Juan Marcos Colmenares*, 19/08/2015
Desde 1958 hasta 1998, Venezuela vivió su etapa más
larga de civilidad, pluralidad y estabilidad política, económica y social. Fuimos
considerados como un país en vías de desarrollo, un país emergente donde se
comenzaba a liberar la economía, mejoraba la seguridad jurídica, se luchaba
contra la corrupción y se establecía un estado de derecho.
Con la visión de lograr la Gran Venezuela, reorganizamos
la administración pública y su estructura económica para democratizar al estado,
logrando la descentralización y la elección directa de gobernadores y alcaldes.
Con el propósito de convertir a Venezuela en un país internacionalmente
competitivo, globalizamos la economía y nos vinculamos a los centros mundiales
del capital. Tratamos de acabar con el capitalismo de estado ampliando las
fuentes de ingresos, diversificando el sector productivo, reduciendo el peso
del estado y creando una sociedad productiva y no rentista.
En esos cuarenta años invertimos con éxito nuestros recursos:
En la industria básica y pesada del acero y la bauxita (Sidor, Venalum, Alcasa,
Bauxiven, CVG). En la industria petrolera y petroquímica, creando capital
humano e infraestructura física (PDVSA, Pequiven, empresas mixtas). En la agroindustria,
con la construcción de ingenios azucareros y complejos manufactureros. Y desarrollamos
empresas y complejos hidroeléctricos (Electricidad de Caracas, Enelven,
represas de Guri y Uribante-Caparo). El bolívar era una moneda dura que se cotizaba
en los mercados mundiales junto al dólar, al marco y al yen; y nuestro PIB
alcanzó un crecimiento muy superior al de cualquier país, con más desarrollo
social y mejor calidad de vida.
Pero después de 16 años y a pesar de los ingresos
recibidos, este régimen comunista nos ha retrocedido y desmejorado nuestra
calidad de vida. En el período democrático recibimos ingresos por $427.393
millones y en los últimos 16 años $2.295.000 billones. ¿A dónde fue a parar esa
gigantesca cantidad de dinero?
En 1998, la tasa anual de homicidios por cada cien mil
habitantes fue de 9. En 2014 fue de 82 y Caracas está considerada como la segunda
ciudad más peligrosa del mundo. En materia de salud, teníamos 25,32 camas por
cada cien mil habitantes; en el chavismo descendimos a 17,01. En democracia
producíamos cada año 80,8 litros de leche por habitante, ahora se producen solo
31,79 litros. Para el 2007 se habían cerrado 6.772 empresas de las que existían
en 1998; y sin producción, las importaciones que el 1999 eran de $ 14.492
millones, en 2013 aumentaron a $ 51.479 millones. En democracia se construyeron
cada año 4,07 viviendas por cada cien mil habitantes; en la revolución 1,88
viviendas, a pesar de las misiones y todos los supuestos programas. En
democracia 23% de los venezolanos vivían en barrios, pero en el 2007 la cifra
había aumentado a 52%. La democracia construyó 83 embalses, la revolución 2. En
democracia se construyeron 63 aeropuertos, en revolución ninguno. En 1998 había
una matrícula educativa de 657.448 alumnos en primer grado; pero, a pesar del
crecimiento poblacional, en 2012 esta cifra descendió a 590.235 inscritos.
Estos datos son oficiales y fueron tomados del libro “Del Pacto de Punto Fijo
al Pacto de La Habana”.
Vivimos en un país “eschavetáo”, en una situación que
es insostenible. Necesitamos con urgencia un cambio de régimen y de gobierno,
de modelo político y económico. Y para eso, no podemos esperar hasta el 2019.
*Abogado.
Miembro de Vente Venezuela
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