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sábado, 16 de enero de 2016

Poemas del ciclismo, por Felipe Guerrero



Por Profesor Felipe Guerrero, 16/01/2016

A veces,  más de las que yo quisiera, vienen a visitarme la melancolía… Esa nostalgia que en palabras del poeta nos cita: «llena de arrugas y ausencias, la de las sombras insomnes que me siguen consumiendo como una vela prendida»

Y como presente y recordatorio del encuentro  la añoranza con toda su pesadumbre me conduce de la mano hasta el viejo fogón en donde todos los días «Mi Nona» se  empeñaba en que la llama entre las tres topias, cocinara ese delicioso «Maná» amasado con el fruto que nos regalaban los campos silenciosos, donde espigaban los maizales para proveer el jojoto y con este la mazamorra para los más pequeños y la arepa para los adultos.

Un veintiséis de Enero de Mil Novecientos Sesenta y Seis, hace ya muchas lunas, me encontraba apoyado en el fregadero observando a «Mi Nona» preparar la comida. Ella concentrada en la faena, yo soñando con las nubes que cubrían mi aldea.

Era un lugar frío y lluvioso.  Aun hoy cuando recuerdo aquel lejano mes de Enero puedo sentir el olor a barro que salía del patio, oigo el picoteo de la lluvia en los techos y escucho los gritos de la multitud congregada para recibir por vez primera a los ciclistas.

«Mi Nona» prendió la radio, se encendió el aire y ocurrió el milagro.  Las nubes se disiparon y sobre La Grita apareció un sol resplandeciente. Había llovido torrencialmente, pero justamente en esa mañana,  el Señor de la lluvia tuvo a bien saciar la sed de campos y labriegos. Y todos, con el alma ensanchada oímos la transmisión radial que anunciaba el desarrollo de la «Primera Vuelta al Táchira en Bicicleta» y todos logramos ver a la última nube en retirada.

Era la Segunda Etapa de un evento organizado para hacer historia. Desde La Grita y con la magia de ECOS DEL TORBES acompañamos en el imponente ascenso hasta la cumbre de El Zumbador  a los con los cuarenta y tres pedalistas. Y…  nos esforzamos en las cuestas y nos multiplicamos en los descensos. Los ciclistas disfrutaban de los aromas vegetales mientras los oyentes disfrutaban de los aromas de las palabras de los narradores y comentaristas de ECOS DEL TORBES.

Ha transcurrido medio siglo, medio siglo de emociones, medio siglo de triunfos, medio siglo de esperanza por llegar a la meta. Es recuerdo emocionado de positivos esfuerzos… Nada que ver con esas visiones nostálgicas y melancólicas de la soledad, todo lo contrario, con ECOS DEL TORBES hemos recorrido millones de kilómetros de una intensa comunicación y seguimos ascendiendo para lograr los mejores Premios de Montaña.

Y vamos para arriba…  Ascendemos a la luz para acercarnos al azul del cielo.

Desde hace medio siglo ECOS DEL TORBES nos ha permitido acompañar a los atletas en la voz de los poetas de la narración que con su descripción brindan la posibilidad de viajar por múltiples escenarios y compartir en un mismo idioma el latir que tiene voz y luz propia, que cruza los cielos como una potente energía que es capaz de mover el sentir de cada persona que escuche los sonetos de cada llegada, de cada meta volante, de cada premio de montaña.

Desde siempre los Tachirenses hemos sorprendido al mundo en sueños, en capacidad organizativa y en cordialidad. Hoy los Tachirenses, sin mezquindad rendimos homenaje a ECOS DEL TORBES, la institución radial que desde hace medio siglo comparte con nosotros las victorias de este pueblo.

Tanto ayer como hoy, los Tachirenses renunciamos a cualquier otra medalla,  porque preferimos las medallas olímpicas de la fraternal competencia.

Que ECOS DEL TORBES siga declamando los sonetos del dolor, del cansancio, del sufrimiento y de la victoria que son los POEMAS DEL CICLISMO.



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