Julio César Arreaza 17 de febrero de 2019
Dios
ciega a quienes quiere perder. Las mafias destruyeron las instituciones,
anularon los contra poderes- que al controlarse entre sí- aseguran la
gobernabilidad, corrompieron el tejido social, administrativo, público, y
mandaron con la fórmula enarbolada por el finado locuaz: “como me da la gana”.
Esto los conduce a la derrota total. La ideología marxista, mentada comunista o
socialista del siglo XXI, la ley monstruosa del Plan de la Patria, están
sufriendo en estos precisos momentos una derrota histórica.
Intentaremos
aproximarnos al camino que los llevó a la perdición.
Todo
comenzó con la elección presidencial cuestionada de Maduro, seleccionado por el
mandamás difunto; lo que le acarreó la pérdida del liderazgo al principal líder
de la oposición Capriles. El discípulo supera en inescrupolosidad a su mentor.
En su nefasto período se redujo en la mitad la economía, basta ese único dato.
Se
inventaron luego, cuando ya estaban en el súbsótano de la popularidad, una ANC
cubana comunal, sin haber consultado al pueblo en referéndum, y por tanto nula
de toda nulidad. Un esperpento nada creíble que fue la respuesta que le dio el
criminal cerebro de la revolución, al cambio cualitativo operado en la nueva
recomposición política, con la elección de la Asamblea Nacional del año 2015,
con las dos terceras partes para la oposición y cuidado si más.
Otro
peldaño hacia la perdición los lleva a realizar unas elecciones presidenciales
a destiempo, en mayo de 2018, organizadas al rompe por el mafioso e
impresentable CNE. Convocadas dicho sea de paso por la fraudelenta ANC comunal
como poder supra ante el cual se prosternaron los demás poderes públicos, menos
la Asamblea Nacional, y reafirmaron con eso su ilegítimidad. El mundo quedó
atónito con la reelección del rechazado tirano. Dos pésimas jugadas, ambas
elecciones esperpénticas.
La
estocada fatal viene el 10 de enero de 2019, cuando llegamos sin presidente
electo a esa fecha, por no realizarse elecciones presidenciales válidas y
creíbles, y arribamos al fin del periodo
presidencial. La Constitución no permite vacios y surge así la transición a la
democracia, asumiendo la Asamblea Nacional legítima las competencias del
Ejectutivo y designando a Guaidó presidente interino. Y, para ponerle la guinda
a la torta, el rechazado de los rechazados se declara usurpador.
Cambia
magistralmente el panorama internacional y la comunidad reconoce al nuevo
presidente Guaidó, y el usurpador se queda íngrimo y con el respaldo degradado
del eje del mal.
El
punto de inflexión será el 23 de febrero, fecha en que entrará la ayuda
humanitaria con respaldo mundial. Tenemos centenares de miles de niños
desnutridos y pacientes con cáncer, pacientes sin diálisis, aguardando la ayuda
médica para su supervivencia. Así será si Dios quiere y la ignominia quedará en
su sitio: el basurero de la historia.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
Cesar Arreaza B.
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