Fernando Travieso Y Magaly
Irady
Durante esta semana y hasta el
11 de diciembre, París será la capital mundial del cambio climático. En ella se
habrán dado cita más de 150 jefes de Estado y de gobierno para discutir sobre
uno de los grandes desafíos de la humanidad en este siglo, el cual solo puede
ser enfrentado de manera global.
Al contrario de lo que pudiera
pensarse, el tema de este artículo no es esa trascendente reunión; en estos
días abundarán las noticias sobre ella y preferimos tomarnos un tiempo para
analizarlas y comentarlas. Hemos elegido reseñar en esta nota una interesante e
innovadora política para hacer de esa bella ciudad un lugar más verde, al tiempo
que se contribuye con la disminución del aumento de las temperaturas, causa
esencial del cambio climático.
Se trata del Programa de Áreas
Verdes, un plan que deberá estar implementado para 2020, mediante el cual se
pretende, entre otras cosas, reducir el efecto de las llamadas “islas de calor
urbanas”, asociado al aumento de la temperatura ambiental en las ciudades,
causado por la liberación de calor de las estructuras de concreto,
especialmente de los techos, durante las noches. En el caso de París, el
monitoreo de esta problemática permitió concluir que durante las horas de calor
de los veranos, tanto en el centro de la ciudad como en los suburbios, la
temperatura sube hasta 8° C más que en la periferia rural, lo que afecta el
desarrollo natural de las actividades cotidianas, principalmente los ciclos de
sueño de sus habitantes.
Este innovador plan también se
propone lograr que las nuevas construcciones destinen espacios para plantar
vegetación, así como la creación de 100 hectáreas de fachadas y techos
verdes, de los cuales al menos un tercio se utilizarán para huertos urbanos,
meta que ya exhibe logros concretos, toda vez que con una inversión de un poco
más de 120 millones de dólares se han construido casi 1.000 metros cuadrados de
techos verdes en edificios públicos. Además, se espera acondicionar 30 nuevas
hectáreas de espacios públicos verdes, plantar 20.000 árboles y habilitar 200
zonas para desarrollar la agricultura urbana, de las cuales solo durante el año
pasado se destinaron 100 lugares para sembrar frutas y verduras. Más allá de
que la mayor parte de las acciones de este ambicioso programa recaen sobre el
gobierno local, la intención de que París sea en 2020 una cuarta parte más
verde que en la actualidad, implicará la participación de numerosos actores
privados y diversas otras iniciativas para su materialización.
Tal vez una de las
intervenciones más llamativas para el aumento de la vegetación en la ciudad sea
la que se refiere al Petite Ceinture,una línea férrea construida entre 1852 y 1869
para transportar mercancías en una ciudad que, hasta aquel momento, estaba
organizada alrededor de carruajes impulsados por caballos. Este cinturón de
unos 32 km de longitud que se despliega alrededor de París y fue abandonado
hace más de 80 años, con el auge de los vehículos y del metro, tiene el
potencial de convertirse en un extraordinario paseo peatonal parecido al High
Line de Nueva York, dotado también de zonas de encuentro con techos cultivados.
En realidad, algunos tramos de la Petite Ceinture ya han sido
convertidos en jardines y algunas estaciones albergan cafés o clubes, aunque
abarcar todo su perímetro sea tal vez una empresa lenta y difícil.
Otras iniciativas del gobierno
local, como la decisión de implantar un ambicioso programa de sustitución de
energías fósiles por energías renovables, donde se apuesta por una ciudad cien
por ciento libre de CO2, y el plan “París, capital mundial de la bicicleta”
permiten imaginar que esta ciudad, la más visitada del mundo, será en 2020 no
solamente la Ciudad luz, sino también la Ciudad Verde.
03-12-15
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