Fernando Mires 07 de diciembre de 2015
@FernandoMiresOl
“Abajo, a la izquierda, el de la
manito” comenzó siendo una instrucción electoral y se fue convirtiendo en un
slogan de la oposición. Frase surgida para contrarrestar un fraude
pre-electoral avalado por el CNE al introducir en el tarjetón una sigla con
candidatos maduristas, casi copia de el de la MUD y puesta a su lado con el
objetivo de confundir al elector.
El de “abajo, a la izquierda, el de
la manito” ganó inapelablemente unas elecciones a las que el gobierno, sin que
nadie lo hubiera pedido, otorgó un carácter plebiscitario. Las elecciones
fueron efectivamente un plebiscito informal. Por lo tanto sus resultados solo
pueden ser interpretados como un NO rotundo al régimen. Maduro lo quiso así.
Unos dirán con cierta razón que el 6D
fue una rebelión popular institucionalmente organizada. Otros, con la cabeza
más caliente, gritarán revolución, revolución. El gobierno, o lo que de él
quedará, argüirá que ha perdido una batalla pero no la guerra. Lo que nadie
podrá negar es que el 6D marcará un hito decisivo en el largo proceso que lleva
a la derrota final del chavismo.
El de “abajo, a la izquierda, el de
la manito” es el símbolo de la unidad representada por la MUD. En Venezuela ha
vencido la Unidad. Esa debería ser la premisa de todo análisis. Cualquier
intento por desconocer el papel histórico que corresponde a la MUD deberá ser
rechazado de inmediato.
No faltarán quienes intentando
minimizar el rol de la Unidad sostendrán la tesis de que el vencedor en
Venezuela no fue la MUD sino el “voto castigo”. Pero el tan mentado “voto
castigo” no puede ser aplicado a las elecciones que tuvieron lugar el 6D.
Todo voto comporta un castigo y un
premio. Se castiga a quien no se vota y se premia a quien se vota. El “voto
castigo” es el voto en blanco o el voto nulo, o simplemente el no-voto: la
abstención. Nada de eso se dio en Venezuela el 6D. La mayoría indiscutida y aplastante
la obtuvo la MUD. Fue un reconocimiento popular a la unidad políticamente
organizada.
Tampoco faltarán quienes sostendrán
que el triunfo obtenido no es de la MUD sino de las movilizaciones populares
que confluyeron electoralmente a votar por la MUD. Es decir, la MUD habría
vencido porque simplemente “estaba ahí”.
Vamos
a suponer que esa tesis es correcta. Si la gente votó por la MUD a falta
de otra alternativa hay que convenir entonces en que fue obra de la MUD el
haber catalizado a toda la unidad política sin dar lugar a otra alternativa.
“Estar ahí” fue su mérito. Hay otros gobiernos autocráticos, menos represivos
que el venezolano, que han logrado mantenerse en el tiempo porque en sus países
no ha surgido nada parecido a la MUD.
Más todavía: la Unidad no debe su
triunfo a nadie más sino a sus electores. A diferencias de Argentina, donde el
triunfo de Macri fue posible como consecuencia de una fractura al interior del
peronismo, es decir, gracias al aparecimiento del peronismo disidente de Massa,
el PSUV se presentó a las elecciones del 6D sin divisiones internas.
La MUD, a diferencia del Cambiemos de
Macri, no ganó las elecciones con votos prestados. Esa es la razón por la cual
se puede afirmar que la Unidad, a pesar de sus errores, a pesar de sus líneas
divisorias, a pesar de deficiencias, y otras taras más, es una de las fuerzas
de oposición más grandes que existe en América Latina.
La MUD es antes que nada una
coalición electoral. Por lo mismo encierra diferencias. Más allá de un amplio
predominio democrático y social, conviven en su interior posiciones de la
izquierda clásica, centristas, liberales, hasta llegar a una delgada capa de
derecha contagiada con la lógica polarizada del chavismo. Existen, además,
diferencias entre las toldas que siguen sus respectivas clientelas. Por si
fuera poco, la MUD está atravesada por fuertes liderazgos que atraviesan
partidos y programas: El de Leopoldo López, predominantemente juvenil y urbano.
El democrático-popular que encabeza Henrique Capriles. A ellos se sumarán
probablemente los ímpetus regionalistas del zuliano Manuel Rosales.
En síntesis, la MUD corresponde con
la naturaleza política de Venezuela: pluralista, variopinta, multicultural y
social. Todo lo contrario al chavismo, organizado de acuerdo a una estructura
militar donde no se discute, donde apenas se piensa, donde se obedece y se
acata. La Venezuela uniformada fue la utopía del presidente muerto y de sus
sucesores. Esa utopía ha sido enterrada por la pluralidad de la MUD.
La MUD surgió como resultado de un
largo proceso. Nacida de grandes derrotas, de "carmonazos", de
fracasados paros petroleros, en un ambiente
pesimista signado por confusiones, realizó sus primeras gestas
electorales el año 2006 alrededor de la figura de Manuel Rosales, siguiendo la
inspiración política de Teodoro Petkoff. El 2007 logró su primer éxito
electoral al oponerse a la nueva constitución propiciada por Chávez. Ese
triunfo demostró que “Sí: se puede; sí:
se puede”
En cierto sentido la candidatura de
Rosales, pese a su derrota, legó al país un organismo electoral competitivo
que, aunque con continuos reveses, supo mantener una línea ascendente.
En gran medida, el triunfo que estuvo
a punto de alcanzar Capriles en su inolvidable gesta electoral del 2013 fue la continuación del “nuevo comienzo” del 2006, pero a la vez
su confirmación.
El hecho de que Capriles no hubiera
llamado a la inmolación colectiva para defender su victoria (aún no comprobada)
debe ser evaluado desde una perspectiva histórica. Si Capriles hubiera actuado siguiendo los impulsos de los
más radicales, con toda probabilidad este 6D que con tanta alegría celebran hoy
los venezolanos, nunca habría existido. Los liderazgos se ponen a prueba solo
cuando los líderes están dispuestos a sacrificar su propia popularidad en aras
del camino que consideran correcto.
Imposible no recordar a los artífices
de la MUD. Ya mencionamos a Teodoro. Injusto sería no nombrar a Ramón Guillermo
Aveledo, verdadero ingeniero de la MUD. El hombre que supo sobreponerse a los
arteros ataques (no solo del oficialismo). El político que entendió la máxima
de Max Weber: “Hacer política significa trabajar sobre duras maderas”. Su
ejemplo ha sido seguido por Borges, Ramos Allup, el joven Guevara y tantos
otros que entienden la política como una profesión donde lo que importa es el
día a día y cuyo ejercicio suele ser a veces gris e ingrato.
No por último hay que mencionar a
Jesús “Chúo” Torrealba, el líder unitario, el que supo mediar entre posiciones
antagónicas, el que nunca renunció al dialogo y al compromiso, pero también el
que imprimió a la Unidad ese sesgo populista-democrático sin el cual no es
posible ganar ninguna elección.
No es el momento para enrostrar
faltas a nadie. Quien se mete en política debe estar preparado para
equivocarse. Por ejemplo, para muchos, las acciones que llevaron a La Salida
del 2013 eran inconducentes. Aún quienes estaban de acuerdo con el propósito de
López para imprimir una mayor dinámica a una oposición, resignada después de la
derrota en las municipales, lo criticaron por el hecho de haber actuado de modo
unilateral desconociendo la perspectiva que ofrecían las elecciones
parlamentarias. Lo mismo ocurrió con su extemporáneo llamado a una
Constituyente y, por cierto, por haberse sumado a una “transición” que no
mencionaba a las elecciones que se avecinaban. No obstante, la calidad de un
político no se mide por la cantidad de errores que comete, sino por su
capacidad para corregirlos. La huelga de hambre que llevó a cabo López desde su
prisión, destinada a apurar una fecha electoral que el gobierno no quería
entregar, lo integró de pleno a la lucha unitaria. Así es la política; los
errores se corrigen no con golpes en el pecho sino actuando sobre la marcha.
Del mismo modo hay que señalar que el
dialogo llevado a cabo por parte de la oposición con Maduro, siguiendo las
indicaciones del Papa, si no fue errado (una política sin dialogo no es
política) debió haber estado condicionado a la liberación de los presos
políticos. El mismo Maduro, sin embargo, resolvió el problema. Presionado tal
vez por corrientes internas encabezadas por Diosdado Cabello, no dio lugar a la
continuación del diálogo. Eso no significa que en algún momento no deberá
hacerlo. Si hasta las FARC se rindieron a través de un diálogo, nada indica que
en Venezuela hay que excluirlo para siempre. Solo las bestias no dialogan.
Hay hechos que con el pasar del
tiempo tienden a olvidarse. Tarea historiográfica será recordarlos. Uno de esos
fue el de las elecciones que tuvieron lugar en San Diego y San Cristobal en el
2014. En esos comicios, dos mujeres, representantes de sus maridos en prisión,
Rosa Brandomicio de Scarano y Patricia Gutierrez de Ceballos, lograron sendos
triunfos. (87% y 69%) Ellas demostraron que la movilización popular y las
elecciones democráticas no son situaciones contrapuestas. Todo lo contrario:
Una movilización popular sin perspectiva electoral está destinada a estrellarse
en contra de la represión. Elecciones sin movilización popular van al fracaso.
Hubo algunos que en ese momento pensamos que todo un país podría llegar a
convertirse en un gigantesco San Diego y San Cristóbal; y así lo escribimos. Y
así sucedió.
Un especial reconocimiento requiere
el rol jugado por tres mujeres: Lilian Tintori de López, otra vez Patricia
Gutiérrez de Ceballo y Mitzy Capriles de Ledezma. Recorriendo el mundo lograron
que diversos gobiernos fijaran su atención en Venezuela. En gran parte la
solidaridad que provino de Europa, principalmente de España, hay que debérselo
al activismo incansable que ellas demostraron. Con ellas en las portadas de los
principales diarios del mundo, terminó el aislamiento internacional de los
demócratas venezolanos.
El triunfo del 6D tiene un gran
significado político. Sólo por acceder como mayoría al Parlamento, la Unidad ha
cambiado la composición orgánica del Estado. Desde ese momento, Maduro comparte
su poder instrumental, basado en el dinero y en las armas, con el poder del
pueblo expresado en la Asamblea Nacional. Por esa misma razón la AN deberá
convertirse en el centro de gravitación política de la nación. Desde el
Parlamento puede llegar a ser construida una nueva hegemonía nacional. ¿Logrará
la Unidad ponerse a la altura de tareas tan inmensas? No conocemos la respuesta.
De ahora en adelante la unidad no
será solo electoral. Ya llegará el tiempo en que los distintos partidos de la
MUD harán uso de su legítimo derecho a dividirse. Por el momento será muy
importante actuar lo más unitariamente posible. Eso no significa por cierto
eludir las discusiones. Pero después que estas hayan tenido lugar, será
imperioso que todos sus partidos sigan los caminos tomados por la dirigencia
colegiada. No hay otra alternativa. La democracia no se puede permitir más el
lujo de tolerar actividades por cuenta propia y liderazgos destemplados.
Probablemente Chúo tendrá que hacer un rayado en la cancha. El tema es
existencial: se está o no se está.
En todo caso, no hay mejor vía para
forjar la unidad que emprender tareas comunes. En ese sentido, más allá de cual
va a ser la alternativa que deberá ser tomada frente a Maduro y Cabello, tres
de esas tareas son impostergables.
La primera es la liberación inmediata
de todos los presos políticos. En democracia no debe haber presos políticos,
fue el dictamen del ex presidente costarricense Oscar Arias. Efectivamente,
nadie puede ser enviado a prisión por el delito de disentir y actuar en
disidencia.
La segunda deberá ser la liberación
de la Justicia con respecto al Ejecutivo. El proceder de los tribunales
judiciales en Venezuela ya es un escándalo internacional. No hay crimen más
grande en contra de la ciudadanía de un país que negar a una parte de la
población el elemental derecho a ser defendida y juzgada por tribunales
competentes.
La tercera es la
re-profesionalización de las fuerzas armadas. Por un lado las FAN deberán ser
devueltas al lugar al que pertenecen: el de la defensa de la soberanía
nacional. Por otro, será necesario entregar a ellas el monopolio sobre las
armas como ocurre en todos los países civilizados. Ese función no puede ser más
compartida con organismos paralelos como las “milicias revolucionarias” o los
grupos de choque para-militares creados por la fantasía infantil de Chávez.
Tarea profesional de las FAN será desarmarlos y disolverlos. De la misma
manera, los servicios de seguridad nacional, en muchos casos ocupados por
cubanos, tendrán que ser reestructurados. Y los cubanos enviados a sus casas.
Sus familias los esperan con ansiedad.
¿Y las tareas económicas? Son las más
importantes y a la vez las más difíciles. Después del desastre creado por
Maduro y su guerra económica (en el hecho, una guerra declarada a la economía)
no habrá soluciones a corto plazo. Un nuevo “modelo” no se adquiere como en una
zapatería. El país está definitivamente desmantelado. No obstante, a diferencia
de lo que piensan marxistas y neo-liberales, la política no está siempre
determinada por la economía. En determinadas situaciones sucede exactamente al
revés.
La creación de un ambiente político
estable puede hacer posible que muchos inversionistas internos y externos
intenten invertir en Venezuela. En ese sentido los inversionistas no se
diferencian de otros miembros del género humano. Para realizar nuestros
trabajos con cierta eficiencia, requerimos de un mínimo de orden institucional
y reglas transparentes. Sin esas condiciones nada funciona en esta vida.
El tiempo de la locura irá quedando
atrás. Los jóvenes venezolanos de mañana solo lo recordarán como una pesadilla
que les contaron sus padres y abuelos.
PS. Felicitaciones a las
encuestadoras. Al lado de las argentinas que no apuntan a una ni por
casualidad, las venezolanas quedaron como reinas.
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