José Domingo Blanco 31 de agosto de 2018
En
mayo de este año, antes de las elecciones que el régimen organizó para
legitimar a Nicolás como Presidente de Venezuela, escribí un artículo que
titulé La Patria del Carnet. En él alertaba que, más temprano que tarde, el
Carnet de la Patria sería el único documento válido en Venezuela. Abría ese
escrito diciendo: “¿Cuánto falta para que el Carnet de la Patria sea el
documento obligatorio en Venezuela? Obligatorio para salir del país.
Obligatorio para gestionar el pasaporte. Obligatorio a la hora de ir a los
Registros o Notarías. Obligatorio y único documento requerido para cobrar las
pensiones en los bancos. Exigido como identificación por los policías y
guardias que se apostan en las alcabalas. Solicitado junto con la tarjeta de
débito a la hora de pagar nuestras compras. ¿Cuánto falta para que reemplace a
nuestra cédula de identidad?”.
Cuando
escucho a alguien decir “en el Banavih me pidieron el Carnet de la Patria para
darme la solvencia que necesito para liberar la hipoteca que tengo con el
banco” y observo la cara de asombro de quien lo comenta; cuando Nicolás insiste
que, de la gasolina subsidiada sólo se beneficiarán quienes tengan el Carnet de
la Patria, y veo a más de uno sacando las cuentas de cuántos millones se les
irán llenando el tanque del carro si no tienen ese documento; cuando a los
viejitos les condicionan el pago de la pensión y el bono, al registro de sus
datos en el Sistema de la Patria; cuando oigo otras amenazas más en las que el
documento revolucionario será obligatorio; entonces, con mucha tristeza
compruebo que, en un plazo muy corto, el régimen avanzó hacia el fortalecimiento
de su sistema comunista.
Este
modelo inédito que les comienza a dar resultados. Y, por supuesto, el Carnet de
la Patria es, obligatoriamente, un paso importante que les permite consolidar
sus objetivos y, a nosotros, ponernos a pensar si formaremos parte, o no, de la
membresía del novedoso Venezuela′s Communist Club.
¡La
venganza del comunismo! El régimen no ha dado puntada sin hilo. Venezuela ha
sido el tubo de ensayo donde los comunistas del mundo mezclan lo mejor de su
doctrina para volver a la vida un sistema de dominación prescrito y repulsivo
Como
insistía la semana pasada, encontraron el ingrediente que le faltaba a la
fórmula para que, esta vez, no fallara. Y Venezuela es su prueba piloto. Es la
revancha de los comunistas derrocados en otros tiempos. Tiempos en los que no
existían las criptomonedas, ni se hacía tanto dinero gracias al narcolavado.
Por eso, celebran cada cuerpo que languidece ante la falta de comida o
medicinas. Porque la pobreza incrementa su poder.
Dominar
es mucho más fácil cuando las dos únicas opciones que ofrece el opresor son
obedecer o morir. “El comunismo te quiebra las rodillas para que tengas que
darle las gracias por las muletas”, una frase contundente con la que cerraba mi
programa de radio.
El
pueblo venezolano huye. Los venezolanos huyen. Quieren librarse de la pobreza y
de su amargura. Huyen de la maldad, del dolor y los gritos. Huyen de los golpes
de la vida en dictadura. Huyen de la calle, del sufrimiento, de su tristeza.
Huyen de un país rudo, desconocido, injusto…huyen.
Huyen,
aunque Nicolás diga lo contrario e intente desmontar la realidad con su plan
“Vuelta a la Patria”, una vulgar propaganda salida de los laboratorios del neo
Goebbels criollo. La malicia, me susurra al oído: “¿cuánto les habrán pagado a
esos venezolanos que recogieron en Perú para traerlos de regreso a Venezuela?
Seguro les dieron su apartamento de Misión Vivienda, una caja Clap, algunos
bonos y hasta un lingotico de oro. ¿Cuánto crees tú, Mingo? Porque a mí, malicia
al fin, me huele a teatro”. Inevitable no pensar de esa manera, porque la
realidad desborda el cerco propagandístico del régimen.
El
cataclismo que generó la batería de anuncios que soltó Nicolás durante agosto,
es planificado, premeditado, es una cucharada rebosante de comunismo que nos
empujaron a todos los venezolanos. El régimen asesta nuevos golpes a las
rodillas para doblegar la moral de quienes nos negamos a aceptar sus muletas.
Porque Nicolás y sus secuaces saben que los responsables de la hiperinflación
no son ni los comerciantes ni los empresarios.
Sin
embargo, gracias a sus medidas, arreciará la toma de fábricas y el cierre de
empresas. Se abona el terreno para arremeter contra la propiedad privada. Es
destruir lo que queda del aparato productivo. Y eso, por supuesto, afianza a
Maduro en el poder.
Mientras
todo este proyecto avanza, la Vice “P” Delcy Rodríguez nos pide a los
venezolanos que no pensemos más en el dólar. Que solo hablemos del Petro. Y,
sin embargo, en la Asamblea Nacional Constituyente afirman que el nuevo salario
se adaptará a los cambios del dólar paralelo.
Venezuela
sufre una neodictadura. Necesario es comprenderlo. Somos víctimas de un
experimento cultural/ social sin precedentes en la historia contemporánea de la
humanidad; incluso, fuera de cualquier fanatismo ideológico.
Hoy
tenemos una cita con nuestra historia para deslastrarnos de esta pesadilla,
“arrancada de la vida misma”, que saltó de las psiquis de un grupo de
comunistas psicópatas con mucho deseo de venganza
José
Domingo Blanco
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