Por Américo Martín
Los datos preliminares
hablaban de una mayoría simple, pero a estas alturas la MUD está al borde de la
calificada. En efecto, la presidente del CNE, Tibisay Lucena, con una
comprensible amargura gestual dio quizá como definitivo lo que no era sino
preliminar, pues la propia vocera advirtió que quedaban 23 parlamentarios por
asignar.
99 diputados ya es un número
concluyente aunque en efecto sea parcial, pero la verdad se está dirimiendo en
este mismo momento y por lo que se sabe la MUD obtuvo cuando menos 113, lo que
le confiere facultades muy amplias que debería utilizar con racionalidad y
sensatez. Lo primero es decirle al mundo que el gran objetivo es la
reunificación y la recuperación material y moral del país. Las primeras
declaraciones emanadas de la victoriosa coalición democrática pregonan que la
lección está aprendida. El canibalismo, la venganza, la exclusión a la fuerza
se desvanecerá como premisa para la recuperación del país y la salud moral de
los venezolanos. Esas decisiones reflejan la comprensión de que estas batallas
cívicas no se limitan a los votos obtenidos, hay también que ganar la opinión
de terceros en el país y en el mundo, que tan noblemente interesados han estado
en la suerte de Venezuela. Hoy el prestigio de la oposición democrática alcanza
alturas siderables, dicho sea sin hipérboles.
No es el momento de pasar
cuentas ni nada parecido, no es tiempo de mezquindades y venganzas, pero es
justo reconocer el desempeño de la MUD, sometida a escarnio no solo desde la
acera oficialista sino también desde el lado opositor. La MUD no fue tan “muda”
como se predicó, ni concibió pactos secretos con el poder. Lo cortés no quita
lo valiente ni el uso de la política como arte, como ciencia, puede ser
exhibido cual forma de menoscabo moral. Dice un viejo proverbio inglés que la
prueba del buñuelo se hace comiéndolo (“the proof of the pudding is in eaten”)
Los resultados, en fin, miden la probidad de las decisiones. Y allí están
expuestos a la vista de todos los de este histórico 6 de diciembre. Se
desintegró el fatalismo que conspira contra las salidas electorales. ¿Quién va
a creer que teniendo tanto que perder va a soltar el mando?
Son afirmaciones que
desprecian la diferencia entre “querer” y “poder” La realidad, la vida son
siempre más ricas que las más imaginativas teorías.
El triunfo de la alternativa
democrática sugiere un cambio significativo. La prometida amnistía medirá la
capacidad de aprendizaje del gobierno. Si de cara al mundo desconoce la
aspiración democrática y libertaria del pueblo, atentará otra vez contra sí
mismo. Si la palabra la siguen monopolizando los violentos, los groseros, los
que desprecian la dignidad de los demás, se llevarán nuevas y sonoras
decepciones. La gente quiere ver en las calles de Venezuela a Leopoldo,
Antonio, Rosales, Ceballos y todos los presos y exiliados; cerrarse a semejante
sentimiento nacional suena a suicidio.
Queda por examinar el efecto
residual de este resultado. La oposición se fortalecerá, crecerá, le abrirá
caminos a otros opositores que por razones respetables se colocaron al margen o
ensayaron terceros caminos; en tanto que puede preverse que habrá
realineamientos y debates en el seno del oficialismo. No obstante no hay mal
que por bien no venga. Ese debate será un paso necesario para el reencuentro
entre las separadas partes de la ecuación que los más lúcidos deben valorar y
aprovechar.
Mientras esos procesos
transcurren, saludemos con emoción la sublime victoria del pueblo bajo la
conducción de la MUD. El cúmulo de adversidades no doblegó su espíritu ni
menoscabó la moral de combate.
Es nuestra nación, la que no
dobla la rodilla.
07-12-15
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