Por René Núñez, 01/12/2015
Pareciera ya una costumbre ver como organizaciones y dirigentes
políticos de algunas naciones latinoamericanas, apenas alcanzan el poder,
comienzan a divorciarse progresivamente de las propuestas y los compromisos
adquiridos con sus electores durante la campaña electoral. Otros, más osados,
de normas o leyes.
Pasan muchos de ellos por el gobierno pero el gobierno no pasa por
ellos. Conscientes de la temporalidad del mandato, muchos arriban con el
objetivo malsano de servirse asimismo y no servir a la gente que los eligió con
una sola y clara misión: mejorar y perfeccionar un sistema de protección social
sostenible, de calidad, con equidad garantizada. Sin corrupción. Dónde
las prioridades sean la educación, la salud, el trabajo decente y la vivienda.
Un gobierno democrático bien intencionado y digno, lo primero que hace
al llegar al poder es formar un equipo de primera con los mejores y
probos técnicos y profesionales con que cuenta el país en las distintas áreas
funcionales del Estado.
Para tener un país de primera, se necesita un gobierno de primera. Más
aún en el mundo de hoy en que vivimos, exigente y competitivo en lo económico,
tecnológico y científico. Determinados por el conocimiento, la imaginación
creadora, la innovación, la productividad y los valores.
En cambio, los gobiernos maulas se caracterizan por convocar a los sin
conocimiento, experiencias o de bajas calificaciones, y, cuyas únicas
credenciales que privan en la selección para un determinado cargo, son las
partidistas, las ideológicas, la amistad o el vínculo familiar. Estos
irresponsables conscientes de que su paso por el gobierno es efímero, no
escatiman esfuerzos ni desaprovechan oportunidades que su cargo genera, para
lucrarse con premura. Amparados por un estado de derecho débil y cómplice.
Al final de sus períodos, dejan una administración pública
comprometida: alto gasto fiscal, alta inflación, alto desempleo y
endeudamiento; en otras palabras, unas finanzas públicas menoscabada e
hipotecada.
En democracia, los ciudadanos tienen siempre la oportunidad de mejorar
la selección de sus dirigentes y gobiernos. La responsabilidad ha de
concentrarse en preferir los más idóneos, responsables y decorosos que tengan
como norte el logro con éxito de determinadas metas nacionales que pueden honrarlos,
pero no lucrarlos. Los desaciertos de los gobiernos, son desaciertos también de
los votantes por las malas escogencia electorales. Reconocer las equivocaciones
a tiempo, procurar indagar, evaluar y revisar conductas y currículos de los que
se postulan a cargos públicos, una responsabilidad ciudadana inequívoca e
irrenunciable.
Ser gobierno, no ha de ser un objetivo personal o partidista sino un
medio para la transformación de una conciencia colectiva a favor de un plan de
desarrollo integral de la nación a corto, a mediano, y a largo plazo; dónde
además de rodearse con los mejores, sea capaz de dejar espacio para que el
equipo tome las decisiones que estimen convenientes en su ámbito de desempeño;
obviamente, dentro de las orientaciones estratégicas que emanen de la cúpula
del poder ejecutivo.
Ni el más excelente profesional o el más avezado ejecutivo podrían
funcionar con eficiencia si tiene que consultar todo con el Presidente de la
República. El gobierno indolente no tiene otro propósito que su propia
sobrevivencia o eternidad en el poder. Le importa poco la creatividad, el
conocimiento, el talento de los mejores y virtuosos; solo la lealtad
incondicional. No me cabe duda, los venezolanos nos merecemos un gobierno y un
parlamento sobresalientes.
“Hay que vigilar a los ministros que no pueden hacer nada sin dinero y
a aquellos que quieren hacerlo todo sólo con dinero”. Indira Gandhi
Presidente del Ifedec, Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 FM Guayana
Tomado de:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico