Miguel Méndez Rodulfo 06 de septiembre de 2018
El
Permafrost es una capa de hielo que se formó bajo la superficie terrestre en
los polos; es decir, que en el Ártico y en la Antártida, durante cientos de
miles de años, se constituyó una franja de subsuelo helado que abarca muchos
metros o más de un kilómetro. 20% de la superficie de la tierra es permafrost
congelado. Este fenómeno tardó muchísimo tiempo en producirse, pero
lamentablemente se está revirtiendo, por obra del calentamiento global, en un
período muy corto. En el hielo del permafrost están atrapados residuos de
animales y restos de materias vegetales, estos sedimentos orgánicos
descompuestos por la acción bacterial, contienen grandes cantidades de gases
como el CO2 y el metano. Esto es, que hay depositados billones de toneladas de
compuestos orgánicos, las cuales liberados sus gases por causa del deshielo,
potenciarían el efecto invernadero y aumentarían la temperatura de la tierra.
El permafrost contiene el doble de carbono que el aire, por lo tanto la
liberación de gases a la atmósfera implica un aumento considerable de la
concentración de dióxido de carbono y de metano.
El
deshielo en los polos, sobre todo en el Ártico, producto de veranos más cálidos
desde el inicio del nuevo siglo, en zonas como Alaska, Canadá o las estepas
rusas, ha propiciado que se derritan gruesas capas de hielo en el subsuelo que
tardaron cientos de miles de años en formarse. La franja superior del
permafrost, llamada zona activa, la más vulnerable, cada año se congela y
descongela y su grosor varía de 50 centímetros hasta 4 metros; a través de ella
los arbustos sobreviven porque sus raíces puedan penetrarla y encontrar agua.
Debajo de la franja activa se encuentra el permafrost profundo. Los científicos
estiman que, en el caso del permafrost ubicado en las profundidades de los
suelos de Alaska, tardó más de medio millón de años para formarse. En el subsuelo
del enclave ártico norteamericano, hay 440 metros de permafrost, en tanto que
en el círculo polar ártico de Rusia, esta capa tiene aproximadamente un
kilómetro y medio de espesor. Solamente en el Ártico se encuentran acumuladas
la mitad de las grandes reservas de carbono orgánico del planeta, que se
estiman entre 1.4 a 1.85 billones de toneladas. Más de 4 veces el carbono
emitido por la quema de combustibles fósiles desde 1850. Por otra parte, la
subida de 1ºC de temperatura global supondría la pérdida de una superficie de
permafrost, equivalente al tamaño de la India. Se calcula que a lo largo de un
siglo, una tonelada de metano ejerce un efecto sobre el calentamiento del
planeta 33 veces mayor que una de dióxido de carbono.
Algunos
estudios estiman que en la medida que se incrementen las temperaturas en zonas
meridionales del hemisferio norte crecerá entonces una vegetación adaptada;
esas hierbas y arbustos podrían absorber gran parte del CO2 liberado. Sin
embargo, esto sería como dejar el problema creado por el hombre a la
naturaleza. Por lo cual, además de aplicar los acuerdos de la Cop 21 de París,
que pretende reducir hasta dos grados la temperatura actual de la tierra, hay
que aplicar también los descubrimientos de unos científicos rusos que han
arribado a la conclusión de que por Km2, en el Pleistoceno, hace 20.000 años,
había en la Tundra siberiana, 1 mamut, 5 bisontes, 7 caballos, 15 renos o
alces; es decir, 10 Tn de animales por Km2. Hoy en día la fauna ha desaparecido
de esos parajes.
Ellos
tratan de restituir el ecosistema original de la Tundra de esa época trayendo
de otros lugares animales, debido a que los rumiantes en invierno, en su
búsqueda de pasto bajo la nieve escarban el suelo con sus patas separando la
nieve hasta encontrar la hierba. El beneficio es que como la nieve actúa como
una excelente capa aislante, evita que el subsuelo debajo de la superficie se
enfríe como corresponde a la temperatura reinante. Así una temperatura en
invierno de 40° equivale en el subsuelo, a medio metro de profundidad, a 7°.
Pero cuando los animales despejan la nieve, la temperatura al mismo nivel
aumenta hasta 24°, con lo cual se puede preservar mejor el permafrost, por lo
menos mantenerlo varias décadas más, a pesar del cambio climático. Como vemos el
ingenio humano ¡siempre encuentra salidas!
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
6 de septiembre de 2018
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