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jueves, 20 de agosto de 2015

Educar para el regreso, por @jmaragal



“Que las alas que sirvieron para irse del aula sirvan para el regreso”

Por Juan Maragall, 14/08/2015

Cuando inicio las clases con mis alumnos del postgrado en Gerencia de Proyectos Educativos no sólo necesito preguntarles quiénes son, sino principalmente quiénes quieren llegar a ser. Hasta 2013, sus respuestas giraban en torno a ascender en su institución, desarrollar o fundar proyectos propios. Hoy la situación ha cambiado drásticamente: “¡Ay, profe, no pregunte eso! Aquí todos nos vamos o nos queremos ir. Cuando empezamos a estudiar teníamos otras expectativas, pero la cosa cambió…”


La emigración masiva de nuestros jóvenes y la fuga de talentos hacia otros países representan un reto tanto para quien se va como para cada uno de los sectores de nuestra sociedad. Ya se habla de más de un millón de emigrantes recientes y algunas universidades reportan que promociones completas han salido del país. La realidad golpea en la cara a quienes hemos dedicado la vida a formar a nuevas generaciones. Nunca nos dedicamos a formar emigrantes: nuestra visión ha sido (y es) formar para el desarrollo personal y la transformación de Venezuela.

No voy a entrar en el delicado tema de irse o quedarse. Cuando educas a alguien y le das alas para volar, la búsqueda de espacios de libertad es natural. Hay quienes sienten que Venezuela es un espacio infinito para soñar y hacer. Hay quienes se sienten atrapados. Y cada quien decide qué hacer con eso.

A mí, en lo personal, la emigración de mis alumnos me tiene desarmado. A pesar de que todas las señales indicaban que esto iba a suceder, tengo que confesar que ésa no la vi venir, que me agarraron fuera de base. Ni en pesadillas se me ocurría pensar en la emigración.

Y entonces ahora toca aprender y buscar la forma de adaptarse para progresar.

La inacción del Gobierno ante esta situación da náuseas y, para muchos, es otra razón para cambiarlo. No está permitido quedarse de brazos cruzados y menos nosotros los educadores: somos quienes tenemos que ajustar nuestras prácticas y desarrollar nuevas narrativas.

Cuando trabajé en Guatire estuve diez años diciéndole a mis alumnos que el futuro podía ser mejor que el presente, que ni las condiciones en las que nacieron ni la falta de oportunidades que vivieron sus padres determinaban su futuro, que podían y tenían que soñar y trabajar para progresar. Luego me tocó trabajar en Caracas con los hijos de familias prósperas y estuve diez años diciéndole a mis alumnos que el éxito no se hereda, que la realización es un logro personal. Puedes heredar la cartera o el modo de caminar, pero la construcción de un futuro personal y profesional depende de ti, de tu esfuerzo y de tus decisiones.

Pero todavía no tengo una narrativa para esta nueva realidad. Y estamos obligados a construirla, así que los invito a hacerlo. Así que me animo a compartir algunas ideas inacabadas.

Tenemos que educar con una visión de patria grande. Uso el término inspirados en este texto de Leonardo Padrón, que leí aquí en Prodavinci: La casa grande.

El concepto de Nación (población y territorio) tiene que inclinarse hacia la gente. No podemos hablar de los de aquí y los de afuera. Tenemos que vernos todos dentro.

Para el que se va, el que queda tiene que importar y el que se queda tiene que integrar a su realidad al que se va.

Mientras no logremos que todos estemos bien y tengamos calidad de vida, Venezuela estará incompleta.

Aprovechemos la globalización y las comunicaciones para comprender que no hay mucha diferencia entre quien se va de Mérida para Maturín y quien se va de Maracaibo para Madrid. Ambos son venezolanos que buscan oportunidades y para conseguirlas deben vivir lejos de su hogar.

La internacionalización de los venezolanos puede convertirse en una gran oportunidad. Aprendamos de países como India, que aprovecharon el talento emigrado para transformar su economía.

Y, sobre todo, eduquemos para el regreso: que esas alas que hoy sirven para irse también sirvan para regresar.


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