“Hoy
en día el poder es más fácil de obtener, más difícil de mantener y más fácil de
perder”, asegura en su libro El fin del poder, que a partir de hoy estará en
las librerías, distribuido por Libros El Nacional
Son las tres de la tarde en Washington
cuando Moisés Naím toma la llamada de El Nacional para esta entrevista. No es
la primera que concede en el día. Desde que en 2013 publicó El fin del poder su
agenda está llena de peticiones. El domingo pasado la obra traducida a 22
idiomas fue best seller en 10 países. No es su primer éxito de ventas.
Ilícito, publicado hace 7 años, salió de las librerías y fue llevado a la
pantalla por National Geographic.
El fin del poder seleccionado como
mejor libro del año por el Washington Post y el Financial Times, que lo incluyó
entre los mejores de la década no deja de darle sorpresas. Una de ellas
ocurrió a principios de 2015, cuando por un movimiento poco usual en su cuenta
de Twitter se enteró de que Mark Zuckerberg la había escogido para bautizar el
club de lectores de Facebook.
Considerado como uno de los
intelectuales más influyentes del mundo, ha hablado frente a líderes de la
OTAN, del Pentágono o el Vaticano; juntas directivas de empresas como Google y
Facebook, o instituciones académicas, en las que ha explicado cómo el ejercicio
del poder está poniendo en aprietos a los líderes mundiales. “El poder es hoy
más fácil de obtener, más difícil de mantener y más fácil de perder”, sostiene,
aunque se apura en aclarar: “Sigue habiendo muchísima gente e instituciones con
un inmenso poder, eso no ha cambiado, lo que lo ha hecho es la forma de
obtenerlo, utilizarlo y mantenerlo”.
–En su libro analiza la influencia de los
micropoderes. El surgimiento de Hugo Chávez representó en su momento la
irrupción de un micropoder, ¿qué pasa cuando los micropoderes llegan al poder y
no están preparados, o que una vez instalados copian las conductas de sus
antecesores? –La historia de Venezuela de los últimos 16 años es una perfecta
evidencia de la tesis central de El fin del poder. Aparece alguien improbable
que viene de un mundo diferente al de la política tradicional y se enfrenta
exitosamente con los megajugadores de siempre: AD, Copei y las élites
tradicionales. Este micropoder los desplaza y se vuelve un poder que crece y
después se pierde. No hay duda de que Chávez en sus últimos años,
independientemente de su enfermedad, había perdido poder: tenía menos opciones,
menos apoyo internacional, menos simpatía, menos dinero, menos influencia
geopolítica. Y luego le pasa el poder a Maduro, que tiene menos poder que
Chávez, pero también menos del que tenía el propio Maduro al principio.
Claro que tiene poder, todos los días
manda gente a la cárcel, regala dinero de los venezolanos, reprime a
estudiantes ¿pero alguien duda que Maduro tiene menos poder? –Usted habla de
los escudos del poder, ¿cuáles tiene todavía el gobierno? –Ya están apareciendo
dentro del régimen, del chavismo y del PSUV lo que se pronostica en El fin del
poder: la fragmentación. Hay diferentes facciones que rivalizan y aunque tratan
de mantener una imagen de coherencia, cohesión y solidaridad, sabemos que
tienen peleas internas muy fuertes. Quién duda de que Ramírez y Cabello tienen
diferencias, o que Ramírez es hoy menos poderoso de cuando era zar del
petróleo. Lo que vemos es que para la gente que obtuvo el poder fue fácil de
obtener, muy difícil de usar y hoy es más efímero.
–Señala
que cuando las personas tienen vidas más plenas son más difíciles de controlar.
¿Son entonces más fáciles de controlar cuando centran toda su energía en
resolver problemas básicos y cotidianos? ¿Es una herramienta de control social? –La respuesta es doble. Por supuesto
que una población que depende de los favores, dádivas y protecciones del Estado
es más fácil de controlar que una que no necesita de él para sobrevivir. Hay
millones de venezolanos cuya vida cotidiana depende de que le lleguen regalos
del gobierno.
–Pero
ese control no sólo ocurre con los más pobres…
–Correcto. Por un lado tienes las clases
más pobres que el gobierno controla porque dependen de él, y está el otro
control que es tener a la población distraída buscando comida para la cena,
medicinas, repuestos para los carros o leche para los niños.
Cuando tienes a toda la población
concentrada en eso, tienes una manera de controlarla.
–¿Cuánto
tiempo puede beneficiarse el gobierno de esta dinámica? –Nadie puede creer que el gobierno
puede mantener a una población hambreada, desabastecida y reprimida por mucho
tiempo. Lo hace porque no hay que olvidar que ha importado las mejores
tecnologías del Estado policial cubano, que sabe cómo se reprime y se mantiene
a una población en pasividad.
Esa tecnología está siendo operada en
Venezuela por agentes cubanos desde La Habana.
–Según
estadísticas que recoge en el libro, la década de 2000 a 2010 fue la mejor para
la humanidad. Ese período coincide con la era chavista. ¿Rescata algo de estos
años o fue una década perdida para el país?
–No hay dudas de que millones de venezolanos
tuvieron más acceso al consumo gracias a los masivos subsidios del gobierno. Y
también que se puso a los pobres y a la desigualdad en el centro de la conversación
y como prioridad de las políticas públicas. A todo eso hay que darle la
bienvenida y reconocérselo a Chávez. Pero hay que reconocer también que nada de
eso fue sostenible y que dependía de los altos precios del petróleo. Hoy hay
más pobreza, más enfermedades, aumentó la mortalidad infantil. A un país
desabastecido donde los niños no toman leche lo condenas a unas taras
perpetuas. Lo que vemos es que mientras el mundo tuvo un extraordinario
progreso social, tecnológico y conquistas de todo tipo, Venezuela lo único que
tiene que mostrar es una década en la cual a muchos venezolanos el gobierno les
regaló la posibilidad de sobrevivir sin trabajar.
–¿Venezuela
va a contravía de las tendencias mundiales?
–Sí, pero aclaro: no fue Venezuela, sino
el gobierno de Chávez el que fue a contravía, porque a pesar de la masiva
llegada del dinero del petróleo y del endeudamiento, no logró progresos
extraordinarios como Perú, Colombia, Chile o República Dominicana sin tener
esos recursos.
—Afirma que nunca ha habido una
población tan joven en el mundo, tan bien educada y con buenos ingresos. En
Venezuela cada vez son más los jóvenes que optan por irse ¿Qué pierde un país
cuando se produce una fuga masiva de talentos?
-Yo soy optimista porque creo que en
Venezuela ha habido una fuga de capital financiero y humano que en algún
momento va a estar disponible para reconstruir el país.
–¿Usted
confía en que regresarán?
–Soy invitado frecuente de grupos de
venezolanos alrededor del mundo y en todos lados veo venezolanos talentosos que
están pensando en cómo volver y qué van a hacer cuando lo hagan. El país no
tendrá la capacidad de atraerlos a todos, pero todavía en Venezuela hay mucho
talento que no quiere vivir de esta manera y quiere un país mejor. Por
supuesto, que el país se está descapitalizando de gente y de dinero. Y hay que
decir que es imposible en estos momentos tener grandes capitales si no se está
asociado o se es cómplice del régimen, de los militares o sus familiares. Son
ellos los que están sacando cantidades masivas de dinero, los principales
fugadores de capital.
–Confía
en el potencial de Venezuela para salir de la crisis.
–Absolutamente. Como digo en el libro,
es muy difícil mantener una situación como esta.
Yo no pongo fecha, no tengo el
pronóstico de cuándo ocurrirá, pero de lo que estoy plenamente convencido es
que la situación actual no es sostenible.
–¿Y
un país que pierde el paso, qué tan rápido puede reinsertarse en las tendencias
mundiales?
–Algunos con enorme velocidad. Hemos
visto países que han dado la vuelta muy rápidamente.
Tailandia e Indonesia, sacudidos por la
crisis económica asiática, se recuperaron. Lo vimos en Irlanda o en Colombia,
que estaba camino de ser un país fallido y pudo darse la vuelta.
No hay fórmulas mágicas, y depende de
mil cosas, pero sobre todo del liderazgo del país y de la capacidad de la
población para reconciliarse. Hasta que eso no ocurra será muy difícil que Venezuela
avance. Sé que suena más bonito y fácil de lo que es porque la reconciliación
significa hacer las paces con quienes han cometido abusos inenarrables contra
el país y los ciudadanos, pero sin ella no habrá paz y sin paz no hay
prosperidad.
–¿Qué
pasos deberían darse para que eso ocurra?
–Entre los representantes del régimen y
sus simpatizantes tiene que haber conciencia de que lo que está pasando es una
catástrofe que los afecta a ellos, a su familia, al futuro y a sus hijos. Con
ellos hay que empezar a conversar sobre cómo reconstruir el país. El país no se
va a reconstruir dividido.
–¿El
acercamiento entre Cuba y Estados Unidos abre una ventana?
–Absolutamente. Es un ejemplo del tipo
de cosas que hay que ver. Hago notar que esa negociación ocurrió a espaldas del
gobierno de Venezuela. La semana que se anunció el acuerdo para normalizar las
relaciones entre Washington y La Habana en Venezuela el gobierno estaba
organizando marchas y protestas contra Obama. Eso da mucha información.
–¿Cuál
es la estrategia de Cuba hacia Venezuela?
–-Continuar extrayendo la máxima
cantidad de recursos en el menor tiempo posible. Los cubanos están saqueando a
Venezuela junto a los chavistas y eso va a continuar. Es perfectamente
consistente y racional negociar con Estados Unidos y seguir saqueando a
Venezuela tanto como se deje y se pueda.
Una de las razones por las que Cuba
negoció es porque al ser los mejores informados sobre la verdadera situación de
Venezuela, se dieron cuenta de que no podían seguir contando con el país por
mucho tiempo por el caos y colapso económico.
Ellos son sumamente pragmáticos, la
ideología es solamente un discurso que sirve para proteger los privilegios de
la casta familiar que controla la isla. Lo mismo ocurre en Venezuela, donde la
ideología y los discursos sirven a una pequeña casta de militares, líderes chavistas
y sus familiares que está expoliando al país.
—Afirma
que no hay democracia sin partidos sólidos.
En Venezuela siguen percibiéndose como
los responsables de lo que tenemos hoy.
-Yo soy tan crítico como los demás. Creo
que fueron irresponsables y la lista de acusaciones contra ellos es fácil de
hacer. Pero hay que tener mucho cuidado porque esa lista fue la que permitió
que llegara el chavismo. Yo no le perdono a AD, Copei y el MAS que hayan mal
manejado la democracia al punto de que la gente quisiera cualquier cosa, menos
a ellos. Los veo muy débiles y poco atractivos.
Hay que renovarlos, traer nuevas caras o
crear unos nuevos. En todo el mundo los partidos han dejado de ser la casa de
los idealistas y se han convertido en el hogar de los oportunistas. Hasta que
no vuelvan a ser el lugar natural de los que quieren cambiar su país, no va a
pasar nada. Pero no hay tal cosa como una democracia sin partidos.
–¿Qué
importancia le otorga a las parlamentarias del 6-D y qué narrativa deberían
tener los partidos?
–Esas elecciones son claves.
Yo soy un radical y estridente fanático
de la importancia de votar, aun sabiendo que el gobierno va a hacer todas las
trampas posibles y a usar los ventajismos. Esa película la hemos visto, pero
creo que cabe la esperanza de que la oposición tenga un desempeño enorme. El
mensaje es que esta es la alternativa, no hay otra. Rescato que la oposición ha
sido admirablemente democrática, no violenta, no terrorista, y participativa.
Aquí la violencia ha venido de un solo
lado, del que tiene las armas: los cuerpos de seguridad, las milicias armadas,
los colectivos.
–¿Qué
papel le toca a los medios de comunicación?
–Simplemente decir la verdad, investigar
y revelar lo que está pasando. Este es un gobierno que se caracteriza por
mentir, inventar situaciones, utilizar estadísticas falseadas.
Es importantísimo que los medios de
comunicación y ciudadanos periodistas desenmascaren las mentiras.
–¿Si
lo nombraran jefe del gabinete económico, qué medidas tomaría?
–Mientras en Venezuela no haya
seguridad, y la gente no pueda salir a la calle sin que su vida corra peligro,
es inútil hablar de economía.
–¿Qué
frase retrata hoy al país?
–En la Venezuela de hoy hay un gobierno
que no quiere a los venezolanos.
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