FLORANTONIA SINGER 06 de septiembre de 2018
En
diciembre de 2017, Leonard Delgado recibió el diagnóstico de VIH positivo y la
receta de antirretrovirales que debe tomar en medio de la peor crisis de
abastecimiento de estos fármacos en Venezuela. Con el resultado también le
dieron una indicación tácita de que debía irse del país. A los dos meses de
iniciar su tratamiento, la medicina que debe de tomar de por vida se acabó.
Este mes emigrará a México para poder tratar su enfermedad. Contactó con una
ONG en Querétero a través de la cual podrá obtener los medicamentos y realizar
de forma gratuita los exámenes de CD4 y de carga viral, que deben hacerse cada
seis meses para medir la resistencia del virus en la sangre, pero que hace dos
años dejaron de hacerse en el sistema público venezolano.
“Quedarme
en Venezuela es morirme de sida. Yo no me quiero ir porque aquí tengo trabajo,
todavía gano bien, quiero a mi país, pero ahora solo pienso en mi salud y por
eso me voy. Tengo un amigo que se fue en marzo y ya tiene tratamiento y sé de otros
que se han ido a Perú y Chile por esta situación y allá están mejor”, cuenta
este hombre de 31 años desde la recepción del Servicio de Infectología del
Hospital General del Oeste (HGO), una planta de aspecto abandonado en el que se
acumulan camas viejas y equipos averiados y donde unos 1.500 pacientes acuden a
consulta.
La
grave crisis humanitaria que se vive en Venezuela ha potenciado un enorme éxodo
que las Naciones Unidas ya ha comparado con el que la guerra de Siria empuja en
el Mediterráneo. Según los datos de la agencia un total de 2,3 millones de
venezolanos han huido del país desde 2014, dirigiéndose principalmente a
Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. La grave situación económica y el
desabastecimiento de alimentos y de medicinas, que en el caso de los
antirretrovirales llegó a ser total en abril pasado, expulsa a los venezolanos
a otros países, aunque el Gobierno de Nicolás Maduro ha insistido en negar la
situación y el propio mandatario ha dicho que los que emigran se van engañados
por los medios de comunicación.
Situación de los ochenta
Carlos
Pérez Pérez, jefe del Servicio de Infectología del HGO, señala que se atraviesa
la peor crisis en el área y en particular en esta patología. El médico
administra un grupo de whatsapp con sus pacientes donde la angustia es un
mensaje recurrente. Cada día hay quien pregunta por un fármaco o por la receta
de un brebaje del árbol de guasimo -usado por médicos en Brasil para fortalecer
el sistema inmunológico de estos pacientes-, un recurso del que se ha valido el
especialista como tratamiento complementario. La situación regresa a los
pacientes a los años ochenta, cuando comenzó la epidemia los antirretrovirales
no se habían establecido en el protocolo contra la enfermedad y los pacientes
se trataban el sida con remedios caseros.
“Cada
semana se me mueren dos pacientes. Están llegando ya en fase de sida y esos
casos de recién diagnosticados están muy inmunosuprimidos. Esto ha incidido en
un aumento significativo de las muertes por VIH. Estos meses hemos tratado la
crisis, discriminando entre aquellos pacientes que están mejor, repartiendo
dosis para una semana de tratamiento, usando los fármacos que van dejando los
pacientes fallecen o recetando el esquema incompleto, aunque estamos
conscientes de que eso favorece la aparición de VIH resistente. La situación ha
sido tan grave que yo he recomendado a los pacientes emigrar o, si tienen la
posibilidad de que se los traigan de afuera que lo hagan, pero eso es algo
insostenible para muchas familias”, dice Pérez, que desde hace 20 años trata a
pacientes con VIH.
Luis
Meneses emigró hace siete meses Colombia. Es activista por los derechos de la
comunidad LGBTI y desde hace dos meses trabaja con su fundación, Fuvadis, para
apoyar a los venezolanos con VIH que han emigrado a ese país, donde es difícil
ingresar al sistema de salud. En dos meses ha registrado a 35 seropositivos en
Barranquilla, donde está instalado. Les ayuda a insertarse en el sistema
sanitario colombiano y les consigue donaciones de medicinas, suplementos alimenticios
y atención. El plan es elaborar una base de datos en el resto de los
departamentos colombianos. En poco tiempo también han contabilizado muertes.
“Esta semana lamentablemente falleció uno de los pacientes que estaba en
nuestro registro. Pasó cuatro meses sin antirretrovirales en Venezuela y acá
todavía no se los habíamos conseguido. En agosto tengo el reporte de otros
cuatro casos de venezolanos con VIH fallecidos en Colombia”.
En el
consultorio de Pérez no hay diplomas colgados. Un cartel escrito a mano muestra
su mayor preocupación: “Sin medicamentos para el VIH todos mis pacientes tienen
sentencia de muerte”, indica el letrero pegado detrás de su escritorio. La
falta de reactivos para pruebas de despistaje y de control hacen que solo se
pueda brindar una atención presuntiva [aproximada] del paciente. Los
diagnósticos se están haciendo muy tarde cuando el paciente ya requiere
ingresar a una emergencia, añade. Tratar otras enfermedades en estos pacientes,
como tuberculosis, citomegalovirus y neumonía, también es una tarea cuesta
arriba en hospitales prácticamente inoperativos. “Y cada vez quedamos menos
infectólogos en el país”, remata.
Un año sin comprar fármacos
En
Venezuela se calcula que hay 150.000 pacientes con VIH, de los cuales solo 73.000
están inscritos para recibir tratamiento a través del Ministerio de Salud. Esta
última cifra se redujo en 10.000 con respecto al año pasado entre los
fallecidos y las personas que han emigrado, asegura Eduardo Franco, secretario
general de la Red Gente Positiva, que agrupa a las personas con la enfermedad.
Se trata de una estimación a ciegas porque el Gobierno no publica información
epidemiológica desde hace años y este 2018 el despacho de salud eliminó su
portal web.
“Tenemos
más de seis meses con una escasez total, el Gobierno no ha comprado nada y
tampoco hay noticias de que vaya a comprar. Muchos pacientes con VIH y con
otras patologías crónicas se han ido para poder salvarse en países como México,
Brasil, Argentina, Chile y Perú, donde los sistemas de salud tienen mayores
facilidades de acceso, pero esta carga da problemas a esos Estados y por eso es
parte de la emergencia migratoria que hay. Muchos otros se han muerto en el
camino”, dice Franco.
La
presión de las ONG ha hecho que desde la Organización Panamericana de la Salud
se haya enviado un lote de antirretrovirales que sumado a otras donaciones han
paliado los tratamientos de algunos, pero no alcanzan para todos. El Gobierno
venezolano cumple este septiembre un año sin hacer las compras regulares de
antirretrovirales para dotar el Programa Nacional de VIH-Sida.
Con
las muertes de pacientes, que Franco calcula en 5.000 en lo que va de año,
crece también otra cifra, la de los nuevos infectados, que superan los 11.000
al año y van en aumento, advierte. “Tememos un repunte entre los jóvenes y
también en adultos mayores, porque no hay campañas de prevención y en medio de
esta crisis es muy costoso adquirir condones”, agrega el activista.
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