Trino Márquez 12 de septiembre de 2018
@trinomarquezc
Ha
pasado casi un mes desde que Nicolás Maduro anunció el “plan perfecto” para la
recuperación económica, el crecimiento y la prosperidad. El nuevo cono
monetario, que junto al programa económico iba a acabar con la hiperinflación y
pulverizar el dólar paralelo, entró en vigencia poco después.
¿Qué
pasó en este lapso? El descalabro fue aún mayor. El deterioro económico se
acentuó a ritmo de vértigo. Ni una sola empresa nueva se ha abierto. Ninguna de
las existentes ha anunciado proyectos de expansión. Ninguna transnacional
importante ha mostrado interés por invertir en Venezuela. El dólar paralelo
sigue disparado, sin obedecer las órdenes dictadas por Miraflores y las normas
establecidas en las reformas cambiarias. El Petro se mineraizó. La economía no
ha mostrado ni el más leve asomo de recuperación ni crecimiento, ni ha habido
el menor signo de prosperidad. La confianza, base de la estabilidad y el
progreso, no aparece por ningún lado. Todo lo contrario. Lo que se observa por
doquier es una enorme incertidumbre y malestar social, atados a la escasez y al
ritmo desbocado de los precios de todos los bienes y servicios.
Numerosos
pequeños comercios en Caracas y ciudades del interior han cerrado, entre otras
razones, porque sus modestos propietarios temen que los agentes del Sebin los
capturen en operativos represivos; más de trescientos productores avícolas,
solo en el estado Táchira, han quebrado porque no pueden seguir operando a
pérdida; casi una decena de establecimientos McDonald, la cadena de comida
rápida más extensa e importante del mundo, han cerrado. Para no agobiar a mis
lectores, estas pocas cifras son suficientes para mostrar el impacto devastador
que el “plan perfecto” ha ocasionado en la economía.
El
drama no se circunscribe al campo económico. Se extiende a otros escenarios. La
fuga o huida masiva de venezolanos de todas las edades y estratos sociales
hacia los países de Suramérica es incontenible. Colombia, Ecuador y Perú se han
declarado en emergencia. Los adultos mayores han salido a reclamar sus derechos
porque se sienten estafados. Los profesores universitarios se niegan a aceptar
que con el achatamiento de los sueldos, desparezcan los incentivos que fomentan
la docencia, la investigación y los ascensos dentro del escalafón, clave de la
excelencia académica. Las protestas por la falta de agua, luz, gas, efectivo y
transporte público, no cesan.
El
colapso económico se enlaza con la protesta social. El fracaso del modelo
estatista del socialismo del siglo XXI es obvio. Inocultable. No hay manera de
atenuarlo. Dado que el régimen no admite el desbarro, invoca las excusas de
siempre o apela a nuevas extravagancias. La guerra económica sigue siendo la
más socorrida. ¿Cómo puede haber “guerra económica” en un país donde el aparato
productivo privado se contrajo en casi la mitad en menos de una década? El
régimen con esos excéntricos pretextos busca negar su infinita incompetencia en
el manejo de los asuntos económicos y trata de ocultar la corrupción, causa
fundamental del descalabro generalizado.
El
gobierno ha optado por aferrarse al salvavidas que le lanzó China. En
apariencia los asiáticos le prestarán a Maduro dinero fresco para que campee el
temporal. Suponiendo que realice un uso racional del nuevo préstamo, el
gobierno dispondrá de unos recursos financieros para intervenir en el mercado
cambiario, pagar algunos intereses de la deuda externa y amortizar algo de
capital. Ese dinero no le durará mucho. Con los compromisos, el despilfarro y
la corrupción tendrán poca vida. Nadie sabe bajo cuáles condiciones se hará ese
desembolso. De lo que sí hay que estar seguros es de que las condiciones serán
leoninas para Venezuela. Otro pedazo de soberanía se perderá. Los chinos han
ido convirtiéndose en los nuevos Amos del Valle y de Venezuela. Maduro odia al
imperialismo norteamericano, pero ama a Mao; o sea, ama al imperialismo chino.
Le parece más bondadoso y solidario, cuando la verdad es que resulta el más
depredador e implacable de la actualidad.
La
erosión acelerada del país está produciéndose en medio del peor desbarajuste de
la oposición. La dirigencia carece de una visión estratégica. Se encuentra
sumida en sus propias ambigüedades. Observa la descomposición generalizada del
país como si el fenómeno ocurriese en otra galaxia. No ha sido capaz de
colocarse al frente de la hecatombe económica, con el fin de proponer una línea
de resistencia y enfrentamiento. Ni siquiera sabe cómo encarar el éxodo masivo,
crisis inducida por el madurismo.
Quienes
opinamos tendremos que seguir denunciando la acción devastadora del régimen y
exigiéndoles a nuestros dirigentes políticos que salgan del nicho donde se
metieron, en el momento en el cual la gente más los necesita activos y
organizados.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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