Juan Guerrero 31 de agosto de 2018
@camilodeasis
Uno de
los aciertos de las crisis sociales es el sometimiento de todo cuanto existe al
cuestionamiento, la crítica y el rechazo.
En
Venezuela toda la realidad está siendo sometida a una completa revisión. Eso,
en sí mismo, resultará beneficioso a largo plazo. Porque la normalidad en la
sociedad venezolana del siglo XXI está sometida a una diaria y constante
alteración.
Generalmente
creemos que la praxis del conocimiento, para bien o mal, solo está enfocado a
profesionales de las ciencias médicas. Obviamente que en este sentido, son
ellos quienes tienen en sus manos la decisión de vida/muerte de sus pacientes.
La
buena o mala praxis no debe estar solamente en las operaciones quirúrgicas de
los profesionales de las ciencias médicas. Praxis es todo evento o acción que
se emprende, se ejecuta y por lo tanto, se diferencia de aquello que es
especulación, superchería y superstición.
Por
ello debemos entender que entre profesionales de todo ámbito de conocimiento
sistematizado, la praxis se asume desde la consciencia orientada por principios
y valores ético-estéticos que forman parte de los saberes de una sociedad.
En
este orden de ideas es lógico preguntarnos, por ejemplo, ¿podríamos señalar a
un político, en ejercicio de funciones de Estado, de mala praxis profesional?,
¿es correcto denunciar a un alcalde por mala praxis profesional?, ¿a un líder
vecinal, diputado, concejal, gobernador, ministro, gerente de banco, como responsable
en su desempeño por mala praxis?
Centrados
en el ámbito de la política considero que mientras más se pueda
profesionalizar, en el sentido académico, a un político, tendríamos menos
tendencia a la desnaturalización y corrupción de sus actos. Bien que si esto no
es una garantía, -la de someter a los políticos a estudios en su área de
competencia- al menos dignifica, enaltece y coloca a éstos en mejores
condiciones al dotarlos de herramientas que lo capaciten para ejercer tan
delicada actividad.
Porque
los políticos en nuestra Venezuela, en general, tienden a mostrar un patrón
conductual sumamente precario en su desempeño como profesionales en esa área
que es tan vital. Esto exige de ellos una formación, capacitación y
actualización constantes en la construcción de modelos de ciudadanía en actos
cívicos que eleven la condición humana de ese conglomerado anónimo, llamado
“masa social” que de tan puros y básicos, deben ser constantemente orientados.
Por
eso existe la educación y sus diferentes etapas o ciclos. Desde la Etapa de
Educación Primaria, hasta aquellas universitarias, de pre y postgrados. Porque
la educación y con ello las universidades, son espacios pedagógicos donde el
pueblo, la masa social, accede a decantar sus saberes. La universidad es
precisamente eso, pueblo que somete a discernimiento, contrasta y sistematiza
sus iniciales conocimientos.
No
creo que en la Venezuela del siglo XXI los políticos estén preocupados, ni por
su formación profesional ni mucho menos, por actualizarse en conocimientos de
políticas públicas. Mucho menos, por dotarse de un lenguaje verbal y kinésico
que sirva para brindar modelos de virtud a sus semejantes. El lenguaje, en los
políticos venezolanos, es pobre, populista, decadente, violento y obsceno.
Tristemente
debemos afirmar que la gran mayoría de los políticos en la Venezuela de estos
años, tanto de quienes depende el poder del Estado como aquellos que se le
oponen, presentan una precaria imagen que en nada enriquece la cultura cívica
en los ciudadanos. Esto por los años de repetición de modelos de líderes
políticos que fueron degradando tan delicada profesión, desde los antiguos
demagogos como todos los actuales populistas.
Semejante
monstruo político que se nos ha impuesto como modelo, de lenguaje agresivo,
absolutamente incoherente en sus argumentaciones, cínico, mentiroso, arrogante,
burlesco y banal, pues no puede ser más que una mala imagen, un tumor maligno
anclado en lo más profundo de nuestra psique colectiva.
Al
Paraíso no entra cualquier persona, afirman los creyentes. Pero al Infierno
todos tenemos libre tránsito. Necesitamos protegernos de esos políticos de
utilería. Colocar restricciones de tipo pedagógico-educativo en la
profesionalización de la actividad político-partidista a quien desee graduarse
de líder, es cuando menos, justo y necesario para construir una sociedad
republicana de ciudadanos mentalmente sanos, responsables y conscientes de su
destino como pueblo y nación.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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