Por Laureano Márquez
Este lunes, amaneció de
democracia. Una contagiosa alegría se apodera del alma venezolana. Hoy todo nos
parece más bonito, como si el cielo fuera más azul y los verdes de nuestras
montañas más verdes y el país más país. Lo que parecía imposible para muchos se
logró. Venezuela tiene un solo camino, la democracia y el voto como instrumento
de cambio y el que no lo entienda, peor para él.
En los días previos al domingo
de la votación todo parecía abismo. La gente compró comida porque barruntaba lo
peor. Esperábamos que el gobierno no reconociese los resultados o que el CNE
los "maquillara", que una nueva irreversibilidad se nos cruzara en el
camino. No fue así: hay momentos en los cuales sale muy caro contrariar la
determinación de un pueblo. Sucedió en el Chile de Pinochet y también aquí. Con
un CNE abiertamente parcializado, luego de una campaña electoral de un
ventajismo grosero, en medio de una invisibilización comunicacional vergonzosa
de la oposición por parte de los medios públicos y también los privados
sometidos por el miedo o la complicidad, se logró lo que las encuestas
pronosticaban, lo que se percibía en el pulso del alma nacional: triunfó la voluntad
de cambio.
Lo del domingo no es una
muestra de "madurez política", no nos caigamos a coba, fue el hambre
que viene tocando la puerta del venezolano, la desesperación que propició un
deseo de rectificar rumbos. Eso es lo que quiere Venezuela, dice uno tratando
de entender: parar la confrontación, resolver los problemas. Se gobierna para
producir en los pueblos "la mayor suma de felicidad posible" tan
sencillo y tan complicado. Al parecer, la gente es más feliz cuando los
hospitales funcionan, la educación es mejor, las calles son transitables y el
sueldo le alcanza. No sé por qué misteriosa razón, la gente es más feliz cuando
no la atracan en la calle y no la asesinan por robarle un teléfono, vainas de
la gente, pues, que es rara. Y esto lo desean los venezolanos por igual, más
allá de preferencias ideológicas y políticas, porque ningún malandro pregunta
de qué partido eres a la hora de ponerte una pistola en la cabeza.
La oposición debe entender
claramente qué pretendemos de ellos: trabajo, compromiso, responsabilidad,
inteligencia y sobre todo esperanza de un futuro mejor. Construyan el liderazgo
que aún no tienen con acciones sensatas. Todos votamos sin conocer sus nombres,
los hemos hecho nuestros representantes, les toca ahora convertirse en ellos. Debemos
recuperar la fe en la política como mecanismo de resolución de conflictos en
una sociedad democrática. El gobierno y concretamente el presidente tiene mucho
más que entender. Por menos que esto han abdicado reyes y renunciado
presidentes.
Nadie le está pidiendo que renuncie, presidente, pero sí que trate
de meditar en lo que le ha sucedido. El primer discurso fue muy mal presagio,
ojalá sea solo producto del agotamiento del día y no de una certeza. "Ha
triunfado la guerra económica", dijo. Pues no, presidente, es justamente
lo contrario: triunfó la convicción de que no hay guerra económica, sino un
desatino monumental en la conducción del país, cosa que le toca directamente.
No triunfó la derecha, sobre la izquierda. Es mucho más simple: ganó la idea de
que la sensatez debe imponerse, triunfó el sentido común de supervivencia de un
pueblo que ve lo que se le viene encima. Tómese unos días, váyase a Mérida,
relájese y medite sobre lo que le sucedió y actúe en consecuencia.
Una buena señal de que un tiempo
distinto comienza sería que los presos políticos pasaran la Navidad con sus
familias en libertad. Quizá esa sea la mejor manera de convencer a los
venezolanos de que un cambio está comenzando, de que la reconciliación de la
nación es el único camino posible.
Amaneció distinto. Venezuela
quiere cambio, quiera Dios que lo entiendan.
07-12-15
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