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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Julio Borges: “Venezuela pegó un grito el 6D y parece que el gobierno no lo ha escuchado” por @JulioBorges


Por Hugo Prieto


Parece un cuento de Juan Rulfo, la oposición ha subido la cuesta para llegar a una cima polvorienta, a una superficie lunar, poblada por una sociedad civil exhausta, donde la crisis es una bomba de tiempo, la economía apenas arroja signos vitales, la política un diálogo ininteligible en la torre de Babel y el estamento militar muestra su adhesión a una parcialidad política.


Para la Unidad, que obtuvo un resonante triunfo el pasado domingo, es un desafío titánico. No es, seguramente, el momento para explorar si Julio Borges será electo presidente de la nueva Asamblea Nacional, cuya legislatura arranca el próximo 5 de enero. Sin embargo, el coordinador nacional de Primero Justicia, deja entrever sus aspiraciones mientras Roberto Mata dispara el clic de su cámara fotográfica. “No me empaves”, dice como un jugador atento a no caer fuera de juego. De las coaliciones políticas se dice que lo más fácil es ganar, lo difícil es mantenerse y pasar a una fase superior, a una coalición política que funcione eficazmente. Borges asegura que aprendieron de los errores y que hay un compromiso —de naturaleza existencial— con el devenir que le toque en suerte vivir a Venezuela.

Según los numerólogos del mercado electoral hay dos millones de votantes que gravitan como un péndulo entre el chavismo y la oposición. Aparentemente, no tiene una adhesión política, sino una motivación pragmática frente al voto. ¿Cuál es su opinión?

Uno podría pensar que el hilo conductor durante muchos años es que el chavismo fue mayoría en Venezuela, pero esa ciudadanía nunca fue socialista. Nunca compró el modelo cubano, aunque ha estado flotando en el ambiente. Su adhesión a Chávez, en un primer momento, estuvo motivada por una promesa de reivindicación social, digamos, volver a la Venezuela en la cual tú tenías una escalera por la cual subir, pero que la crisis de los 80 destruyó. Y eso queda ratificado con el resultado del 6-D: no solamente fue un voto castigo contra el gobierno, sino una petición clara de cambio del modelo. Si el dilema fuera cambiar la fórmula del jabón, pero no cambiar de marca, yo estaría muy preocupado, pero lo aleccionador es que la gente dijo no solamente te castigo por la crisis que has propiciado, sino que pido a gritos un cambio en el modelo político y económico.

Las cabeceras del marketing político han minimizado el peso de la ideología en los procesos electorales. ¿No es contradictorio?, porque en un principio la oposición centró su campaña en los valores de la democracia, en la defensa de los derechos civiles y políticos, pero al parecer eso no tuvo eco. Entonces, ¿en qué quedamos?

Claro, porque la verdadera intención del gobierno, que era el modelo cubano, fue disfrazada con el ingreso petrolero. Con precios de 100 y 150 dólares el barril, el consumo subió como nunca antes en la historia de este país. La capacidad para comprar baratijas era casi infinita, desde un rico que se podía comprar un avión nuevo, hasta un pobre que se podía comprar un televisor pantalla plana. En un momento dado, había un discurso, una retórica cubana, en medio de la orgía más grande de consumo capitalista que te puedas imaginar. Al secarse el chorro es cuando te ves retratado en La Habana, pero en Venezuela. Y eso fue lo que produjo este cortocircuito ideológico en la gente.

Cuesta creer que en la dirigencia del chavismo no haya plena consciencia de que el modelo cubano es sencilla y llanamente un fracaso.

A estas alturas, todavía hay gente que le apuesta a esa realidad. Las críticas de sectores de la disidencia chavista apuntan a que el gobierno no es lo suficientemente radical. No hay allí, precisamente, una visión modernizadora del país. Esa es una de las cosas que se va a desatar en la discusión interna del propio gobierno, eso es lo que está gravitando en medio de la confusión.

Puede haber una doble crisis, tanto en el chavismo como en la oposición, a raíz de los resultados del 6-D.

De las coaliciones siempre se ha dicho que lo importante no es el triunfo, sino mantenerse una vez que ganan. Y ese es el reto que tenemos ahora, pero estoy seguro que lo vamos a cumplir, porque la coalición nuestra no se concibió para un país normal, donde hay un juego político convencional. No es así. Más que una coalición es un compromiso existencial con el país en este momento. Y créeme que eso está acendrado en la mentalidad de los principales dirigentes de lo que es la unidad democrática. Todo el mundo sabe que hay que cuidar a este bebé para que crezca bien y pueda cumplir con la misión que tiene como objetivo. Por supuesto, es una probabilidad latente que está allí, pero todos estamos conscientes de esa realidad.

Capriles habló de las diferentes visiones que hay sobre el país y puso sobre la mesa sus aspiraciones presidenciales. ¿Entonces?

No es el momento de hablar de aspiraciones presidenciales.

¿Le va a enmendar la plana a Capriles?

No, Henrique no lo hizo como una aspiración presidencial. Hemos hablado mucho sobre este tema. Él sintió reivindicada la ruta que nosotros (Primero Justicia) hemos seguido. A mí me sorprende que la gente, que antes me mentaba la madre, hoy me dicen tenían razón. Para mí es una cosa satisfactoria, porque quienes defendíamos que lo importante era construir una nueva mayoría y superar los obstáculos electorales, tuvimos que atravesar un desierto muy duro. Quienes apostamos por una salida electoral, hemos sido estigmatizados, etiquetados, como traidores y vende patria. El tiempo terminó dándonos la razón y el 6-D demostró que los caminos que aparentemente son los más largos terminan siendo los más cortos. En estos 17 años hemos vivido muchas veces esa realidad.

Tanto usted como Henrique Capriles han hecho una crítica velada de lo que fue #La Salida. ¿Queda una reflexión pendiente o este tema está liquidado?

Nosotros tuvimos una posición totalmente diferente y el hecho de que todos hayamos terminado en el autobús de la ruta electoral exigió un esfuerzo titánico. Reconstruir la unidad después de la renuncia de Ramón Guillermo (Aveledo), fue difícil, pero finalmente logramos engranarnos en un grado de confianza, de trabajo en equipo, que nos llevó al triunfo de todos. Creo que ya pasamos por ese aprendizaje. Actualmente estamos todos, absolutamente todos, montados en el mismo autobús que si bien es una coalición electoral tiene el reto de pasar a una cosa superior, a una coalición política, que es otra cosa.

Ustedes han prometido la vigencia de la Constitución y la restitución del estado de Derecho. Pero a decir verdad, en 2005, un sector de la sociedad civil, identificado con la oposición, se la jugó para ver cómo era la vida sin estado de Derecho. Visto el antecedente y anticipando el recelo, que con razones fundadas pudiera tener el chavismo. ¿Cómo piensan hacer eso realidad?

Te lo pongo de esta manera. El gobierno está diciendo que nosotros ganamos con votos prestados. En democracia nadie es dueño de los votos. A nosotros nos toca darle un contenido palpable, cotidiano, vital al cambio, que permita que la gente nos acompañe en todas esas grandes banderas que queremos levantar. ¿Cuál debe ser nuestra guía, nuestro norte? Tener claro que no podemos cambiar un sectarismo por otro, sino una cosa muy simple, muy sencilla, pero que es un desafío: hacer las cosas bien. ¿Qué significa eso? Que nosotros no podemos venir a colonizar las instituciones, que no podemos venir a partidizar la justicia, que no podemos ser los propugnadores de la política del sectarismo. Una vez que logramos unificar la alternativa democrática, el reto consiste —más allá de enfrentar la crisis económica, que en mi opinión es muy grave—, en unificar el país entero. Ese es el gran desafío que tenemos por delante.

¿Las instituciones venezolanas hay que reconstruirlas o hay que refundarlas?

Yo creo que se pueden reconstruir y para mí eso significa que utilizando los mecanismos que hay en la Constitución, nosotros podamos sanar y purificar muchas instituciones. Por ejemplo, las Fuerzas Armadas. Nadie, en su sano juicio, puede plantear que hay que refundarlas. Eso sería absurdo. Lo que tenemos que hacer es darle el sitial que establece la Constitución. Que no estén subordinadas a ninguna parcialidad política, que prime el mérito y no la conexión con los políticos. Una fuerza armada que sea, verdaderamente, garante de la institucionalidad.

¿Y PDVSA?

PDVSA tiene que ir a un proceso de una gran auditoría desde el punto de vista administrativo, porque se ha convertido en la empresa más importante, pero al mismo tiempo en la más oscura en sus manejos. A PDVSA hay que darle la importancia y la visión estratégica que tiene. ¿Qué significa eso en una línea? Que Venezuela se plantee, en el corto plazo, dejar de ser un país que viva del precio del petróleo y que más bien desarrolle la industria petrolera en su conjunto. Eso pasa por la explotación del gas, de los hidrocarburos, del incremento de la producción. Allí hay dos visiones diferentes con las cuales tenemos que afinar las cosas.

Uno de los principales componentes de la sociedad civil es el empresariado. En esta época de vacas flacas, donde hay que tomar decisiones y establecer prioridades, ¿Cuál sería el planteamiento? Porque el chavismo se jacta de haber desviado la renta petrolera a la inversión social. ¿Qué van a hacer ustedes? ¿Le van a entregar los recursos a los importadores como se hizo en la IV República?

El éxito de esta nueva etapa consiste en entender que cuando hablamos de cambio no es el de la oposición por el chavismo, sino que en Venezuela tiene que haber un cambio interno de todos los actores sociales. Si queremos más inversión, más progreso económico, necesitamos empresarios con verdadera vocación social, que se comprometan con el desarrollo del país, no simplemente con hacer plata. Empresarios que arriesguen, que inviertan en la gente. Pero si desde el poder, les vamos a dar unos recursos a unos amigos que luego etiquetamos como , es imposible que alcancemos el desarrollo. Yo aspiro que estos años, que han sido muy duros para el sector privado, hayan sido también una gran lección para aquellos que atravesaron el desierto porque mantienen una conexión con la gente. Eso es lo que va a permitir que tengamos un sector privado diferente y verdaderamente emprendedor.

Una exigencia similar hay que hacérsela a los sectores menos favorecidos, porque una de las cosas que demostró el 6-D es que el tema de las dádivas no funcionó. El ciudadano de a pie, el ciudadano que vive en los sectores populares también tiene que comprometerse.

Si el cambio es esperar a que el otro cambie, porque ya ganamos la Asamblea, no estamos leyendo bien al país. Cuando hablamos de cambio hay que ir a la profundidad de que todos en Venezuela tenemos que cambiar, porque está crisis no surgió de la nada. Aquí no hay ni buenos ni malos, sino que todo el mundo tiene que pasar por una transformación, para que el país vuelva a ser una sola Venezuela. Eso es obligatorio.

¿Cuándo dice que la crisis no surgió de la nada se refiere a un país que no queremos, a un país que fracaso?

Viendo las cosas en perspectiva, la crisis que tenemos en 2016 —que es de índole económica, política, social y militar— no es otra cosa que la herida que tenemos abierta desde los años 80. Es la misma herida que llevó al viernes negro (1983), al Caracazo (1989), al 4-F (1992), a la debacle de los partidos políticos… Todo unido en este momento. Es como una enfermedad crónica que no ha sanado y tenemos que verla en esa perspectiva histórica. De lo contrario corremos el riesgo de no entender lo que está sucediendo. Tenemos que volver a contar el relato de cuál es la realidad que está viviendo el país.

¿No cree que llegó el momento de privilegiar proyectos que generen divisas, que generen trabajo, que sean auditables? Si se van a establecer prioridades, hay que hacerle una oferta a la sociedad civil con transparencia y con los planes sobre la mesa.

Totalmente. Dos de las leyes en las que más hemos trabajado (Primero Justicia), son la ley del primer empleo y la ley de producción nacional, ambas orientadas no para atraer capitales especulativos, sino inversiones que generen empleo, industria y transformación económica, proyectos que verdaderamente cuenten con el apoyo del Estado, porque el gran problema del gobierno actual es que su visión ha sido totalmente equivocada. En lugar de ser el promotor del empleo, de la creación de marcas venezolanas, de industrias locales, ha sido la del primer peleón con los empresarios, el primer peleón con los trabajadores, el primer importador de cosas que han destruido la industria nacional.

¿Cuál sería el camino en este momento? ¿Explorar una negociación o un consenso?

Yo creo que hay varias etapas. La primera: lograr que gobierno y oposición vean algo en común. Es decir, construir una visión compartida en algo. Eso todavía no está. Es decir, nosotros estamos hablando español y el gobierno está hablando chino. A pocas horas del resultado del 6-D, pareciera que el gobierno no acepta el resultado. Fue otro el que nos ganó, no fueron los votos, no fue la Unidad, no fue el pueblo, fue la guerra económica. Hasta que no se construya un espacio de visión compartida, sobre el cual podamos construir acuerdos, entendimientos, va a ser muy difícil avanzar y esa es mi mayor preocupación en estas horas. Creo que el gobierno no ha metabolizado el significado de lo que pasó el 6-D. No es que hablaron los votos, no es que la gente expresó una opinión. Venezuela pegó un grito el 6-D y el gobierno pareciera que no lo ha escuchado todavía.

¿Quién tiene la iniciativa política en este momento? ¿El chavismo o la oposición?

En estas horas la tiene el gobierno. Por dos cosas muy concretas. Primero porque está en el poder. Y en segundo lugar porque el círculo de la democracia se cierra con dos expresiones (ante un evento electoral), una es el triunfo de la mayoría y otra es la aceptación de la derrota por parte de la minoría. Hasta que esas dos cosas no encajen, la pelota sigue en el terreno del gobierno.

La política sin iniciativas está condenada a muerte. En algún momento la oposición tendrá que sacar sus iniciativas a la calle.

Nosotros no nos vamos de vacaciones en Navidad. La idea es tener la integración de las comisiones, además de la agenda legislativa. Porque muchas de esas cosas están hechas.

¿Qué plazo le da a los factores políticos para que lleguen a esa visión común a la que habla?

El marcador no va ser la política, porque allí podríamos pasar mil años hablando de la inmortalidad del cangrejo. El marcador, lo que va a imponer el tiempo, es la crisis económica. Aquí se está acelerando lo que ya era gravísimo: la escasez de medicinas, de alimentos. El gobierno ni siquiera está importando. ¿Qué va a pasar en Enero? Porque las fabricas están en vacaciones colectivas. Es una bomba de tiempo atómica que el gobierno se niega a ver, pareciera que la actitud es deliberada, buscando cualquier tipo de desenlace.

¿Usted cree que el gobierno tiene consciencia de la gravedad de la situación económica?

Maduro sabe lo que está pasando, pero también sabe que no tiene la fuerza para tomar medidas. Sabe que si las toma está jodido y si no las toma también está jodido. Entonces, está en un limbo culpando a la guerra de las galaxias, a la guerra económica. Por eso perdió las elecciones. Por eso ha perdido dos años en esa materia. Es muy preocupante lo que estamos viendo actualmente.

Si estalla esa bomba atómica, el 27-F será un cuento de hadas.

El primer desafío que tenemos nosotros es desactivar esa bomba, salirnos del tablero político y hacerle ver al país que nuestro total y único empeño es cómo sacar a Venezuela del hueco en el cual estamos. Créeme que es un tema de semanas.

13-12-15




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