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viernes, 7 de septiembre de 2018

El deshielo del Permafrost, por Miguel Méndez Rodulfo




Miguel Méndez Rodulfo 06 de septiembre de 2018

El Permafrost es una capa de hielo que se formó bajo la superficie terrestre en los polos; es decir, que en el Ártico y en la Antártida, durante cientos de miles de años, se constituyó una franja de subsuelo helado que abarca muchos metros o más de un kilómetro. 20% de la superficie de la tierra es permafrost congelado. Este fenómeno tardó muchísimo tiempo en producirse, pero lamentablemente se está revirtiendo, por obra del calentamiento global, en un período muy corto. En el hielo del permafrost están atrapados residuos de animales y restos de materias vegetales, estos sedimentos orgánicos descompuestos por la acción bacterial, contienen grandes cantidades de gases como el CO2 y el metano. Esto es, que hay depositados billones de toneladas de compuestos orgánicos, las cuales liberados sus gases por causa del deshielo, potenciarían el efecto invernadero y aumentarían la temperatura de la tierra. El permafrost contiene el doble de carbono que el aire, por lo tanto la liberación de gases a la atmósfera implica un aumento considerable de la concentración de dióxido de carbono y de metano.

El deshielo en los polos, sobre todo en el Ártico, producto de veranos más cálidos desde el inicio del nuevo siglo, en zonas como Alaska, Canadá o las estepas rusas, ha propiciado que se derritan gruesas capas de hielo en el subsuelo que tardaron cientos de miles de años en formarse. La franja superior del permafrost, llamada zona activa, la más vulnerable, cada año se congela y descongela y su grosor varía de 50 centímetros hasta 4 metros; a través de ella los arbustos sobreviven porque sus raíces puedan penetrarla y encontrar agua. Debajo de la franja activa se encuentra el permafrost profundo. Los científicos estiman que, en el caso del permafrost ubicado en las profundidades de los suelos de Alaska, tardó más de medio millón de años para formarse. En el subsuelo del enclave ártico norteamericano, hay 440 metros de permafrost, en tanto que en el círculo polar ártico de Rusia, esta capa tiene aproximadamente un kilómetro y medio de espesor. Solamente en el Ártico se encuentran acumuladas la mitad de las grandes reservas de carbono orgánico del planeta, que se estiman entre 1.4 a 1.85 billones de toneladas. Más de 4 veces el carbono emitido por la quema de combustibles fósiles desde 1850. Por otra parte, la subida de 1ºC de temperatura global supondría la pérdida de una superficie de permafrost, equivalente al tamaño de la India. Se calcula que a lo largo de un siglo, una tonelada de metano ejerce un efecto sobre el calentamiento del planeta 33 veces mayor que una de dióxido de carbono.

Algunos estudios estiman que en la medida que se incrementen las temperaturas en zonas meridionales del hemisferio norte crecerá entonces una vegetación adaptada; esas hierbas y arbustos podrían absorber gran parte del CO2 liberado. Sin embargo, esto sería como dejar el problema creado por el hombre a la naturaleza. Por lo cual, además de aplicar los acuerdos de la Cop 21 de París, que pretende reducir hasta dos grados la temperatura actual de la tierra, hay que aplicar también los descubrimientos de unos científicos rusos que han arribado a la conclusión de que por Km2, en el Pleistoceno, hace 20.000 años, había en la Tundra siberiana, 1 mamut, 5 bisontes, 7 caballos, 15 renos o alces; es decir, 10 Tn de animales por Km2. Hoy en día la fauna ha desaparecido de esos parajes.

Ellos tratan de restituir el ecosistema original de la Tundra de esa época trayendo de otros lugares animales, debido a que los rumiantes en invierno, en su búsqueda de pasto bajo la nieve escarban el suelo con sus patas separando la nieve hasta encontrar la hierba. El beneficio es que como la nieve actúa como una excelente capa aislante, evita que el subsuelo debajo de la superficie se enfríe como corresponde a la temperatura reinante. Así una temperatura en invierno de 40° equivale en el subsuelo, a medio metro de profundidad, a 7°. Pero cuando los animales despejan la nieve, la temperatura al mismo nivel aumenta hasta 24°, con lo cual se puede preservar mejor el permafrost, por lo menos mantenerlo varias décadas más, a pesar del cambio climático. Como vemos el ingenio humano ¡siempre encuentra salidas!

Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 6 de septiembre de 2018

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