Juan Guerrero 06 de septiembre de 2018
@camilodeasis
El
discurso político-económico hace meses fue sobrepasado por la aberrante
realidad que impone el hambre. El límite que existe entre vida/muerte se está
haciendo imperceptible entre los cientos de miles de migrantes que caminan por
las carreteras andinas, muchos de ellos muriendo en los páramos colombianos.
Así lo
reportan las noticias que leemos y siguen desbordando el vaso del asombro, la
perplejidad e impotencia. Quedan los muertos que son enterrados al borde de las
carreteras. En Venezuela, país sin Estado y sin gobierno, la desesperación en
parte de sus ciudadanos les está llevando al suicidio.
Es el
caso de un médico que ante la impotencia de ver morir diariamente por
desnutrición a tantos niños, en el hospital donde laboraba, optó por el
suicidio. Es que las estadísticas indican que en Venezuela la pobreza supera el
87% de la población. De este porcentaje, más del 47% de la población infantil
se encuentra en desnutrición severa.
Ha
llegado el momento de indicar que el liderazgo político, económico, religioso,
académico, militar, entre otros, debe asumir la responsabilidad ciudadana y
anteponer sus intereses grupales en defensa de la vida y llamar a una
intervención internacional para salvar y proteger a la población civil.
Estamos
hablando de injerencia internacional por emergencia humanitaria. Ya no es
posible seguir hablando de elecciones, de concertación o de acuerdos. La
realidad está indicando que viene una avalancha de hambruna generalizada y
descontrol institucional que harán imposible mantener censurada y amenazada una
sociedad que está buscando salvar su vida y la de su familia.
Ante
ello, tenemos que alertar sobre el desmembramiento del Estado y la aparición de
grupos de poder, armados, que están tomando el control de regiones en el país.
Lo estamos observando en zonas alejadas, como Amazonas y los espacios mineros
al sur del estado Bolívar, o en el Alto Apure, o al sur del lago de Maracaibo.
Transitar
por algunas zonas de Venezuela se está haciendo cada vez más peligroso porque
el control policial-militar escapa a las normales autoridades y está siendo
suplantado por organizaciones paramilitares/bandas y megabandas criminales.
El
país gradualmente se fue escapando de las manos de los tradicionales grupos de
poder político-económico, sea de oficialistas/opositores, y está ahora bajo el
control de bandas criminales que se auxilian con grupos paramilitares y
organizaciones terroristas mediorientales.
La
situación que en la actualidad vive la sociedad venezolana es de extrema
gravedad. Tanto, que el riesgo de una catástrofe alimentaria/sanitaria
desataría una migración aún mayor, trasladando parte del problema venezolano al
resto de los países latinoamericanos.
Por
esto indicamos que Venezuela se convirtió en una real y verdadera amenaza para
la estabilidad social y económica latinoamericana. Porque la problemática que
se vive en Venezuela ya no es posible ni controlarla ni menos superarla desde
dentro del país.
Como
afirmamos en artículos de hace varios años, la solución a la gravísima
problemática que tiene Venezuela, necesariamente debe atender a poderes
externos. Dentro de ese escenario, Cuba, los Estados Unidos de Norteamérica,
Colombia, Rusia, China, El Vaticano, son Estados/agentes que tienen intereses
fundamentales en las decisiones que deben tomarse para impedir que el caos
total y absoluta ingobernabilidad se apoderen del país.
Considero
que en las actuales circunstancias de emergencia humanitaria que se está
imponiendo, los liderazgos internos no pueden alcanzar acuerdo alguno, ni para
sus grupos ni mucho menos, para proteger a los ciudadanos. Por lo tanto, los
grupos oficialistas como aquellos opositores, deberían hacerse a un lado y
permitir que la sociedad civil organizada en otros grupos y centros de ayuda
humanitaria, así como centros profesionales y académicos, junto con organismos
internacionales de ayuda, intervengan y se hagan del control del Estado.
Porque
estamos hablando de garantizar la vida de seres humanos, civiles que no tienen
ninguna responsabilidad en los actos cometidos, tanto por uno como otro bando.
Las estadísticas son escalofriantes al referirse a temas de los derechos
humanos, sobre desnutrición infantil, atención a los adultos de la tercera
edad, cuidado para pacientes con enfermedades crónicas y psiquiátricas. Sin
indicar las violaciones a los derechos políticos y de reclusos en las cárceles.
No
encuentro palabras que puedan visualizar la dantesca realidad de la Venezuela
de estos años. Tendría que cambiar mis palabras y comenzar a hablar en “buen
francés” para que se entienda este dolor, esta desesperación y esté llanto
contenido ante la aberración y el horror que estamos viviendo y padeciendo los
ciudadanos venezolanos.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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