Por Andrea Tavares
Necesitamos ciudadanos
capaces de restituir la institucionalidad del estado y el sistema de justicia,
restablecer el modelo democrático y preservarlo para las futuras generaciones,
para que nuestros descendientes puedan heredar un país libre, decente, con una
economía productiva
En las elecciones
presidenciales del 2013, el Comando Venezuela que dirigía la campaña electoral
de Henrique Capriles, difundió un video como parte de su estrategia
comunicacional, en el cual 2 vecinas de un sector popular, que bien podría
expresar a cualquier barrio de nuestras grandes ciudades, conversan acerca de
la metodología para la asignación de programas sociales y viviendas por parte
del gobierno, la cual se ha caracterizado por favorecer a quienes tienen una
relación con un funcionario público de alto nivel.
Esta metodología es y fue en
el pasado, aunque en menor proporción que en el presente, aplicada como regla
general para la asignación de cargos públicos, contratos, beneficios y toda
suerte de dádivas. Nuestras vecinas del video, y vale decir los estrategas
comunicacionales que lo crearon, dejaron acuñado, desde entonces, en el
lenguaje cotidiano del venezolano, el término “enchufados” que según la
acepción del diccionario de la RAE, para este caso, es precisamente “Persona
que ha obtenido un cargo o destino por enchufe”. De manera que este vídeo tuvo
un impacto importante en un momento en el cual esa “norma” de distribución
comenzó e excluir a los propios simpatizantes del gobierno, quienes de alguna
manera se sintieron expresados en un mensaje que dejaba claro que la
distribución equitativa de las riquezas, había sido secuestrada por una clase
de vividores y oportunistas, que se arrimaron al gobierno para acomodarse y
beneficiar a su entorno.
En esa ocasión, pensamos que
este mensaje podía generar una reacción en positivo, en la cual nuestros
compatriotas excluidos y “decepcionados”, repitieran como la vecina del video
“No vuelvo a votar por los enchufados de siempre” y, seguramente, una buena
parte lo hizo, considerando que el aumento del porcentaje en la votación
opositora, tuvo diversas fuentes y motivaciones.
Sin embargo, lo que hemos
visto en los últimos años, es la exacerbación de este fenómeno, como una
expresión de la supervivencia en un país en el que la crisis política, social y
económica te empuja a elaborar métodos para subsistir. Es como si un sector
importante de estos venezolanos, ha tomado la determinación de “enchufarse”
para no convertirse en una suerte de ánimas en pena buscando migajas; para
muchos es más fácil enchufarse que desenchufar a este gobierno.
Las formas de enchufarse
pueden ser muy variadas, desde las más sofisticadas que involucran a medios de
comunicación social, banqueros, empresarios, dirigentes políticos, hasta las
más simples en las que se anotan los sectores sociales más vulnerables, los
bodegueros, los buhoneros, las amas de casa, los empleados públicos y cualquier
ciudadano de a pie que ha interpretado esto como un método de supervivencia.
La proliferación de los
“colectivos” en nuestros sectores populares, son una expresión de ese modus
vivendi, muchos habitantes comenzaron a observar los beneficios económicos y de
inmunidad de que gozaban otros colectivos y no dudaron en hacer lo propio para
enchufarse.
Otro ejemplo son aquellos a
los que podríamos llamar “los disfrazados”, quienes haciendo uso de la “viveza
criolla”, salen a las calles con la indumentaria oficial, puede ser una
gorra o franela alusiva, un chaleco, un brazalete, un carnet haciendo las veces
de placa policial o de cualquier prenda que lo identifique como posible
protegido de un “enchufado” y, como por arte de magia, obtiene el salvoconducto
necesario para transitar libremente, infringiendo cuanta norma o ley le sale al
paso, pues ningún funcionario de seguridad correrá el riesgo de detenerlo y
recibir una sanción por haber osado obstaculizar la labor de un “enchufadito”.
Por otra parte, vemos a
muchos empleados públicos que, aún cuando no comparten el proyecto político del
gobierno nacional o regional para el cual laboran, frente a sus jefes
enchufados hacen las veces de verdaderos soldados entregados y dispuestos a las
más duras tareas en beneficio de tal proyecto, para no perder el “quince y
último” y para que le den otros beneficios, a él y su familia.
Algunas amas de casa y
vecinos desempleados se arrimaron a los consejos comunales, esa pequeña cuota
de militancia que los enchufa con una gama de organismos públicos, obteniendo
primero beneficios propios y de su entorno más cercano, para luego darle
algunas sobras a su comunidad, dejando claro que hay que rendirles pleitesía
porque ellos tienen la envestidura de “enchufados”.
Así las cosas, podemos enumerar
ejemplos de toda índole. Hay categorías de enchufados, los del gobierno
nacional, los de gobiernos regionales y locales, incluyendo a los del
partido oficialista y los de partidos opositores; hay enchufados de los poderes
legislativos, en sus tres niveles; los de PDVSA aún se cotizan en el mercado de
los buscadores de enchufes; los de colectivos; los de las comuna; los de
partido, los del sector privado. También podríamos hablar de los enchufados
internacionales y pare de contar.
Con esta cultura, que no es
nueva, pues también fue expresión del bipartidismo en los gobiernos anteriores,
no será posible avanzar hacia el progreso y el desarrollo. Hoy, la mayoría de
nuestros ciudadanos, se frustran al ver que no se les reconoce el esfuerzo, el
trabajo, la dedicación, la honestidad, la decencia, el talento, que basta con
enchufarse para poder acceder a tus derechos, para poder tener vivienda, carro,
moto, un buen cargo o salario digno, por eso muchos han decido buscar otras
fronteras, mientras otros permanecen expectantes frente a su vecino que no
estudió, que no trabaja, aunque tiene un cargo y un sueldo, pero tiene una
camioneta, una moto de alta cilindrada, techo propio y dinero en el bolsillo.
Esta triste lógica ha
conducido a subestimar nuestra condición de ciudadanos plenos de derecho y
conscientes de nuestros deberes, dispuestos a defenderlos con compromiso y con
ética, exigiéndole a nuestros gobernantes, el cumplimiento de sus obligaciones,
no como nuestros patronos o caporales, sino como servidores públicos, que
pueden ser sustituidos y atenerse a las sanciones en caso de no cumplir con la
sociedad, de no respetar la propiedad colectiva de todos los venezolanos sobre
los recursos naturales y financieros de los que dispone la República.
Necesitamos ciudadanos
capaces de restituir la institucionalidad del estado y el sistema de justicia,
restablecer el modelo democrático y preservarlo para las futuras generaciones,
para que nuestros descendientes puedan heredar un país libre, decente, con una
economía productiva, a la vanguardia del desarrollo, con un alto sentido
humanista, sin abandonar, nunca más, su mayor título o cargo, “el de
ciudadanos”, como bien dejó claro Bolívar. La supervivencia de nuestra Patria,
de nuestra nación y de cada uno de nosotros, dependerá de la firmeza con que
rompamos las cadenas de la vieja cultura del “enchúfese quien pueda”,
recuperando la dignidad como pueblo, la gallardía y nos convirtamos en una
República de Ciudadanos, sólo así nos salvaremos todos y no sólo “quien pueda”.
10-08-15
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