Luis Martínez 06 de septiembre de 2018
En
términos económicos el gobierno da la impresión que lanzó el paquete sin medir
la profundidad de sus consecuencias y estas no se hicieron esperar. Después de
una etapa de sorpresa y agrado en sectores de trabajadores por el aumento del
sueldo mínimo, la espera porque este se materialice se hace interminable, mucho
más cuando se han desatado incrementos, acordados o no, incluso en productos de
dominio exclusivo del gobierno que producen angustia y desesperación en gran
parte de la población.
El
gobierno, ante los aumentos en el precio de bienes y servicios, hace el aguaje
de imponer autoridad y control con el cierre de algunos negocios, aplicando la
misma fórmula populista y electorera de otros momentos. No encuentran que
inventar: carnet de la patria para todo, certificados por la compra de oro,
dolarización escondida bajo los piche petros, bonos de reconversión y pare
usted de contar, en una vorágine de improvisación que estimula el desorden y la
anarquía. Nadie puede planificar. El gobierno ni planifica ni deja que
planifiquen. Se consumen en su incompetencia.
Quizás
si esas medidas se hubiesen tomado de manera ordenada, con suficiente respaldo
de ingresos que las sustentaran, el país comprendería y aportaría en función
del éxito de tales medidas. Pero, lamentablemente, este gobierno no tiene
credibilidad ni genera confianza como para sustentar un plan económico que
logre la recuperación de nuestra maltrecha economía.
En lo
político, quienes ostentan el poder apuntan a recuperar o mantener el nicho de
afectos que tienen y que, por sus desaciertos, producen estampidas que pueden
salir de su control; ejemplo de ello son las ultimas migraciones, compuestas
fundamentalmente por chavistas agobiados por la crisis económica y social que
padece el país.
El
gobierno maneja como nunca los medios de comunicación públicos y privados en
función de generar burbujas que atrapen la voluntad de los venezolanos y les
haga creer que en verdad, con esas medidas, el país se va a recuperar. Pero,
siempre dejan cabos sueltos que, lamentablemente, la incapacidad y división de
la oposición, no les permite capitalizar
La
responsabilidad de la crisis y durabilidad de este gobierno está íntimamente
ligada a la incapacidad, división y falta de coherencia de la oposición
venezolana, sobre todo, aquella que montada sobre ilusiones, engaña a gran
parte de la población haciéndoles creer en prontas salidas que con el tiempo
generan mayor frustración y multiplicación de desesperanza que, desde el mismo
gobierno, promueven a través de campañas bien orquestadas y dirigidas.
La
oposición venezolana no puede seguir detrás de lo que haga y diga el gobierno
cuando le convenga. Hay que darle coherencia a un plan político que apuntale un
crecimiento organizado y sostenido, capaz de disputar seriamente el poder y
capitalizar cualquier proceso transitorio. Desechar ilusiones intervencionistas,
acompañar la demanda de los venezolanos y apuntalar un proceso de negociación
que permita una transición democrática, pacífica y constitucional del gobierno
mediante la relegitimación de todos los poderes públicos. Se centra o continúa
desvariando. Encrucijada opositora.
Luis
Martínez
@luisjosemart
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