Ismael Pérez Vigil 17 de febrero de 2019
Mientras
esperamos el desenlace de la entrada de la ayuda humanitaria en Las Tienditas,
algunos se recrean desenterrando “hachas de guerra”. Me refiero a las amenazas
de “guerra” que, según algunos, revolotean sobre Venezuela y con las que
tendría que lidiar Juan Guaidó. Estas son: un nuevo escenario de guerra fría,
entre EEUU y Rusia, con sus respectivos aliados, que tendría a Venezuela como
uno de sus epicentros; y una supuesta guerra civil, como la española, por
ejemplo. Me referiré en esta oportunidad a la supuesta “guerra fría”, cuyo
escenario veo más inmediato.
No me
cabe duda sobre lo que algunos analistas, demasiados como para nombrarlos a
todos, han señalado. Primero, es obvio que la Rusia del ex-KGB, Putin, anhela
fervientemente restaurar el viejo poderío y preponderancia en el mundo de la
antigua Unión Soviética. Segundo, tampoco me cabe ninguna duda acerca del
intolerable involucramiento de la Rusia de Putin en Venezuela, en la búsqueda
de petróleo, oro y otros minerales y tercero, su probable interés, de paso, establecer
una cabeza de puente en América Latina, considerado el patio trasero de los
EEUU; y eso pudiera estar influyendo en la toma de acciones más decisivas en
Venezuela, por parte de los EEUU; aunque las ya tomadas son bastante decisivas.
Pero,
en primer término, no creo que la Rusia actual sea lo mismo que la Unión
Soviética de antaño. La información militar que yo manejo, me lleva a pensar
que no hay detrás de Rusia la “potencia militar” que algunos quieren ver; es
decir, que la Rusia de Putin no es ni mucho menos la potencia militar que era
la Unión Soviética, por más que así lo aspire Putin y algunos analistas
políticos lo piensen y quieran ver en lo que está ocurriendo en el mundo y en
Venezuela. No creo que Rusia tenga la capacidad de instalar bases militares en
América Latina, como lo intentó a principios de los años sesenta del siglo
pasado en Cuba. Sobre el poderío ruso, ya lo señaló hace algunos años el
presidente Obama de los EEUU cuando afirmó, palabras más, palabras menos, que
Rusia era solo un poder local, con capacidad de amenaza militar únicamente para
algunos vecinos y que esa era su gran debilidad, no superable, por los momentos
o en un tiempo cercano. Por más que Putin, Rusia y la dictadura pudieran tener
la aspiración de “instalar” alguna base en Venezuela, creo que el interés ruso
en nosotros es más económico, que otra cosa, aunque no dejen de hacer ver
alguna arista “geopolítica”, como para perturbar a los EEUU.
Con
respecto al involucramiento de Rusia en Venezuela, es notorio que entre
préstamos e inversiones, según algunos, la cifra ronda los 17 mil millones de
dólares, que en estos momentos es un monto considerable para Rusia, como para
perderlo. Sea por esta “deuda”, sea por el temor del régimen a las represalias
por parte de los EEUU, y aunque el monto de lo adeudado o invertido no fuera de
una magnitud importante, la dictadura así nos lo quiere hacer ver, a nosotros y
a los EEUU, para sentirse “apoyada” y “protegida” por quien no estaría
dispuesto a perder ese dinero.
Además,
no deja de ser un atractivo importante para los planes rusos, aun cuando no
pueda ir muy lejos, ejercer influencia sobre el país que posee las reservas de
petróleo más importantes del planeta, ingentes cantidades de otras riquezas en
minerales, que está sumido y debilitado por una profunda crisis económica y
humanitaria y situado tan cerca de los EEUU.
La
dictadura venezolana ha dado pasos firmes en dirección a Rusia y esos pasos van
más allá de los rumores sobre traslados de oro y otros minerales; o los paseos
a Rusia en búsqueda de financiamiento; o los paseos “inocentes” de aviones de
guerra rusos; o supuestas movilizaciones de barcos de ese país hacia el Caribe,
y sobre eso si hay que llamar la atención del mundo.
Venezuela
ha cedido importantes yacimientos petrolíferos a Rusia, le ha cedido un 49% de
las acciones de CITGO, empresa ubicada en los EEUU; la empresa rusa Rosneft ha
incrementado su producción petrolera en Venezuela, a pesar de las sanciones de
los EEUU, para aliviar al régimen venezolano; y recientemente PDVSA ha abiertos
cuentas en el Gazprombank AO, banco ruso, donde aspira que las empresas
petroleras que extraen petróleo de Venezuela, depositen el monto de la factura
petrolera, en un intento por evadir las sanciones impuestas por el Departamento
de Tesoro de los EEUU. De ocurrir o continuar esto –lo de la apertura de las
cuentas ya ocurrió– Rusia estaría siendo cómplice de la expoliación de recursos
al pueblo venezolano y eso debe ser tomado en cuenta de manera apropiada por la
comunidad internacional.
Por lo
tanto, creo que el gobierno interino de Venezuela, que preside Juan Guidó –y
esta es mi propuesta– debe situarse en un escenario pre bélico, de “guerra
fría”, denunciar estas maniobras rusas con la dictadura venezolana y advertir
también a algunos gobiernos –China, Italia, Turquía, Irán– pero sobre todo a
Rusia, lo que ya la Asamblea Nacional (AN) advirtió en 2018: que todo tratado
que se firme entre gobiernos o contrato entre empresas, que afecten los
intereses del país, no es válido y no será reconocido ni honrado, si no es
aprobado por la AN.
De
esta manera, esos países, que además no han reconocido la magnitud del problema
que vive Venezuela, ni al gobierno de Juan Guaidó, verían que están en riesgo
la recuperación de prestamos ilegales y cuantiosas inversiones.
Este
sería un paso importante para el gobierno interino, que haría que algunos
gobiernos pusieran sus barbas o bardas en remojo. Y sería, si no un paso de
“guerra fría”, al menos un paso muy fríamente calculado que debería dar el
presidente Juan Guaidó.
Ismael
Pérez Vigil
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