis económica y social que
padecemos no es producto de su fracasado modelo de dominación y de su
inseparable compañera, la corrupción oficialista, sino de las medidas
sancionatorias que algunos países han decidido contra funcionarios del régimen
incursos en violaciones de los derechos humanos, de la transparencia en el
manejo de los recursos públicos y, más recientemente, del derecho de los
venezolanos a tener elecciones de verdad.
Para tratar de instalar en el
imaginario colectivo esta conveniente e infantil excusa, se ha iniciado un
nuevo ciclo de guerra psicológica a través de la invasión sistemática de
mensajes comunicacionales difundidos incesantemente por la extensa red
mediática del Estado, combinados con la instrucción a todo funcionario del
régimen de repetir en sus declaraciones públicas el mismo fútil argumento.
Lo cierto es que la tesis
oficialista de suponer la penuria de la gente como ocasionada por las sanciones
internacionales no resiste un mínimo análisis. Y para muestra sirvan solo unos
pocos ejemplos. Recordemos que las sanciones a funcionarios individuales del
régimen comenzaron a imponerse apenas a mediados de 2016.
El índice nacional de precios
al consumidor cerró 2015 en 270%, la cifra más alta en la historia del país y
la más elevada de todo el planeta, mucho antes de que el tema de las sanciones
apareciera en la agenda internacional. Los niveles de inflación ascendieron por
encima de 500% en 2016, y desde entonces no han dejado de crecer. El
inalcanzable costo de la vida y la inflación desbocada que sufrimos los
venezolanos no tiene nada que ver con sanciones internacionales, y sí con una
política económica que solo ha traído hambre y miseria. De hecho, la caída
sistemática y continua de la economía viene de 2014, cuando las sanciones no
existían. En términos acumulados, en el período 2014-2016, la economía
venezolana perdió 24,5% de su tamaño real, y desde entonces no ha parado de
derrumbarse. El régimen, y no otra cosa, es el responsable de haber
desperdiciado el boom de precios del petróleo más extraordinario de la historia
de Venezuela.
La escasez severa de alimentos
y medicinas, que ya venía presentándose en algunos rubros, alcanzó porcentajes críticos
en 2014. Ese es el año de la aparición de las indignantes colas para conseguir
comida, y el surgimiento del bachaquerismo como fenómeno consustancial e
inevitable del modelo económico oficialista. El desabastecimiento de alimentos
superaba en algunos rubros 50%, y en el caso de las medicinas se agravó a
índices por encima de 60% en 2015.
Ejemplos como los anteriores
abundan. Lo importante es subrayar que las sanciones decididas por algunos
países de la comunidad internacional no son la causa de la crisis, puesto que
demostradamente esta es muy anterior a aquellas, sino la consecuencia del
comportamiento de un régimen que ha violado leyes y ha transgredido todas las
normas posibles en detrimento de los venezolanos y en su propio beneficio.
Ahora bien, una cosa es que
esto sea verdad, y otra distinta que la gente la conozca. Por ello es
importante acentuar el necesario trabajo de docencia política aguas abajo entre
la población, como herramienta imprescindible para evitar que sea víctima de
este nuevo ciclo de guerra psicológica oficialista. Ya es bastante grave que la
gente sufra, para que encima desconozca por qué.
25-06-18
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