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jueves, 20 de agosto de 2015

Un país eschavetao, por Juan Marcos Colmenares


Juan Marcos Colmenares*, 19/08/2015

Desde 1958 hasta 1998, Venezuela vivió su etapa más larga de civilidad, pluralidad y estabilidad política, económica y social. Fuimos considerados como un país en vías de desarrollo, un país emergente donde se comenzaba a liberar la economía, mejoraba la seguridad jurídica, se luchaba contra la corrupción y se establecía un estado de derecho.

Con la visión de lograr la Gran Venezuela, reorganizamos la administración pública y su estructura económica para democratizar al estado, logrando la descentralización y la elección directa de gobernadores y alcaldes. Con el propósito de convertir a Venezuela en un país internacionalmente competitivo, globalizamos la economía y nos vinculamos a los centros mundiales del capital. Tratamos de acabar con el capitalismo de estado ampliando las fuentes de ingresos, diversificando el sector productivo, reduciendo el peso del estado y creando una sociedad productiva y no rentista.


En esos cuarenta años invertimos con éxito nuestros recursos: En la industria básica y pesada del acero y la bauxita (Sidor, Venalum, Alcasa, Bauxiven, CVG). En la industria petrolera y petroquímica, creando capital humano e infraestructura física (PDVSA, Pequiven, empresas mixtas). En la agroindustria, con la construcción de ingenios azucareros y complejos manufactureros. Y desarrollamos empresas y complejos hidroeléctricos (Electricidad de Caracas, Enelven, represas de Guri y Uribante-Caparo). El bolívar era una moneda dura que se cotizaba en los mercados mundiales junto al dólar, al marco y al yen; y nuestro PIB alcanzó un crecimiento muy superior al de cualquier país, con más desarrollo social y mejor calidad de vida.

Pero después de 16 años y a pesar de los ingresos recibidos, este régimen comunista nos ha retrocedido y desmejorado nuestra calidad de vida. En el período democrático recibimos ingresos por $427.393 millones y en los últimos 16 años $2.295.000 billones. ¿A dónde fue a parar esa gigantesca cantidad de dinero?

En 1998, la tasa anual de homicidios por cada cien mil habitantes fue de 9. En 2014 fue de 82 y Caracas está considerada como la segunda ciudad más peligrosa del mundo. En materia de salud, teníamos 25,32 camas por cada cien mil habitantes; en el chavismo descendimos a 17,01. En democracia producíamos cada año 80,8 litros de leche por habitante, ahora se producen solo 31,79 litros. Para el 2007 se habían cerrado 6.772 empresas de las que existían en 1998; y sin producción, las importaciones que el 1999 eran de $ 14.492 millones, en 2013 aumentaron a $ 51.479 millones. En democracia se construyeron cada año 4,07 viviendas por cada cien mil habitantes; en la revolución 1,88 viviendas, a pesar de las misiones y todos los supuestos programas. En democracia 23% de los venezolanos vivían en barrios, pero en el 2007 la cifra había aumentado a 52%. La democracia construyó 83 embalses, la revolución 2. En democracia se construyeron 63 aeropuertos, en revolución ninguno. En 1998 había una matrícula educativa de 657.448 alumnos en primer grado; pero, a pesar del crecimiento poblacional, en 2012 esta cifra descendió a 590.235 inscritos. Estos datos son oficiales y fueron tomados del libro “Del Pacto de Punto Fijo al Pacto de La Habana”.

Vivimos en un país “eschavetáo”, en una situación que es insostenible. Necesitamos con urgencia un cambio de régimen y de gobierno, de modelo político y económico. Y para eso, no podemos esperar hasta el 2019.

*Abogado.
Miembro de Vente Venezuela


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