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Un auxiliar en el set golpea
la claqueta al grito de “¡acción!”, y tres mujeres empiezan a discutir
acaloradamente sobre una niña recogida de las calles, cuyas reacciones
violentas no pueden ser suprimidas.
La escena de la filmación de
la telenovela Piel Salvaje no tendría nada de especial si no fuera
por lo difícil que ha sido para los productores grabar el seriado en un país
que casi que ha perdido una próspera industria después de que produjera muchos
de los más recordados melodramas de América Latina durante más de medio siglo.
En 2007, el gobierno
venezolano sacó del aire a Radio Caracas Televisión, entonces uno de las
más antiguas compañías de radiodifusión y producción de telenovelas del país,
después de ser acusada de apoyar un fallido golpe de Estado en contra del
entonces presidente Hugo Chávez, cinco años antes.
Cientos de actores, técnicos
y guionistas perdieron sus puestos de trabajo y los estudios de la productora
cerraron. El éxodo a otros países de quiénes producían este emblemático género
televisivo latinoamericano, una ofensiva gradual en contra de los medios de
comunicación y una crisis financiera que causó una desbandada de anunciantes,
casi llevaron a esta industria a la extinción.
Pero ocho años después el
estudio de televisión se volvió a iluminar al filmar los 120 capítulos de “Piel
Salvaje”, que probablemente no se verán en Venezuela. RCTV, ahora pequeña
compañía de producción, está mercadeando la telenovela a otros países
latinoamericanos como Ecuador, donde se estrenó el mes pasado.
“Piel Salvaje” es la primera
producción de RCTV desde que Chávez se negó a renovar su licencia de
funcionamiento y les confiscara su equipo de transmisión para dárselo a una red
pública de televisión. La compañía mantuvo su estudio y su equipo de
producción.
Miembros del elenco de “Piel
Salvaje” comparan su trabajo a una lucha librada por disidentes políticos en un
país profundamente polarizado tras 16 años de gobierno socialista liderado por
Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro.
“La único manera que tenemos
de seguir viviendo en el país es resistiendo y la única forma de lucha lícita
que tenemos, es trabajando en lo que creemos y queremos”, dijo José Simón
Escalona, ??vicepresidente de producción de RCTV.
El intento de reavivar la
industria de las telenovelas parece uno de los argumentos de estos dramas
televisados popularmente conocidos también como culebrones. Desde la década de
1970, las telenovelas eran uno de los principales productos de exportación no
tradicionales del país petrolero, y solían ser dobladas al ruso y al hebreo,
pasando por los dialectos regionales que se hablan en Filipinas.
“Kassandra”, una de las
telenovelas insignia, jugaba un papel tan importante para calmar las tensiones
durante la guerra de Bosnia que el Departamento de Estado estadounidense dijo
que intervino para ponerla de nuevo al aire cuando la señal se perdió por la
lucha entre los bandos enfrentados.
El declive de la industria
de las telenovelas venezolana comenzó en los noventa por la dura competencia de
las productoras mexicanas y colombianas. Se aceleró después de la elección de
Chávez en 1998 y la aprobación de una ley de 2004 que impuso multas y penas
severas a las productoras que no se adhirieran a las vagas normas que definían
los contenidos de una programación socialmente responsable. RCTV salió del aire
tres años después.
De producir un tope de 12
telenovelas al año, Venezuela ahora lucha por producir una o dos. Decenas de
actores se fueron para empezar de nuevo en otros países, donde su rápida
dicción y su acento caribeño se han convertido en obstáculos para ser
contratados. Otros se quedaron trabajando en el teatro, donde el salario y las
presentaciones son menos glamorosas, pero donde disfrutan de libertad pues no
son censurados y tienen la oportunidad de tocar temas políticos.
“La historia de la industria
de la telenovela venezolana es realmente la inversa a la de una de sus
convencionales tramas: en lugar de pasar de la pobreza a la riqueza, hemos
pasado de la riqueza a la pobreza “, dijo Carolina Acosta-Alzuru, que ha
escrito varios libros sobre los culebrones venezolanos y que es profesora en la
Universidad de Georgia, campus Athens.
En su trabajo de
investigación, Acosta-Alzuru tuvo acceso a memorandos internos de Venevisión,
productora rival de RCTV, en los que sus abogados cuestionaron el uso del lenguaje
empleado por el guionista Leonardo Padrón que, según ellos, podría ser
interpretado por el gobierno como altisonante por tener connotaciones
políticas. Sugirieron quitar palabras como “martini” y “esteroides”, y le
dijeron a Padrón que no atribuyera al gobierno el alza en la inflación, en los
crímenes y otros problemas sociales.
“Ahora nosotros estamos
tratando de hacer un producto más de competencia internacional”, dijo Escalona,
uno de los veteranos de la industria. “Si tuviésemos que hacer una versión
nacional tendríamos que limpiarlo de muchos elementos, entre ellos cosas tan
sencillas como tener un vaso de licor en la mano o empuñar un arma”.
Apenas el año pasado Maduro
convocó a una reunión a los ejecutivos de la televisión por cable después de
acusarlos de exaltar la violencia y difundir “antivalores”, y responsabilizó en
parte a estas producciones por el asesinato de la reconocida actriz de
telenovelas Mónica Spear.
Expertos en la industria
dicen que el involucramiento del gobierno en las telenovelas ha dado como
resultado un producto esterilizado que apenas se asemeja a las producciones
vanguardistas de años pasados como “Por estas calles”, que tuvo una audiencia
récord para RCTV en 1992 al retratar la vida en un barrio marginal de Caracas asediado
por altas tasas de criminalidad.
Las producciones ahora
tienden a ser remakes de éxitos del pasado o lagrimones. También hay series con
contenido ideológico como “Guerreros y Centauros”, una megaproducción de la
productora estatal que reemplazó a RCTV, que recrea los grandes salones del
siglo XIX luego de que Venezuela lograra independizarse de España.
Pero la misma crisis
económica que minó a la industria de su fuerza parece que le está dando una
segunda oportunidad. Debido a una inflación que alcanza los tres dígitos y una
moneda cuyo valor está colapsando, los profesionales de las telenovelas pueden
ser contratados a bajo precio. Y la venta de los culebrones en el extranjero le
puede permitir al país generar las divisas que tanto necesita.
Para el actor Javier Vidal,
quien participa en “Piel Salvaje”, el renacimiento de la industria como un
producto de exportación es agridulce.
“El público siempre era muy
grato con uno”, dice. “Nos agradecieron en las calles como si fuéramos parte de
la familia porque estuvimos en la casa todos los noches contando historias.
Ahora ni sé quién es mi audiencia”.
18-08-15
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