Por Oscar Marcano
En febrero de 2018, la
oposición se levantó de la mesa de diálogo en República Dominicana, desconoció
las elecciones presidenciales del 20 de mayo y logró que 46 países las
considerasen espurias. El 5 de enero de este año, la Asamblea Nacional eligió
al diputado Juan Guaidó, presidente de la misma. El 10 comenzaba, en teoría, un
nuevo período presidencial, pero el 15 de enero la Asamblea declaró la
usurpación del cargo por parte de Nicolás Maduro, y se produjo la juramentación
de Guaidó como Presidente encargado, obteniendo el reconocimiento de 51 países.
En paralelo, aprueba una ley de Amnistía para absolver a militares y civiles
que, apegándose al artículo 333 de la constitución, colaboren en la restitución
del orden constitucional. A partir de entonces, y luego de un balsámico periodo
de catarsis guaidociana, la ayuda humanitaria se ha convertido en la piedra
angular de la política. Lo que nos trae obligatoriamente a Miguel Pizarro,
presidente de la Comisión Especial de Seguimiento a la Ayuda Humanitaria y
responsable de la Estrategia Nacional de Atención a la Emergencia Humanitaria
Compleja.
–¿Qué hizo que el foco de la
estrategia de la oposición se desplazara a la empresa de la ayuda humanitaria
como punta de lanza?
–En 2016, cuando esta nueva
mayoría ganó la Asamblea Nacional, una de sus primeras acciones fue declarar la
emergencia humanitaria compleja, acción que el régimen bloqueó usando su
Tribunal Supremo de Justicia. Lo reintentamos en 2017 con una ley que
trascendía la declaratoria y pasaba a su aplicación, pero de nuevo fue
bloqueada por la misma vía. ¿Por qué pongo estos antecedentes en contexto?
Porque el cuadro al que llegamos hoy, donde el 60% de nuestras medicinas no se
consigue aunque se tenga el dinero, donde el 85% del equipamiento médico de
nuestros hospitales no funciona, el 90% de las emergencias están fuera de
servicio y el 90% no tiene agua ni luz regular ni rotación de insumos
necesarios, se pudo haber evitado. El hecho de que 4 de cada 10 niños que van a
escuelas públicas tengan problemas de talla y peso, es decir, no estén
creciendo ni nutriéndose como deberían por carecer de la alimentación
necesaria; el hecho de que Venezuela supere a todos los países de América
Latina en desnutrición crónica con las reservas probadas de petróleo más
grandes del mundo, nos pone en un escenario donde no es que hubo un terremoto,
no es que cayó un meteorito, es que el diseño político de quienes están en el
poder nos condujo a una tragedia. Por eso es una emergencia humanitaria
compleja, porque fue producida por la labor del hombre, por decisiones del
hombre, por obra de los que están en el poder. Y estas cifras tienen nombre y
apellido: es Susana, una mamá del J. M. de los Ríos, cuya hija falleció por
falta de insumos; es Mauricio, quien en un derecho de palabra en la Comisión
para hablar como paciente VIH positivo, de los cinco minutos que duró su
intervención, cuatro minutos y medio los pasó diciendo nombre, apellido, cédula
y edad de quienes habían muerto por falta de un tratamiento que en cualquier lugar
del planeta es rutinario. Nosotros, desde la Asamblea, tomamos una decisión de
fondo: estamos construyendo los embriones institucionales del futuro. Y ya no
actuamos como una alternativa: actuamos como una fuerza que se prepara para ser
gobierno. Sabemos que la iniciativa humanitaria no resuelve la crisis
social, pero le pone un parado a ese destino seguro que es la muerte en
las condiciones actuales. Y estos embriones institucionales del tema
humanitario permitirán auxiliar a quienes hoy están en la espiral de la
miseria, esos 300.000 venezolanos en condición de vida o muerte. Basta con
escuchar a Francisco o a Jesús, dos pacientes de diálisis, cuando dicen que
cada vez que les toca conectarse a la máquina sienten pavor por no saber si se
van a levantar vivos de ella, porque se va el agua, porque no destila bien,
porque no funciona como tiene que funcionar. Es lo que hoy nos mueve a que
esto, que si bien es una realidad política, sea primero una realidad social. En
la Asamblea tenemos un plan estratégico que divide en tres etapas la atención
humanitaria. Tenemos una hoja de ruta que determina cuáles son las poblaciones
vulnerables, un mecanismo de control y transparencia para establecer el
acompañamiento de las organizaciones, pero además, tenemos una decisión
política: lograr empoderar a quienes durante años han venido haciendo un
trabajo casi clandestino para que la emergencia humanitaria tenga mecanismos
que la mitiguen. Solo quien ignora el desastre o a quien no le importa, es
capaz de juzgar la ayuda como limosna, como intervención militar solapada o
como herramienta política de confrontación.
–¿Cómo terminó Miguel
Pizarro al frente de la Comisión Especial para el Seguimiento de la Ayuda
Humanitaria Compleja?
–Fue una decisión de la
presidencia de la Asamblea Nacional. La tomó Juan Guaidó. Su idea era que
quienes estábamos a la cabeza de las áreas programáticas pudiéramos asumir
tareas estratégicas. Pero aparte de ese mandato político, tengo una razón muy
mía, y es mi hermana. Mi hermana no está aquí por la misma emergencia. Tiene un
tumor cerebral no operable por la zona donde está ubicado. Durante mucho tiempo
tuvo su tratamiento –vivía en Maracay–, hasta que un santo día la corrupción se
lo arrebató. Por un tiempo se intentó traer de fuera pero no se pudo. Al no
recibirlo se empezaron a presentar episodios de parálisis; primero de la cara,
luego de un brazo, después pasó a ser una parte del cuerpo. Mi hermana
empeoraba y tuvo que migrar justo en la campaña electoral. En el momento en que
salí electo diputado me tocó ir a Maiquetía a despedirla. Ya fuera, pudo
retomar el tratamiento y superar la parálisis. Ahora puede trabajar, atender a
su hija. Pero lo justo es que eso hubiese ocurrido aquí en su país, que se
estuviese tratando acá, no en otro lado.
–De acuerdo con los
estándares internacionales, ayuda
humanitaria es la transferencia de recursos de un
donante a un receptor para salvar vidas y aliviar el sufrimiento de una
población aquejada por una crisis. Por otra parte, es a corto plazo, no puede
sustituir al gobierno ni resolver los problemas estructurales del país
afectado, además de no tener fines políticos, comerciales ni militares. Vayamos
por parte: ¿quiénes son los donantes?
–Contamos con tres fuentes
de apoyo. La primera son los gobiernos y los países. Entre estos tenemos a
Estados Unidos, a Colombia, que ha ayudado mucho, sobre todo en el tema
logístico, a Alemania, Canadá, Chile, Francia y Reino unido. Con algunos de
estos países estamos en el tránsito entre la oferta y el papel técnico, que lo
convierte en demanda, porque hay algo que queremos explicar: nosotros no
administramos recursos. La Asamblea Nacional no administra dinero. Para cada
oferta que hace un gobierno hay un documento técnico preparado por Julio
Castro, Luis Pedro España, Omar Zambrano, muchas de las organizaciones no
gubernamentales cuyas siglas nos reservamos para protegerlas, muchos expertos,
algunos muy convencidos, otros no tan convencidos, pero aportando igual su
conocimiento para que esto tenga sentido. La ayuda humanitaria comprende rubros
muy específicos: auxilio alimenticio, suplementos nutricionales, equipamiento
médico, insumos de las medicinas crónicas esenciales y recurrentes, y todo
aquello que involucra tratamientos hospital-dependiente y de personas en riesgo
de vida o muerte por su condición. Ese es el cuadro. Y en él tenemos una
primera línea de donantes que son los países y los gobiernos. Luego están las
agencias de cooperación, las cuales dependen en algunos casos del ejecutivo de
sus países. En otros casos de privados que prestan su ayuda. Aquí contamos con
agencias de cooperación norteamericanas y europeas. Y la ayuda no es solamente
lo que envían. Comprende también capacitación de organizaciones no
gubernamentales, ampliación de mecanismos de transparencia y seguimiento en la
distribución, tecnología de acopio y distribución logística. Porque la ayuda
humanitaria no es un inventario que está en un galpón en Cúcuta, cruza la
frontera y entra a Venezuela. Eso es un primer paso. A partir de ahí hay que
distribuir de acuerdo a prioridades, a unos espacios nodriza, unos tejidos
capilares naturales para que la ayuda efectivamente llegue. El proceso requiere
de una base de voluntarios que permite detectar, ayudar, acompañar. Exige
respetar cuatro principios que para nosotros son sagrados: Uno, Humanidad. El
sufrimiento debe ser atendido donde esté y la gente no puede ser utilizada para
ningún fin distinto a ayudar. Dos, Transparencia. Que todo lo que llegue,
efectivamente llegue, y pueda ser auditado. Tres, No politización. Que nadie
sea pasado por un prisma político ni el proceso sea implementado por ningún
partido, sino por el cuarto punto, que es Institucionalidad y coordinación, que
es que nosotros, desde la institución, nos convirtamos en un ente que facilita
procesos pero no los protagoniza. Y tenemos una tercera fuente de donantes que
es la diáspora, nuestros hermanos venezolanos fuera. De esos 3 millones, hemos
detectado que por lo menos el 10% está en disposición de montar mecanismos de
ayuda verdadera, de acopio, de distribución, incluso de poder ayudar
directamente a personas. Esa tercera vía para nosotros es muy importante, y
queremos visibilizarla en desmedro de una narrativa obstruccionista que ha
restado protagonismo a una ciudadanía que a lo largo de todos estos años se la
ha jugado por el futuro aquí y fuera de Venezuela.
–¿Quiénes son los
receptores?
–Los más vulnerables. En
esta primera etapa, mientras luchamos contra la usurpación, sabemos que la
expectativa debe ser manejada de manera correcta, porque una mala expectativa
es tan dañina como una mentira vociferada. En esta primera fase perfilamos un
primer sector de 300.000 venezolanos que están en rango de vida o muerte y
requieren atención por riesgo nutricional o por acompañamiento médico. Han sido
detectados por la vía de las redes de médicos, la Encuesta Nacional de
Hospitales, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población
Venezolana (ENCOVI), el Estudio Nacional de Pobreza, y la data de atención de
las organizaciones de manera directa.
–Aunque se haya reiterado en
múltiples declaraciones que la ayuda humanitaria no es un tema político, para
mucha gente –y particularmente para el gobierno– lo es. Cosa que demuestra con
su miedo. Claramente la preocupación oficial no es ni la soberanía ni la
integridad territorial, porque ambas las entregó hace tiempo a distintos
factores extranjeros que van desde Cuba y China hasta grupos de irregulares armados.
Basta ver el desguace ambiental del mal llamado arco minero. El miedo del
gobierno parece apuntar a que detrás de la ayuda humanitaria se produzca un
proceso de desalojo forzado del poder. O lo que es lo mismo: que esta se
convierta en una suerte de caballo de Troya.
–El miedo es natural en
aquel que ha actuado infundiéndolo. Pero la ayuda humanitaria no es un caballo
de Troya. ¿Cuál es nuestro ejército? Médicos, enfermeras, pacientes,
familiares, víctimas. Nosotros queremos que la ayuda entre sin confrontación.
Que no solamente entre una vez, sino que se establezca un corredor humanitario
que haga recurrente el sistema de ayuda, mientras podamos construir los
paliativos de esta crisis. Y querer eso implica que estamos dispuestos a hacer
toda la presión diplomática y política para que ocurra. Desde lo que han venido
haciendo instituciones como la Iglesia, hasta el llamado que ha hecho el grupo
de contacto europeo, el cual ha dejado solo dos conclusiones como tarea de su
misión: elecciones libres y que la ayuda humanitaria entre al país. En su
discusión no está cómo preservar a Maduro en el poder ni cómo estabilizarle las
condiciones políticas. Aquí hay una decisión del mundo entero para que se dé un
proceso de cambio. Nosotros estamos dispuestos a ir a la frontera a conseguir
que la ayuda entre. Estamos dispuestos a organizar a médicos, enfermeras, a
sacerdotes, monjas, pacientes, familiares, y a reclamar nuestro derecho para
que la ayuda arribe al país. Pero hay una cosa de fondo. Nosotros hemos planteado
una ruta, que es el cese de la usurpación. Eso quiere decir que quienes hoy
ilegítimamente están en el poder deben entender que la única forma de que no
siga la presión, que no se siga estrangulando a los corruptos en términos
financieros y manteniendo la presión diplomática, es haciendo que quien hoy
encabeza ilegítimamente el poder ejecutivo, deje de estar ahí. Y este mensaje
no es a Maduro. Es a todo su entorno, a los que saben que con cada día que pasa
en la silla presidencial, tienen menos opciones, menos plata, menos espacio,
menos destinos. Y que la preservación de ellos individualmente pasa por
entender que el único estorbo para su absolución y las soluciones que el país
requiere es Maduro.
–Pero eso no contesta la
pregunta.
–Hacia allá voy. ¿Quiénes
tienen hoy la pelota en su terreno? Quienes han cerrado las puertas a todas las
opciones políticas. Y sobre el tema militar y humanitario, lo repetimos con
responsabilidad: nosotros no queremos confrontación. Queremos que la ayuda
entre en paz. Nos hemos estado organizando a través de la ciudadanía para que
así sea. Y parte de que aquí no haya una amenaza soterrada, es que quienes hoy
están en el poder y saben que la ayuda debe entrar, no crucen la delgada línea
y por razones políticas e indolencia intenten generar una confrontación entre
civiles desarmados, equipos logísticos que han apoyado para que esto funcione y
los insumos que hacen falta, versus una fuerza armada que claramente no quiere
tomar esta decisión.
El diputado Miguel Pizarro
retratado por Roberto Mata | RMTF
–Algunos entes
internacionales, expertos en crisis y ayuda humanitaria, así como diferentes
ONG han manifestado su preocupación al ver lo humanitario trasegado
por la agenda diplomática y política. Se muestran temerosos también de que la
ayuda pueda entrar por la fuerza. El propio Francesco Rocca, presidente
internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, ha
reiterado la sensibilidad del tema.
–Comparto la preocupación de
que el repertorio político hoy tenga el tema humanitario como centro. Pero ¿qué
nos trajo hasta acá sino la negativa e indolencia de quienes durante años,
pudiendo impedir esta tragedia no hicieron nada para evitarla? Reclamar un
derecho no es politizar el derecho. Al final, nosotros no podemos quitarnos la
gorra de parlamentarios y decir que somos otra cosa. Estaríamos convirtiéndonos
en lo mismo que toda la vida hemos criticado. Por eso vuelvo donde empecé: el
enrarecimiento de este clima político en el que estamos hoy es producto del
merengue que hizo quien está en el poder. Nosotros lo intentamos con el
Vaticano, lo intentamos en Dominicana, lo intentamos en la calle. ¿Cuáles eran
nuestras cuatro exigencias? Uno, que se respetara la Asamblea Nacional y sus
competencias; dos, que los venezolanos pudieran elegir libremente; tres, que se
liberara a todos los presos políticos; cuatro, que se procediera a la ayuda
humanitaria. Esas han sido nuestras reclamaciones desde hace años. Ahora,
cuando por primera vez las cuatro exigencias tienen rostro, tienen presión,
tienen resultados, es natural que muchos sientan que van a quedar en medio de
dos fuerzas que se estrellan. Pero para quedar en medio de dos fuerzas que se
estrellen hace falta que una de ellas esté decidida a llevarse a la otra por
delante, y nosotros no somos esa fuerza. No queremos llevarnos a nadie por el
medio, sino al contrario, incorporar. Sobre los organismos multilaterales y las
agencias que han venido interviniendo, yo creo que más que una negativa, uno
puede hacer una línea de tiempo en referencia a cómo ha ido migrando su
opinión. Empezaron en la negativa absoluta. Luego dieron un paso al
reconocimiento de la necesidad pero con la preocupación diplomática y política.
Seguidamente dieron un paso más a la exigencia de que las autoridades militares
y civiles que tienen la responsabilidad permitan que la ayuda entre sin
confrontación. Y en el caso de la Cruz Roja dieron un paso más, y han dicho: yo
no puedo meterme en la entrada, pero si la ayuda entra al país, estamos a la
orden para el trabajo logístico, de distribución y acompañamiento. Entonces,
tener esa línea de tiempo clara permite demostrar que nosotros estamos actuando
institucionalmente y en el marco correcto para convencer a los actores
internacionales de que el camino humanitario es la ruta apropiada para paliar
la crisis.
–El gobierno la tiene
difícil. Si obstaculiza la entrada pierde y si la permite también. Si la impide
evidencia crueldad y desidia. Si la permite demuestra su fracaso y el
reconocimiento implícito de su responsabilidad en la crisis humanitaria. ¿Qué
pasa si para evitarse el trauma el gobierno permite el paso de la ayuda
humanitaria? ¿Qué pasa si dice: “Es más, vamos a escoltarlos y a asegurarnos de
que los cargamentos lleguen a las instancias que ustedes han designado?
–Esa actitud nos llevaría a
la segunda etapa de este esfuerzo: la construcción de un canal humanitario
recurrente que permita que la primera ayuda que llega a 300.000 ciudadanos, en
el segundo envión llegue a 600.000. Además nos permitiría demostrar muy claramente
el contraste entre el problema y la solución, la diferencia entre la corrupción
y la improvisación versus la transparencia y la planificación. La sociedad
entera, sobre todo los más necesitados, que han sido el corazón de su narrativa
política durante años, tendrían la experiencia directa de que nosotros, que
según ellos vamos a arrebatarles sus conquistas cuando estemos en el poder,
seamos los que traigamos la redención y el progreso. Porque en esta fuerza que
hoy se consteliza está la posibilidad de solución, pero no de la solución
paliativa, no del trapito caliente, sino la implementación de un plan que
empieza por lo humanitario, pasa por un programa de emergencia y nos lleva a un
programa de estabilización.
–¿Qué pasa si se obstaculiza
la entrada?
–Aquí no hay una sociedad
dispuesta a inmolarse por el gobierno. Aquí no hay ejército que se quiera
sacrificar por él. Veamos los ejercicios militares de Angostura. ¿Quiénes
fueron los protagonistas de los ejercicios militares de Angostura? Fueron unos
milicianos que estaban bailando ska. ¿Por qué en los ejercicios civiles de
Angostura no hicieron el despliegue de infantería y de aviación que hacían
antes? ¿Por qué no están utilizando a la Guardia Nacional y a los órganos
naturales de la Fuerza Armada para la represión sino al Faes? ¿Por qué la
persecución a los dirigentes políticos hoy no está recayendo en la
contrainteligencia militar y el Sebin, como hacían antes, sino en los
colectivos y la inteligencia social? Porque en el fondo hay también unos nodos
del poder que tampoco están dispuestos a inmolarse por quién está ahí. Pero
además, no hay un país que les acompañe. Yo he visto dos cosas de ellos que son
profundamente preocupantes. Primero, cómo se refiere Maduro a Estados Unidos y
a los norteamericanos cuando habla de Venezuela: “No queremos un nuevo
Vietnam”, dice. ¡Pero es que aquí ni Maduro es Ho Chi Minh ni Venezuela
un Viet Cong! Aquí no existe una sociedad que quiera tomar las armas en
defensa de un proceso que siente como su redención. Tampoco va a haber un
Gadafi o una Libia, porque la fuerza que reclama el derecho es una fuerza
profundamente civil y pacífica. Aquí más bien hay que agradecer la madurez
política de esta sociedad porque no hay nadie en armas: aquí no tenemos un poco
de paracos, ni un poco de guerrilleros que hayan tomado un camino distinto para
salir de esto y cambiar el poder.
–En otro orden de cosas,
usted viene de tradición familiar de izquierda por los dos lados. ¿Cómo procesa
usted la frivolidad de una parte de la opinión pública internacional de
izquierda, ciertos intelectuales y periodistas que, incapaces de superar las
viejas categorías de la guerra fría, voltean la vista ante el problema de los
muertos por la represión o la misma crisis humanitaria venezolana? Es la
misma añosa tradición de hacerse la vista gorda ante los 18 millones de almas
que pasaron por los campos de concentración de Stalin, el millón de cuadros que
en el propio Partido Comunista mandó a matar. Para ellos no hubo exterminio de
polacos en el bosque de Katyn ni Holodomor ucraniano. A sus espíritus
superiores no les importaron los 20 millones de víctimas de las hambrunas del
camarada Mao. En su comodidad, Fidel sigue siendo Prometeo y la tragedia
venezolana un chiste mayamero, al igual que las masacres de Ortega en
Nicaragua. Son esos a los que el filósofo Mark Lilla denomina filotiranos. Para
ellos hay crímenes buenos y crímenes malos. Los buenos, los que se atribuyen a
la causa superior del socialismo, no cuentan.
–Yo empecé por la
indignación, y eso me llevó a comprender que mi trabajo no es molestarme con
ellos, sino demostrarles lo equivocado que están al predicar rebeldía, al
predicar emancipación y no ser capaz de emanciparse de su propia ortodoxia.
Mientras la RDA existía, nadie de izquierda fue capaz de hablar de la
existencia del muro de Berlín. Pero una vez caído, una de las banderas más
grandes de toda la izquierda fue que nunca más existiese un muro que divida. Si
algo tienen en común todas las izquierdas es que, mientras Stalin vivía y la cortina
de hierro funcionaba, los gulags nunca fueron tema. Pero una vez que todo eso
se va por la borda, se convierte en bandera el que no existan campos de
concentración. Lo que yo creo es que hoy en día, aunque nos indigne, no somos
nosotros quienes tenemos que juzgar a esos intelectuales. Ellos están
juzgándose a sí mismos aunque no lo digan. Saber que aquí se muere gente porque
no hay comida y no hay medicinas pero no poder mover el bolígrafo para decir lo
que tienes que decir, en el fondo solamente te hace víctima de ti mismo. En el
fondo hace que cuando llega la noche y pones la cabeza sobre la almohada,
tengas que volver a reflexionar sobre lo que estás defendiendo y sobre lo que
estás callando. Yo he aprendido en este proceso la tranquilidad de actuar con
plena conciencia y asumir las consecuencias de lo que hago, pero también de
sentir lo que ocurre afuera como propio. Es lo que permite que uno duerma
tranquilo. Al final, esa intelectualidad de izquierda se ha refugiado en un par
de lugares comunes muy básicos. El primero es Estados Unidos. Se les olvida que
hay casi 60 países que reconocen el interinato de Guaidó, y se quedan
encerrados solo en uno para, desde ese uno, no tomar postura. Esto no es
Estados Unidos. Esto es Luxemburgo, esto es Letonia, Rumania, Andorra,
Alemania, Francia, Reino Unido, Brasil, Argentina, Chile, Perú y un largo
etcétera. El mundo democrático entero decidió que no más, que no se calan más
un sistema donde la gente muere por razones que fueron superadas incluso antes
de que los salvadores llegaran a hundirnos en la miseria. El que hoy hace un
artículo diciendo que en este país ha disminuido la derecha y la diferencia
social y que aquí todo el problema es un embargo económico que está acabando
con una revolución socialista que empodera a los más pobres, cuando llegue el
momento donde los más pobres tengan voz y se expresen como sabemos que se van a
expresar, y este país tenga un resultado electoral de 80-20, no por nuestras
clases medias, no por nuestra diáspora, sino porque los pobres decidieron no
ser más siervos de un Estado, ahí van a tener un hecho claro del cual no podrán
escapar. Quienes siempre han dicho que esto es una revolución trascendental que
ha cambiado la forma en la que se distribuye la riqueza, cuando en este país
terminen de salir todos los papeles que existen y termine de demostrarse cómo
fue la distribución de esa riqueza durante estos 20 años, no van a tener dónde
meter esa media verdad que utilizaron de excusa. Y eso nos lleva a lo que creo
es un tema de fondo: cuando las cosas son una excusa y no son una razón, tú no
puedes discutirla como una razón para desmontar la excusa. Hay que entenderla
como una excusa y a esa excusa solo se le puede responder con la fuerza de la
realidad y de la verdad. Indignémonos, sí, pero nuestro rol no es acusarlos.
Nuestro rol es demostrarles por la vía de los hechos una verdad que es mucho
más grande que su temor. En el fondo, lo que ocultan esos intelectuales y esos
periodistas es miedo. Miedo a decir me equivoqué. Miedo a decir que lo que yo
teoricé no funcionó. Miedo a reconocer que el proceso que acompañé, al que doté
de narrativa, al que le construí visión de trascendencia, se convirtió en lo
mismo que siempre criticaron.
17-02-19
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