Laureano Márquez 22 de febrero de 2019
Una
noticia despierta nuestra reflexión e interés: Andrómeda se acerca a toda
velocidad hasta nuestra Vía Láctea (Milky Way en inglés en honor a la célebre
barra chocolate), parece que la colisión es inevitable.
Andrómeda
se mueve a una velocidad de 300 kilómetros por segundo. Según este dato, la
galaxia vecina avanza hacia nosotros 25.920.000 kilómetros cada día. La cifra
perturba, asusta, estremece. Para que se den una idea, es como ir 37.241 veces
a Maracaibo (o sea, ni Carlos Andrés en su primera campaña de “ese hombre sí
camina”). Inevitable meditar en lo pequeño y breve que es todo lo humano.
Pienso
en las grandes cosas que el hombre ha hecho: pinturas, catedrales, sinfonías,
Stonehenge, el ícono de la Trinidad de Rublev y el Empire State. Todo ello será
alguna vez polvo cósmico (o no, ¿quién puede saberlo?). Nos sentimos pequeños
ante dimensiones que a nuestra mente se le escapan, pero a la vez somos
grandes, porque comprendemos todas estas cosas, que existen porque las pensamos
y somos capaces de abarcar dimensiones infinitas en el universo -no menos
misterioso- de nuestro entendimiento.
Decía
Kant: «Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a medida
que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral
dentro de mí». Por encima de nosotros, el infinito universo insondable y
dentro, en el interior de cada uno, otro infinito: el moral, nuestro deseo de
ser buenos, nobles, justos y grandes y de que esa belleza interior se exprese
en el arte, en la perfección de cuanto hacemos. Para ello, cada uno de nosotros
-pequeñas criaturas- ha recibido un don de don Dios (que basta ya de esas
confiancitas con el Padre Celestial).
En
medio de todo, una buena noticia: la colisión de ambas galaxias según las más
recientes estimaciones se producirá dentro de 4.500 millones de años y no
dentro de 3.900 millones, como estaba previsto en cálculos anteriores. Esto nos
da sin duda un pequeño margen de tranquilidad de 600 millones de años
(muchísimos viajes a Maracaibo).
No hay
fotografías de la Vía Láctea, lógico, porque vivimos en ella, necesitaríamos un
palo de “selfie” de 27.000 años luz (Esto es 9 billones 460 mil 800 millones de
kilómetros multiplicado por 27.000). Pero nos hacemos una idea porque tenemos
fotografías de Andrómeda, que parece ser muy parecida a nuestra galaxia. Dice
uno “nuestra galaxia” como quien dice nuestra casa, que es un grano de arena
que habitamos en la playa del universo y nuestro sistema solar, en medio de
ella, una hormiga que deambula por África y la tierra el mingo del juego de
bolas criollas del sistema solar. Y dentro de la tierra, el que te conté -como
usted o yo- un punto insignificante. La pregunta astronómica es: ¿cómo puede un
punto insignificante torcer el destino de tantos seres humanos y reducir a
polvo cósmico a una economía? Es obvio que es porque este pequeño punto -como
tantos otros tontos en la historia- se cree el centro de la Galaxia.
En
definitiva, lo que hace maravillosa la aventura humana es que en cada una de
nuestras existencias -pequeñas si las comparamos con el cielo estrellado-
existe una posibilidad de grandeza infinita para el bien, el amor, la paz y la
humanidad. Es una pena que algunos, para seguir con la astronomía, terminen
transformando sus vidas en un agujero negro que, por cierto, suele definirse
como “el resultado final de la acción de la gravedad extrema llevada hasta el
límite posible”, que es lo que, justamente, sentimos hoy los venezolanos.
Laureano
Márquez
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