Américo Martin 14 de agosto de 2015
En su obra capital que, según JL Borges,
es “todas las obras”, Dante envía los violentos de cualquier pelaje a los
círculos finales del infierno, el séptimo, octavo y noveno. En la Comedia (La
“divina”, como prefirió llamarla Bocaccio) el gran escritor florentino explica
los motivos que guiaron a Dios a colocar en cada círculo o recinto de círculo
los miles de millones de pecadores de la historia humana.
Dante fue un hombre apasionado, muy dado
a cimentar sus afirmaciones sobre especulaciones racionales o cuando menos de
lógica poética. Político militante como era, fue expulsado varias veces de
Florencia, su amada ciudad. Regresó tantas cuantas pudo para incorporarse al
partido de los “güelfos” contra los “gibelinos”, quienes fueron echados a su
vez por los compañeros de Dante, cuando el carrusel del Destino colocó a los
güelfos en el poder. En fin, la clásica vuelta de tortilla. Los perseguidos de
ayer convertidos en perseguidores de hoy, atados a las viejas cuentas de la
venganza. Por no prevalecer el sentido común nadie fue capaz de detener la
espiral de la violencia.
Más de siete siglos después estamos, en
la agobiada Venezuela, en el corazón de esa macabra espiral. Fiel a lemas
primitivos como aquel de que “con la burguesía no se dialoga” o que quien
disiente se convierte automáticamente en feroz enemigo y carne de patíbulo, el
gobierno fundado por Chávez y empeorado por la yunta Maduro-Diosdado, está
envuelto en un dilema crucial: puesto que no le resulta fácil derogar las
elecciones conforme la pauta del dictador Pérez Jiménez en 1957, extrema su
imaginación para evitar una derrota que lleva grabada en la piel
¿Cómo retener el mando el 6D sin
recurrir a un fraude abierto y masivo?
Entendamos esto: la causa de los DDHH y
el derecho internacional humanitario se han fortalecido en grado tal que el
sistema jurídico y los pactos multilaterales regionales se han cerrado a la
presencia de gobiernos sin legitimidad de origen u origen electoral. La OEA,
Mercosur y varios más incluyen semejante prohibición en sus estatutos. Maduro
sabe que cometer fraude equivale a ser expulsado y arriesgarse a castigos que en
las dramáticas condiciones que abruman a Venezuela, serían terminales. Chávez
lo supo siempre y de allí su afición a las elecciones mientras pudo reunir o
forzar mayorías, pero su modelo ha naufragado. Al reducir el país a escombros,
la esperanza de retener el poder por la vía del sufragio se aleja cada vez más.
El cuadro no es estático, está en franco
deterioro y por eso lo que haya que hacer no puede esperar demasiado. Sin
embargo el objetivo es claro: aprovechar las diferencias, incoherencias y
fallas de la oposición para activar sentimientos abstencionistas o
separatistas, de modo que la diferencia en los votos desaparezca por la
eventual incapacidad opositora de reunir todo su potencial antes del 6D
El asilamiento mundial del gobierno
madurista crece diariamente. Una muy reciente declaración de los Ayuntamientos
de España solicitando la libertad del Alcalde Ledezma y de Leopoldo López y
demás presos políticos ha sido suscrita por los concejales de los tres partidos
mayoritarios, PP, PSOE y Podemos, tenido este último como corriente afín a
Maduro, y no obstante firmando una dura condena de su política.
El gobierno de Maduro se debilita
aceleradamente. Hay un temor foráneo al estallido de una crisis humanitaria
devastadora en Venezuela. Según la CEPAL, al cierre de este año nuestro país
será el que más decrecerá en Sur América (-5.5%) seguido de Brasil (-1.5%) Y
con mucho será el de más demoledora inflación (180% o más). Por el peso muerto
de Brasil y sobre todo de Venezuela, el crecimiento de toda la región se
reducirá amargamente a solo 0.5%
Por su creciente pobreza, Venezuela
encabeza los conflictos sociales del continente. El Observatorio Venezolano de
Conflictividad Social notifica que en el primer semestre de 2015 hubo 2836
protestas sociales, 56 saqueos materializados y 76 intentados. Los estallidos
tipo San Félix se están expandiendo por la corteza del país.
No se ha podido cuantificar, desde
luego, el deterioro del PSUV, pero se percibe un fuerte malestar con especial
desapego de los sectores más pobres. Quienes escribieron con insistencia acerca
del chavismo como doctrina socialista, hoy exhiben una visible frustración.
Son dos rivales sobre la arena separados
por los dilemas de democracia o dictadura, crecimiento o retroceso, mejor o
peor calidad de vida. En este momento los pronósticos se complican.
Con evidente desesperación el gobierno
confía en su capacidad para desmoralizar y confundir a sus rivales.
Maduro insulta, provoca, se entrega a un
lenguaje chabacano y procaz, acompañado de agresiones contra aquellos a quienes
más teme. Inhabilitada María Corina y encarcelados Ledezma y López, siguen en
pie Capriles y Falcón. Capriles opta por responder cara a cara, Falcón deja
pasar lo que considera falaz y sigue armando su red nacional.
He dicho, he insistido en que se debe
votar el 6D pero sería irresponsable asegurar que aquello será fácil o al final
inevitable. Los que adivinan el futuro, dando por fatal el fraude o el triunfo
electoral, son políticos impropios. Se puede estimar la tendencia pero sobre el
resultado pesan muchos imponderables. Ahí se disocian los oficios de “político”
y “adivino”, porque si el peso de las provocaciones oficialistas destruyera la
unidad de la oposición acarrearía una situación inmanejable de efectos
imponderables. Con más razón la oposición debe apechugar, ofreciendo una
alternativa democrática unida por sobre las olas encrespadas.
Única fórmula capaz de ofrecer soporte
susceptible de vencer la borrasca.
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