Pablo Pérez 12 de agosto de 2015
La crispación en el país es muy alta y
lo peor es que ese rasgo perturbador es parte de una peligrosa mezcla que
además incluye malestar, violencia y odio, demasiado odio para un país que a
pesar de las vicisitudes se acostumbró a vivir en paz, a dirimir sus
diferencias en el terreno democrático y dónde privaba la tolerancia y el
respeto.
Esas son las secuelas de más de 16 años
de planificada destrucción social, moral y económica. Un plan que concibió la
división político-social. Que planeó la destrucción del aparato productivo
nacional mediante las expropiaciones, el control de cambio y la persecución por
parte de todo el aparato del Estado puesto al servicio de una parcialidad.
Sin embargo, sus planes han sufrido un
peligroso frenazo. No contaban con la llegada de la época de las vacas flacas.
Pensaron que los altos precios del petróleo serían eternos y eso les permitiría
el dinero suficiente para seguir alimentando un populismo feroz a través de
buena parte de las misiones que convirtieron a miles de venezolanos en
dependientes del Gobierno; pero además mantendrían el flujo de caja para seguir
importando los alimentos y otros bienes que ya no se producen en Venezuela.
Ahora ya no tienen dinero. Se acabó la
bonanza o mejor dicho despalillaron la bonanza. Ahora no tienen como sostener
el populismo. Tampoco tienen para importaciones masivas de alimentos. Y no hay
tiempo para rescatar la producción nacional y que eso les permita sostenerse en
el poder, que es además es pertinente decir: es la única preocupación que
tienen.
Acusan al bachaqueo de ser el
responsable de la escasez y el bachaqueo es la secuela más dañina de ese
proceso de destrucción que ellos emprendieron en Venezuela. El bachaqueo es la
consecuencia de la escasez. El problema no son los bachaqueros, sino que no hay
producción nacional y se comienza a evidenciar de forma alarmante el
desabastecimiento.
Y al no existir suficiente
abastecimiento, se generan esas largas colas que se observan fuera de los
comercios. Colas que generan malestar y alimentan ese odio que está en la calle
y que aún no hemos visto en su total dimensión, ya que por ahora está parcialmente
contenido. El país es una bomba de tiempo. Lo ocurrido en San Félix y
Sinamaica, por sólo citar los dos ejemplos más preocupantes, son una clara
demostración del volcán a punto de erupción que es Venezuela.
Con este Gobierno no hay salida y eso lo
sabe la mayoría de los venezolanos que en más de un 80% afirma que vamos por
muy mal camino, pero además un porcentaje similar de los ciudadanos asegura que
se necesita un cambio. Venezuela necesita un cambio para el progreso. Un cambio
que construya una gran coalición nacional que permita no sólo abordar la crisis
económica a corto y mediano plazo, sino también corregir las distorsiones
sociales creadas por más de 16 años de barbarie. Estamos a tiempo de cambiar el
rumbo. Participa y vota.
@PabloPerezOf
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